Un jubilado le ganó a la Biblioteca Nacional y compró el manuscrito inédito de un premio Nobel.

La comedia Don Fernando, del ganador del premio Nobel José Echegaray, estaba en venta hace 20 años. Cuando salió la noticia y la Biblioteca Nacional intentó comprarlo, ya era demasiado tarde. El hombre se lo quedó por 2.200 euros.

José Echegaray, nacido en Madrid en 1832, fue uno de los españoles más destacados de fines del siglo XIX. «Él lo fue todo, porque podía serlo todo: ministro, orador, hacendista, maestro, escritor, dramaturgo, investigador», dijo su coetáneo Santiago Ramón y Cajal, científico renombrado del país. Hasta hace un mes, entre las obras de este ganador del Nobel de Literatura en 1904 se destacaban importantes trabajos matemáticos y grandes obras de teatro, pero casi no se hablaba de la comedia Don Fernando. A nadie le interesaba un trabajo que estaba perdido. Sin embargo, casi nadie, ni siquiera la Biblioteca Nacional de España, sabía que Don Fernando estaba en venta hace veinte años. Cuando la noticia llegó a los medios, ya era demasiado tarde.

La historia salió por primera vez en el diario El País, personas de su entorno que advirtió el jueves 2 de febrero que la anticuaria Marta Micaela Fernández de Navarrete tenía en venta la obra de Echegaray hace dos décadas, por el módico precio de 1.600 euros. “El mismo día que salió la noticia en la prensa, se contactó con la librera para mostrar el interés por parte de la Biblioteca Nacional. Fue entonces cuando la librera comunicó que ya lo había vendido”, explicaron fuentes del Departamento de Adquisiciones de la institución al medio citado.

Entonces, ¿quién lo compró? ¿Quién se interesó por una comedia olvidada? ¿Quién pagó más de 2.000 euros para quedarse con un manuscrito que es muy difícil de leer y que tiene más de 100 años? No fue ninguna institución importante ni tampoco un coleccionista millonario. En cambio, fue un jubilado con mucho tiempo para la lectura.

El hombre que le ganó a la Biblioteca Nacional

“Era una oportunidad única”, admitió Rubén Acedo, el vasco de 85 años que compró la comedia Don Fernando, que habla de un hombre que cree que su muerte es inminente y decide hablar con total sinceridad con todas las 

El 2 de febrero, Acedo madrugó, leyó El País y llamó alrededor de las ocho de la mañana a la anticuaria para comprar el manuscrito. Pagó 2.200 euros por un aumento de última hora en el precio del manuscrito, pero no le importó porque estaba fascinado por su historia. Y, en su compra, le ganó a instituciones españolas reconocidas como el Archivo Histórico Nacional y el Museo Nacional del Teatro, las cuales habían sido alertadas de la existencia de la obra días antes de que el artículo se publicara. 

Rubén Acedo con una copia del manuscrito de Echegaray (EFE)

¿Qué va a hacer con semejante reliquia? Su primer plan es terminar de leerlo, algo que no será una tarea fácil ante la enrevesada letra del dramaturgo. “Me estoy planteando estudiar un curso de grafología”, afirmó. Entre las opciones para el futuro, baraja exponer el documento en la biblioteca de un colegio que fundó en Caracas tras escapar del servicio militar de Francisco Franco, “como un testimonio de membresía y lealtad a la hispanidad”. Otra opción es donárselo al Ayuntamiento de la aldea vasca en la que nació. Nada está decidido todavía.

Por qué nadie lo compró antes

La obra, pese a que Echegaray ya era célebre, fracasó en su estreno en un teatro de Santander, no se imprimió y fue completamente olvidada. Ni siquiera aparece en las principales bibliografías de Echegaray, un matemático e ingeniero de caminos reconvertido en dramaturgo a los 40 años. Cuando en 2004 apareció a la venta en conocidas plataformas de coleccionismo como TodoColección y Uniliber, nadie la vio o, lo que es peor, nadie le dio la importancia que se merecía.

“Es de lo más normal que nadie comprara el manuscrito en estos 20 años. Muchas de las instituciones, tanto privadas como públicas, no miran los catálogos o subastas en donde se pueden encontrar estas cosas”, lamentó una fuente de una entidad pública en diálogo con El País.

“Aunque la Biblioteca Nacional, para seleccionar las piezas que son de su interés, hace seguimiento de lo que sale al mercado de libros, a través de los catálogos que llegan de los propios libreros o de las casas de subasta, evidentemente no se tiene conocimiento de todo el mercado del libro. En este caso concreto, no se recibió ninguna noticia al respecto”, afirmó la entidad.

Por ahora, el manuscrito sigue en manos de un particular. Así fue desde 1904: primero en manos de Echegaray, luego en la colección de Mariano Ordóñez, un cacique despótico que fue ministro de varias carteras hace un siglo, y más tarde en la librería de los padres de Marta Micaela Fernández de Navarrete, bióloga de profesión pero heredera de la colección.

Acedo tiene en sus manos el próximo destino de la comedia. Pero, primero, debe terminar de leerla.

Imagen de portada: José Echegaray (Archivo)

FUENTE RESPONSABLE: Infobae

Sociedad y Cultura/España/Manuscrito/Literatura/José Echegaray

Autobiografía, un poema de Lawrence Ferlinghetti

“Autobiografía”, es un poema de Lawrence Ferlinghetti de su libro A Coney Island of the Mind, publicado por la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker, en edición bilingüe traducida por Antono Rómar como Un parque de atracciones de la mente, del que Zenda adelanta también la introducción.

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Caseta de información

Hay años famosos y años, en cambio, por los que no te dan ni la vuelta en una tienda de empeños. Los primeros, como 1945 o 1492, enseguida evocan una imagen o una idea muy precisas: la guerra, así 1914, o la conquista, digamos 1969. Por otra parte, la historia abunda en incoloros años vacíos, que son casi todos, en los que aparentemente nada memorable sucedió. Como el año -1307, el 604 o, es un decir, 1958.

Una mañana cualquiera de 1958, por ejemplo, sale a la calle un hombre de treinta y nueve años con una camisa blanca, barba marina y frente desabotonada. Es temprano aún, el sol se despega lentamente de las azoteas de San Francisco. Al poner sus pies sobre la acera, un perro pasa alegremente frente a su puerta. No tiene collar y le dirige una mirada amable, una sonrisa perruna a ese humano. Circula una corriente amistosa de afinidad instantánea entre ambos. Después de un segundo, el perro continúa su trote calle abajo, esquivando una bomba de incendios, dos bicicletas, a un viejo italiano. La actitud del chucho es jovial e indiferente. A Lawrence se le ocurre un poema. Lo empezará a escribir tan pronto como se siente detrás del mostrador de su librería. Son cosas intrascendentes que suceden en años banales. Hacia su librería se dirige entonces. Nuestro librero poeta se llama Lawrence Monsanto Ferlinghetti y está dándole las últimas pinceladas a su nuevo libro. Ya tiene título. Se va a llamar A Coney Island of the Mind.

Su anterior poemario lo publicó hace ya tres años. Parecen muchos más. Parece una maldita década entera porque, desde que emprendió su idea editorial, City Lights Books, le ha pasado de todo. No se imaginaba que regresaría de su viaje de estudios en Europa y, menos, enamorado de Selden. Pero se enamoraron. Y se han casado. Se han instalado en San Francisco y él ha montado una editorial y un negocio anexo, una librería, que ha resultado ser una idea magnífica y va viento en popa. Todo va muy bien para ser 1958, un año como cualquier otro. ¿Cómo iba a imaginarse cuando era niño y daba tumbos sin padre ni madre de un lado a otro del Atlántico que acabaría pisando la arena de Normandía y las cenizas de Nagasaki? 1944, Normandía. 1945, Nagasaki. Años memorables, sin duda. Después de aquello, claro que apetecía una temporada sin sobresaltos. Conoció a Selden en el barco que lo llevaba a Francia tras la guerra, intimaron en París mientras ambos estudiaban en la Sorbona, regresaron juntos y tenían un plan. Aspiraban solamente a establecerse en un sitio agradable donde llevar una vida corriente.

Sin embargo, no han dejado de lloverles cosas del cielo. Por ejemplo, un embargo a la editorial, un escándalo en la prensa de todo el país, un juicio por la libertad de expresión e imprenta por culpa del libro de Allen. O más bien por culpa de una sociedad hipócrita y moralista, no nos equivoquemos. Pero esa lluvia de rarezas no es solo metafórica. Más ejemplos, en febrero, durante un ejercicio de práctica nocturno, un bombardero B-47 dejó caer una bomba nuclear de 3500 kilos sobre la desembocadura del río Savannah, Georgia. No querían bombardear a nadie. La soltaron para proteger a la tripulación de la nave ante una posible colisión contra un avión de combate F-86. Aún les dio tiempo a pensar que no sería difícil recuperar el dispositivo termonuclear en las aguas poco profundas del río. Ni que decir tiene que esa bomba, por supuesto, no se ha encontrado jamás. De haber explotado sobre suelo estadounidense, 1958 sería un año un tanto más notorio. Un último ejemplo: un mes más tarde, hubo menos suerte. Otra bomba nuclear Mark 6 cayó accidentalmente sobre Carolina del Sur. El núcleo atómico estaba desarmado, pero las tres toneladas de dinamita que lo envolvían a modo de detonador sí explosionaron sobre el hogar de los Gregg en Mars Bluff. Era martes por la tarde. Las dos niñas Gregg y su prima estaban jugando a doscientos metros de donde ahora hay un cráter de veintiuno de ancho y once de profundidad. Walter, el padre, trabajaba en el campo. Ningún ser humano resultó herido. Todas las gallinas murieron. Qué año tan tonto fue 1958.

Lawrence piensa mucho en las bombas atómicas. Aparecen en varios de sus poemas y a partir de hoy también aparece un perro que ocupa un poema todo para él. Ya lo ha terminado, más o menos. (Nunca los termina del todo). Lo lee en voz alta. En la tienda una chica está leyendo en un rincón, sentada sobre una pila de revistas. Lawrence sabe que hoy no ha ido al instituto, pero está absorta en las páginas de un libro de Blake y él piensa que sin duda alguna eso convalida cualquier clase. Cuando termina su recitado, la chica levanta los ojos del libro un momento y simplemente ladra una vez.

No podemos culparle por pensar tanto en las bombas atómicas. Podría pensarse que EE. UU. no está siendo muy diligente en su gestión del armamento no convencional. Sin embargo, consideremos que, solo este año, 1958, este país realizará setenta y cinco ensayos nucleares y tanta bomba atómica de aquí para allá, a veces, ocasiona estos problemillas. Así que hasta los años triviales tienen sus días memorables y en 1958 uno nunca sabe lo que va a caer del cielo. En abril, el satélite Sputnik-2 se desintegra en su reentrada a la atmósfera con el primer y único ser vivo dentro, la perra Laika, que ha estado fuera de la Tierra (hasta ese momento). Llueve raro en 1958.

Al buen Lawrence, que desembarcó en Nagasaki apenas días después del bombardeo que puso fin a la Segunda Guerra Mundial y contempló horrorizado la huella del hongo atómico, le ponen enfermo estas noticias que lee en los periódicos. Lo único que puede hacer es escribir sobre ello. Compone sobre el papel acerca de todas sus preocupaciones sociales, pero sigue siendo un romántico que ha leído demasiado a Whitman, así que también escribe poemas sobre pintura, sobre la belleza de las cosas pequeñas, poemas delirantes como sueños lúcidos o viceversa y poemas lascivos o humorísticos o contemplativos y, de vez en cuando, le sale uno que es todo a la vez.

Su nuevo libro es un paseo por su mente siempre agitada, por el parque de atracciones de su mente. En su cabeza los versos suenan a jazz y son a menudo largos, incluso prosaicos, sobre todo cuando le da por la sátira social y política. De hecho, suele recitarlos junto a músicos mientras improvisan y él mismo improvisa a menudo, así que nunca lee el mismo poema dos veces y nunca están del todo acabados. Ha pensado que la sección central del libro contendrá precisamente ese tipo de poemas. El verso corto lo emplea, en cambio, en poemas más sentimentales, más líricos. Son piezas más delicadas y clásicas. Abundan en su primer libro. Le preocupa de hecho que el libro sea demasiado caprichoso, pero también le gusta que sea así. Ha decidido que incluirá algunos de los poemas de ese primer libro en la tercera sección. Aquel libro del que han pasado tres años que parecen una década: Pictures from the lost world. Son poemas en su mayoría que escribió en Europa, en sus viajes a España e Italia, mientras vivía en París y soñaba junto a Selden con tener algún día un sitio como este, donde pasar las horas tranquilamente leyendo, organizando encuentros literarios, pintando y escribiendo.

Mira a su alrededor y por primera vez quizás piensa que lo ha logrado. Se pregunta si eso es todo. Y si no es todo, entonces ahora qué viene. Quería conocer el mundo y acabó conociendo la guerra. Escapó de la orfandad y ahora ha encontrado una familia. Tal vez compre esa cabaña en el Big Sur para refugiarse de cuando en cuando y se la deje a Jack para que se aleje de la bebida durante un tiempo. Incluso el juicio resultó ser a fin de cuentas una buena noticia. O al menos, una buena publicidad. El libro de Allen ha supuesto el despegue de la editorial con todo el escándalo que se montó y lo llevó a sentarse ante un tribunal bajo cargos de obscenidad. Decían que Howl, el libro de Allen, era pornográfico. ¿Cómo no va a ser obsceno un poema si un poema siempre rescata lo que estaba olvidado más allá de la vista? El caso es que ahora las cosas están tranquilas, todo parece haber encontrado su sitio y la vida se ha ordenado. ¿Qué más podría pasar ahora? ¿De qué irán los años 60? ¿Serán años anodinos y vacíos o serán años famosos?

Lawrence no puede saber la que se viene encima después. Ignora que la próxima década le va a dar la vuelta a EE. UU. como a unos pantalones antes de meterlos en la lavadora y que, precisamente ellos, esos desmelenados, místicos, antisociales, hijos de las dos grandes guerras del siglo, han puesto en marcha la reacción en cascada que va a subvertir el espíritu de su época, en parte gracias a sus libros, su mensaje, a sus poemas como un pequeño átomo de uranio-235 que desencadenará el movimiento contracultural que viene. Ignora que ellos son la bomba atómica moral que sí estallará en su país. Ignora que verá un nuevo siglo, que morirá a los ciento dos años y once meses, reconocido en todo el mundo como editor, poeta y activista por el ecologismo y la paz, y que el libro que está terminando (nunca los termina del todo) será considerado su obra más influyente, a pesar de que ahora parece tan poca cosa, sobre el mostrador de la librería, solo un montón de hojas, manchadas algunas de humo y café todavía. Aún es 1958, un año en el que no pasa absolutamente nada. Salvo cosas insignificantes.

Por ejemplo, un chaval llamado Elvis inicia la primera gira de su carrera. No muy lejos, en México, se aprueba el voto femenino. Los Estados Unidos se asombran consecutivamente ante la apertura de Disneyland y la contratación por parte de la compañía Mohawk Airlines de la primera mujer afroestadounidense como asistente de vuelo. Se llama Ruth Carol Taylor. Solo tres años antes, Rosa había sido detenida por sentarse en el autobús. Mientras, Salvador termina La Rosa, Doris publica Al final de la tormenta. Truman hace lo propio con Desayuno en Tiffany’s. En Hawaii, se hunde un ferri; en Múnich, se estrella un avión con un equipo inglés de fútbol dentro; en Liverpool, Paul presenta a John y a George. España entrega su última provincia africana, el Sahara Occidental, a Marruecos en el acuerdo de Cintra. Diez mil personas se manifiestan contra la bomba atómica en Londres y el símbolo de la paz se exhibe por primera vez. La URSS sigue a lo suyo y pone dos nuevos satélites en órbita; EE. UU. hace lo propio y lanza tres bombas atómicas. Los soviéticos no se quedan cortos tampoco con sus ensayos nucleares, pero no se entera nadie hasta más tarde. Muere Pío XII. Muere Juan Ramón, pero nacen Paco Buyo y Madonna. También ve la luz la primera aventura de Mortadelo y Filemón en la revista Pulgarcito y Bobby gana el Campeonato Nacional de Ajedrez con catorce años, el mismo día que Charles de Gaulle es elegido presidente de Francia. Se registra un pico extraordinario de actividad solar y el Congreso Popular Chino acuerda introducir el alfabeto latino en el país. Los rebeldes de Castro secuestran a Fangio y dos ciclistas mueren por insolación en la Vuelta a Portugal. En un atolón de las Marshall, EE. UU. falla al detonar la bomba Fizzle. Lo consigue días después en un nuevo intento con la bomba de hidrógeno Orange. Sus trece kilotones devastan el fondo marino del Pacífico y acaban con la vida de miles de peces. Montserrat Tresserras y José Vitos cruzan a nado el Canal de la Mancha. Camilo y Ernesto cruzan la Torcha de Júcaro. Se crea la NASA y se detonan cuatro artefactos más en el subsuelo y uno en el aire, a cien kilómetros de Las Vegas. La OMS empieza a funcionar, también la UNESCO. Un gran incendio se come el aeropuerto de Bruselas, la escuela Our Lady of the Angels en Chicago, donde mueren noventa y dos niños y tres monjas, y el Almacén Vida de Bogotá, donde fallecen otras ochenta y ocho. No es el mismo incendio, aunque todos los fuegos son el mismo fuego. Se funda la UCA en Buenos Aires y la Universidad de Oriente en Venezuela. Francia pierde media África o media África gana su independencia. Según se mire. El 31 de diciembre Fulgencio cae y comienza el gobierno de Fidel.

Un año como otro cualquiera, como se ve. Llueven objetos en llamas de vez en cuando o arden lugares y poco más. El mundo se parece a una gran banda de diecisiete músicos en la que todos improvisan piezas diferentes mientras, al fondo del local, terminada la jornada y echado el cierre ya a la librería, una pareja escucha el concierto. Lawrence retoca algunas palabras en su cuaderno, antes de subir al escenario. Ella sigue el compás con la punta del pie entre las infinitas melodías de la noche. Cuando parece que ya ha pasado todo lo que tenía que pasar es cuando uno bosteza y entonces se te viene la vida encima. Los años en los que nada pasa son los años en los que empieza todo. Si no estás preocupado, no estás prestando atención. Los silencios son tan importantes como las notas musicales. En 1958, la mayor preocupación de cualquiera en el primer mundo era precisamente el fin del mundo.

Ahora no, ahora ya sabemos que el mundo se acaba todos los días. Un tsunami, una revolución, un desastre en una central nuclear, otra guerra o un atentado terrorista o se inventa internet, se aterriza en Marte o nace de una vez la Inteligencia Artificial que nos lleve a todos al infierno. Al final, todos los días son el fin del mundo. Y quizás el fin del mundo es precisamente eso. Lo que pasa a todas horas. Todos los días. Lo normal. Y lo raro que es eso.

Ahora sí, disfrute su visita. Mantenga manos y pies dentro del vehículo y no olvide recoger su foto de recuerdo a la salida.

Antonio Rómar

***

Autobiografía

Llevo una vida tranquila

voy donde Mike a diario

a ver a los campeones

del Salón de Billar Dante

y a los franceses adictos al pinball.

Llevo una vida tranquila

en el Bajo East Broadway.

Soy un Americano.

Fui un chico Americano.

Leía la revista Chico Americano

y me hice boy scout

en los suburbios.

Me creí que era Tom Sawyer

cogiendo cangrejos en el Río Bronx

e imaginando el Mississippi.

Tenía un guante de béisbol

y una bici American Flyer.

Repartía la Woman’s Home Companion

a las cinco de la tarde

o el Herald Trib

a las cinco de la mañana.

Aún puedo oír el golpe del periódico

en los porches perdidos.

Tuve una infancia infeliz.

Vi aterrizar a Lindbergh.

Miré hacia casa

y no vi ángeles.

Me pillaron robando lápices

de la tienda de Todo a Cinco y Diez

el mismo mes que ascendí a Águila Scout.

Talé árboles para los CCC

y me sentaba en ellos.

Desembarqué en Normandía

con un bote de remos que volcó.

He visto ejércitos instruidos

en la playa de Dover.

He visto pilotos egipcios entre nubes moradas

tenderos que subían sus persianas

a mediodía

ensaladas de patata y dientes de león

en pícnics anarquistas.

Estoy leyendo Lorna Doone

y una biografía de John Most

el terror de los industriales

con una bomba en su escritorio en todo momento.

He visto el desfile de los basureros

en el Desfile del Día de Colón

detrás del frívolo

pedorreo de los trompetistas.

No me he acercado a los Claustros

hace mucho tiempo

ni a las Tullerías

pero sigo pensando

en ir.

He visto el desfile de los basureros

cuando nevaba.

He comido perritos calientes en estadios.

He escuchado el discurso de Gettysburg

y el discurso de Ginsberg.

Me gusta estar aquí

y no regresaré

al lugar de donde vine.

También he conducido furgones furgones furgones.

He viajado entre desconocidos.

He estado en Asia

con Noé en el Arca.

Estuve en India

mientras Roma era edificada.

He estado en el pesebre

junto al Asno.

He visto al Eterno Distribuidor

desde una Colina Blanca

al sur de San Francisco

y a la Mujer Que Ríe en el Loona Park

al salir de la Casa del Terror

bajo una enorme tormenta

riendo todavía.

He escuchado el toque de diana

a la juerga en la noche.

He vagado solitario

como una multitud.

Llevo una vida tranquila

fuera de donde Mike a diario

veo el mundo pasar

con sus curiosos zapatos.

Una vez empecé

a dar la vuelta al mundo

pero acabé en Brooklyn.

Aquel Puente fue mucho para mí.

He engranado en silencio

el exilio y la astucia.

Volé demasiado cerca del sol

y mis alas de cera se fundieron.

Estoy buscando a mi Viejo

a quien no conocí.

Estoy buscando al Líder Perdido

con quien volé.

Los jóvenes deberían ser exploradores.

El hogar es de donde se empieza.

Pero Madre nunca me dijo

que habría escenas de estas.

Harto de útero

descanso

he viajado.

He visto la ciudad lerda.

He visto la maraña masiva.

He oído llorar a Kid Ory.

He oído predicar a un trombón.

He oído a Debussy

al filo de una sábana.

He dormido en un centenar de islas

donde los libros eran árboles.

He oído los pájaros

que suenan como campanas.

He llevado pantalones de franela gris

y caminado sobre la playa del infierno.

He habitado cien ciudades

donde los árboles eran libros.

¡Qué metros qué taxis qué cafés!

¡Qué mujeres de pechos ciegos

miembros perdidos entre los rascacielos!

He visto las estatuas de los héroes

en los cruces de caminos.

Danton gimiendo en la boca del metro

Colón en Barcelona

señalando al Oeste al final de las Ramblas

hacia la American Express

Lincoln en su silla de granito

Y un gran Rostro de Piedra

en Dakota del Norte.

Sé que Colón

no inventó América.

He oído a un centenar de Ezra Pounds domesticados.

Deberían ser todos liberados.

Ha pasado mucho desde que fui pastor.

Llevo una vida tranquila

donde Mike a diario

leyendo la columna de Clasificados.

He leído el Reader’s Digest

de tapa a tapa

y notado la fuerte identificación

de los Estados Unidos con la Tierra Prometida

donde todas las monedas van marcadas

En Dios Confiamos

pero los billetes de dólar no lo llevan

pues son dioses en sí mismos.

Leo diariamente los Anuncios por Palabras

buscando una piedra una hoja

una puerta sin descubrir.

Oigo cantar a América

en las Páginas Amarillas.

Uno no sabría decir

que el alma tiene sus cóleras.

Leo los periódicos todos los días

y oigo a la humanidad equivocada

en el exceso triste de la imprenta.

Veo que han drenado el Estanque de Walden

para hacer un parque de atracciones.

Veo que obligan a Melville

a comerse su ballena.

Veo otra guerra aproximarse

pero no estaré ahí para lucharla.

He leído las pintadas

en la pared del retrete.

Ayudé a Kilroy a escribirlas.

Desfilé por la Quinta Avenida

soplando una corneta en un pelotón apretado

pero corrí de vuelta a la Casba

a buscar a mi perro.

Veo una semejanza

entre los perros y yo.

Los perros son auténticos observadores

que pasean el mundo arriba y abajo

por el país de Molloy.

He atravesado callejones

demasiado estrechos para un Chrysler.

He visto cien carretas de leche sin caballos

en un terreno baldío de Astoria.

Ben Shahn nunca los pintó

pero allí están

tumbados en Astoria.

He oído el obbligato del chatarrero.

He conducido por superautopistas

y creído en las promesas de los anuncios

He cruzado las planicies de Jersey

y visto las Ciudades de la Pradera

Y revolcado en las desolaciones de Westchester

con sus bandas errantes de nativos

en rancheras.

Yo los he visto.

Yo soy el hombre.

Yo estaba ahí.

Yo sufrí

de algún modo.

Yo soy Americano.

Yo tengo un pasaporte.

Yo no sufrí en público.

Y soy demasiado joven para morir.

Yo soy un hombre hecho a sí mismo.

Y tengo planes para el futuro.

Voy enfilado

a un empleo en la cima.

Puede que acabe mudándome

a Detroit.

Solo es temporal que yo sea

vendedor de corbatas.

Soy un buen soldado.

Soy un libro abierto

para mi jefe.

Soy un completo misterio

para mis mejores amigos.

Llevo una vida tranquila

voy donde Mike a diario

a contemplarme el ombligo.

Soy una parte

de la larga locura del cuerpo.

He merodeado por varios bosques de la noche.

Me he ido hacia los lados en portales borrachos.

He escrito salvajes historias

sin puntuación.

Yo soy el hombre.

Yo estaba allí.

Yo sufrí

de algún modo.

Me he sentado en sillas incómodas.

Soy una lágrima del sol.

Soy una colina

por donde los poetas corren.

Inventé el alfabeto

después de observar el vuelo de las grullas

que hacían letras con sus patas.

Soy un lago sobre la pradera.

Soy una palabra

en un árbol.

Soy una colina de poesía.

Soy un asalto

a lo inarticulado.

He soñado

que todos mis dientes se caían

pero mi lengua vivía

para contar el cuento.

Pues soy un remanso

de poesía.

Soy un bancal del canto.

Soy el pianista

de un casino abandonado

en una explanada costera

dentro de una densa niebla

que sigue tocando.

Veo una semejanza

entre la Mujer Que Ríe

y yo mismo.

He oído el sonido del verano

en la lluvia.

He visto a chicas en paseos marítimos

tener emociones complicadas.

Entiendo sus titubeos.

Soy un recolector de fruta.

He visto cómo los besos

causan euforia.

Me he arriesgado al encantamiento.

He visto a la Virgen

en un manzano en Chartres

Y a Santa Juana arder

en la Bella Unión.

He visto jirafas entre las barras de columpios infantiles

sus cuellos como el amor

enredados entre las férreas circunstancias

del mundo.

He visto a Venus Afrodita

sin brazos en su ventilado corredor.

He oído cantar a una sirena

en el número Uno de la Quinta Avenida.

He visto bailar a las Diosas Blancas

en la Rue des Beaux Arts

durante el Catorce de Julio

y a la Hermosa Dama Sin Piedad

hurgando su nariz en Chumley’s.

No hablaba inglés.

Tenía el pelo amarillo

y ronca la voz

y ningún pájaro cantaba.

Llevo una vida tranquila

voy donde Mike a diario

y veo a los pajilleros del billar

montar la escena del minestrone

engullendo los macarrones

y he leído en alguna parte

el Sentido de la Existencia

aunque no recuerdo

dónde exactamente.

Pero yo soy el hombre

Y estaré allí.

Y puede que haga hablar

los labios de aquellos

que duermen.

Y puede que convierta mis cuadernos

en manojos de hierba.

Y puede que escriba mi propio

epitafio epónimo

que enseñe a los jinetes

a pasar de largo.

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Autor: Lawrence Ferlinghetti. Traductor: Antonio Rómar. Título: Un parque de atracciones de la mente. Editorial: Ya lo dijo Casimiro Parker. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

Imagen: Cubierta de portada de “Un parque de atracciones de la mente”

FUENTE RESPONSABLE: Zenda. Apuntes, Libros y Cía. Por Laura Di Verso. Editor: Arturo Pérez-Reverte. 6 de marzo 2023.

Sociedad y Cultura/Literatura/Poesía.

Dialéctica filosófica en las obras de Borges.

Todo cuanto escribió Borges estuvo sometido a una lógica filosófica.

Los personajes imaginarios en las obras de Jorge Luis Borges forman un viaducto metafísico y filosófico que se alterna con las controversias de lo psicológico y lo intemporal de la memoria. Lo estático o efímero no existen en sus cuentos y poesías, dada la tridimensionalidad narrativa de los mismos, debido a las obsesiones psíquicas que se adueñan de lo imprevisto, de lo absurdo y de lo cabalístico que generan una obsesión que superpone a la realidad como tal.

También se trata de un amasijo de hipótesis históricas que el autor elabora a partir del imaginario para hacer que sus personajes operen desde la dialéctica del azar, equivalente, a la herencia humana. Por ello la crisis que se genera en sus personajes adquiere la noción del tiempo, que adquiere categoría del paraíso perdido del que nos habla Milton.

Borges sopesa que más allá de estas consideraciones está la mitología, la cual juega en sus personajes un destacado papel. A fin de comprender sus visiones con respecto a la eficacia mágica, fantástica o irreal que ocupan sus personajes en sus obras, como los sucesos sobrenaturales que el subconsciente produce en éstos, Borges, los envuelve en el misticismo  profundo, para que avancen en un destino insospechado, por tratarse de la tragedia existencial que padecen desde que nacen hasta que mueren. Los que se salvan de tales acontecimientos disfrutan de un paraíso atávico que no queda fuera de las controversiales vicisitudes de la vida.

Es por esa razón que en las obras de Borges los personajes están dominados por fuerzas extrañas que solo el azar puede resolver y de esa manera el autor argentino y universal desentraña o, mejor dicho, fragua una metafísica muy particular para llegar al fondo de sus personajes y salvarlos de lo evanescente o de la percepción fugaz o escenográfica que prefigura toda existencia humana.

Borges, tematiza las diversas concepciones de Nietzsche, Kant, Heidegger y Hegel

En sus personajes se aguza un mecanismo complicado con relación a los prototipos de enfoques que articulan en cuanto a la imaginería fantástica y misteriosa, porque las situaciones psicológicas que experimentan se caracterizan al explicar los diferentes estados de ánimo. A esto se agrega, el hilo conductor de la manera con que narran sus experiencias y sucesos y a partir de ese clima o ambiente el lector descubre el sello distintivo de su personalidad. Y, desde el lenguaje filosófico, meticuloso y elegante, Borges eterniza su existencia al inferir la causalidad del drama, rasgos que se instalan en el subconsciente sin que el personaje pueda definirlo o solucionarlo a menos que no sea a través de instintos metafísicos.

Aquí se da la paradoja situacional que se convierte en reflexión, paradigma y finitud, tres elementos fundamentales en su cuentística y en la que Borges se vale de los estados patológicos para penetrar a sus personajes de una dialéctica histórica, filosófica y metafísica que revela al mismo tiempo la crisis atemporal por la que atraviesan algunos de sus personajes en los cuentos de su libro El Aleph.

En Borges, el modo de plasmar sus cuentos tiene varias autopistas cuyo recorrido es de largo kilometraje al desmitificar los confines del alma de sus personajes, obligándoles a formar columnas de reflexiones que van más allá de estructuras y lenguajes estéticos porque en ese contexto, el autor enrosca la imaginación creativa en corpus de contradicciones filosóficas que abra de asumir sus personajes para explicar la raíz histórica del mundo y de la realidad.

En efecto, teniendo en cuenta estas hipótesis filosóficas hay que reconocer en las obras de este singular maestro del lenguaje universal, lo que tiene mucha resonancia desde el punto de vista de bosquejar irrealidades donde lo inverosímil determina en que parámetros psíquicos desenvuelve el personaje o sujeto su vida e inmortalidad. Borges, tematiza las diversas concepciones de Nietzsche, Kant, Heidegger y Hegel, entre otros filósofos que dejaron traducidas en sus teorías y metodologías el drama del alma y constelación del subconsciente, las que están presente en su reflexión creativa de apariencias y temores, pero, también, encuadradas en ficciones suprasensibles.

Uno de los filósofos hoy más de moda, Byung-Chul Han, dice: “En vista de la muerte uno se cerciora de sí mismo, del “yo soy”. La muerte humana, es decir, la muerte que es exclusiva del hombre y que lo distingue, es para Heidegger “mi morir exclusivamente mío”. La muerte, que en realidad sería el final definitivo del yo, acarrea un énfasis del yo. La heroica “libertad para morir”, que “se cree capaz de soportar la angustia” o que “está dispuesta a pasar miedo”, se manifiesta como “libertad de escogerse y emprenderse a sí mismo”. Por así decirlo, el yo crece a base de angustia. La existencia “que está dispuesta a pasar miedo”, hace temblar la “autonomía” o el “tener consistencia por sí mismo”. Poder morir en cuanto que poder ser sí mismo significa que la existencia “se escoge su héroe”. (Han, Byung-Chul, Muertey alteridad, traducción de Alberto Ciria, Herder Editorial S. L., Barcelona, pp. 15-16, 2020)

Estas modalidades también se advierten en la mayoría de sus cuentos, poesías y ensayos  donde, todo está determinado por el tiempo. Por ello esa temporalidad no hace más que situarse entre el subconsciente y lo secular del pensamiento filosófico donde pone de manifiesto el extravío ontológico de algunos de sus personajes. De esa manera explora su existencialismo sin fisuras porque los mismos desbordan lo emocional para situarse en una historicidad que los trasciende de modo absorbente.

Por lo que existen en los géneros que este genio de la palabra elaboraba con la materia más pura del pensamiento, rasgos acentuadamente definidos como objetivo puntual de su complejo sistema escritural que constituye la base de su imaginería psíquica, la cual adjudica a sus personajes funciones de carácter escenográficas irrepetibles por el complejo sistema de símbolos y referencias al estar dentro de la antropología histórica y filosófica que les otorga categorías culturales universales.

Por ello es necesario puntualizar que todo cuanto escribió Borges estuvo sometido a una lógica filosófica. Es por esa razón que sus escritos en cualquier género están estructurados sobre la base del pensamiento filosófico y sometido a un estado de vibraciones metafísicas donde el lenguaje en su contexto consigna un ajuste exacto y una dramatización que conlleva, según sostiene Santiago Kovadloff, al estudiar la obra poética de Cecilia Meireles, “cierto tipo de equilibrio entre cierto concepto de forma y cierto concepto de expresión”. (Kovadloff, Santiago, Cecilia Maireles, Mapa falso y otros poemas, traducción del portugués de Estela dos Santos, Calicanto Editorial, S. R. L., Montevideo, 1979, p. 14).

En Borges, la necesidad de explorar lo laberíntico del Ser desde una perspectiva de elementos específicos de la elucubración de la atemporalidad y desde una particular concepción filosófica cuando aborda la pureza discursiva y la historicidad, contiene su actividad mental. Llamemos a esta consecuencia donde están implícitos los fulgores del tiempo, las visiones, los estados de vivencias psíquicas y la conciencia estética, eclética, por demás, por la que discurre una preceptiva que impregna el enigma de sus personajes de transfiguraciones cósmicas egocéntricas y cosmogónicas.

Imagen de portada: Jorge Luis Borges

FUENTE RESPONSABLE: Acento. Por Cándido Gerón. 3 de marzo 2023

Sociedad y Cultura/Literatura/Filosofía/Reflexiones/Opinión

Louisa May Alcott, la escritora de la novela inmortal ‘Mujercitas’ que nunca quiso escribir.

El carácter y los ideales sociales de la escritora de Concord, que murió el 6 de marzo de 1888, nada tenían que ver con la temática de su obra más conocida, de cuya primera versión se suprimieron capítulos enteros

Louisa May Alcott es una hija de Concord, Massachussets, el pueblo bostoniano hogar de Emerson, Thoreau, Hawthorne y el movimiento trascendentalista. Concord es un lugar recoleto al detalle donde conservan con cuidado los lugares y los hogares donde vivieron y pasaron su vida sus ilustres escritores coincidentes en el tiempo, casi en el colmo de la contemporaneidad.

La casa de Ralph Waldo Emerson, filósofo y poeta, autor de Nature y líder del trascendentalismo concordiano, aparece al llegar al lado izquierdo de la carretera casi recién construida, blanca, impoluta y enorme, con sus barandillas y su jardín abierto, el mismo en el que trabajaba Thoreau, por deseo propio, como empleado y amigo. El padre de Louisa, Amos Bronson Alcott, desarrolló un sistema de enseñanza distinto, basado en la conversación, por lo que siempre fue tachado de extravagante.

Casa de Ralph Waldo Emerson en Concord

La extravagancia en todo su amplio significado compuesto siempre fue una característica del grupo de los trascendentalistas, que creían en la intuición y en la naturaleza como leyes universales. Críticos de su sociedad, eran raros para la masa (unos más que otros, sobre todo Thoreau), pero figuras respetadas y admiradas por ella misma.

Louisa May Alcott nunca fue masa. Sufragista, abolicionista, escritora desde la infancia (durante años bajo el pseudónimo masculino A.M. Barnard), luchadora original por la igualdad de hombres y mujeres, se dedicó a escribir en la edad adulta para sacar de la pobreza a su familia tras el fracaso de la utopía que pretendía sacar adelante su padre. Demasiado para una familia en el ideal que llevó hasta sus últimas consecuencias el soltero y solitario Thoreau, poeta, narrador, pensador, activista de los bosques y de la libertad del individuo.

Louisa jugaba de pequeña con la hija de Emerson, Ellen, mientras veía como se llevaban a un tranquilo Thoreau a la cárcel por no pagar impuestos. Era la resistencia pacífica que tanto inspiró a Gandhi. Principios familiares basados en la libertad y en la intelectualidad. La casa de Hawthorne sigue en Concord como la dejó el autor de La Letra Escarlata dos siglos después, el vidrio borroso de sus ventanas a través de las cuales se aprecian mecedoras y suelos de madera crujientes.

The Old Manse, casa de Emerson que alquiló Hawthorne en Concord

Si Thoreau construyó con sus propias manos una cabaña en medio del bosque para demostrarse a sí mismo que podía ser autosuficiente en mitad de la naturaleza a orillas de la laguna de Walden (Walden fue el título de su gran obra), Louisa fue capaz de todo para sobrevivir más allá de los propios ideales atávicos. 

Louisa fue la Jo de su novela inmortal, solo que Jo estaba matizada. Los editores la obligaron a casarla, algo a lo que siempre se negó la autora, fiel a sus principios, para no depender de ningún hombre.

No porque los aborreciera, ni mucho menos, sino por su compromiso radical con la libertad. Cuando le ofrecieron escribir un libro sobre «chicas jóvenes», dijo que no le interesaba, hasta que le dijeron la cantidad del anticipo. Palabras mayores en la pobreza del trascendentalismo que se convirtió en un éxito de ventas después de los recortes enteros de capítulos inapropiados para el carácter que pretendían darle los editores a la obra.

Casa de Louis May Alcott, Orchard House, en Concord, donde escribió ‘Mujercitas’

Dicen que escribió Mujercitas en dos meses a razón de diez horas diarias de trabajo. La historia de su propia familia que se convirtió en el clásico universal que nunca quiso escribir y que quedó perfectamente podada para la posteridad, reluciente y presentable como la casa de Emerson y la de Hawthorne y su propia casa, Orchard House, incólumes como las lápidas timburtonianas del cementerio de Sleepy Hollow donde reposan todos juntos.

Imagen de portada: Louisa May Alcott

FUENTE RESPONSABLE: El Debate. Por Mario de las Heras. 6 de marzo 2023.

Sociedad y Cultura/Literatura/Novela/Mujeres pioneras/En memoria.

“Fervor de Buenos Aires” Una centuria de poesía seminal.

Este año se cumplirá la primera centuria desde la edición del libro que inauguró la carrera literaria de Borges. Y decimos “la primera centuria” porque habrá innumerables. Tal suerte corren los clásicos.

Se trata de “Fervor de Buenos Aires”. Con este poemario comenzaba la trayectoria de quien fue, sin dudas, nuestro mejor escritor. El más culto, más perfecto y más universal.

Si bien brilló especialmente en el género de la narrativa -tanto en cuento como en producciones ensayísticas- su poesía, menos popular, es incluso más reveladora. Porque quita el velo sobre una especie de aleph de toda su obra. 

El punto de densidad mayor, que reúne todo el potencial de su pensamiento, tradición y estética. Si esto es atribuible a la actividad poética, en general, los poemas de este primer libro constituyen el núcleo mismo de la escritura, como si se tratara de una muestra de protones y neutrones única e irrepetible, destinada a anticipar la totalidad de los frutos de una vida. La célula de la que habría de surgir todo lo venidero.

Es que allí, en esos poemas más antiguos no sólo están las simientes de lo posterior. Se enuncian, aunque “in nuce”, en germen, todas las ideas, los temas, el imaginario, los tópicos obsesivos, los leit motives, las palabras favoritas, los silencios preferidos, las dudas y las incertezas. El mismo Borges lo advierte en su propio prólogo de 1969:

“… he sentido que aquel muchacho que en 1923 lo escribió ya era esencialmente ¿qué significa esencialmente?- el señor que ahora se resigna o corrige. Somos el mismo; los dos descreemos del fracaso y del éxito, de las escuelas literarias y de sus dogmas; los dos somos de Schopehauer, de Stevenson y de Whitman. Para mí, ‘Fervor de Buenos Aires’ prefigura todo lo que haría después.”

Distancia

Hagamos historia: En 1923 vio la luz el conjunto de poemas que el autor tituló “Fervor de Buenos Aires”. Corrían para él esos tiempos de recuperación del paisaje porteño después de larga ausencia de su ciudad natal. Es que durante años estuvo radicado en distintas ciudades europeas.

“Al cabo de los años del destierro volví a la casa de mi infancia y todavía me es ajeno su ámbito.”

Sin embargo la re-apropiación fue para su proceso interior un simple cavar en la propia raigambre.

“… sentí Buenos Aires. Esta ciudad que yo creí mi pasado es mi porvenir, mi presente; los años que he vivido en Europa son ilusorios, yo estaba siempre (y estaré) en Buenos Aires.”

Algunos críticos suelen sostener que la literatura, como otras artes, es un arma compensatoria. Especialmente hace presente aquello que permanece ausente. Un amor perdido, una vida fugada, el oro de una Edad perdida, la perfección de un sitio del que uno fue expulsado..

Aquí, según reza “Arrabales”, la voz poética confiesa haber creído que Buenos Aires era su pasado, la ciudad perdida.

En algún momento Borges debió sentirlo así, pero pronto se produce la recuperación que implica comprender que esa ciudad no es un sitio simplemente, sino una perspectiva desde donde se viven las cosas, desde donde se las piensa y siente. Porque Buenos Aires es, para el poeta del ’23 “mi porvenir, mi presente”. No obstante, sólo en la medida en que la distancia genera una sensación de pérdida, aunque sea efímera, es que ocurre la recuperación. Por aquello de que no es posible sopesar una cultura mientras se está inserto en ella. Es precisa cierta distancia para valorarla, y un referente cultural diverso con que compararla.

Raigambre

Lo cierto es que el texto recorre, como si de una caminata se tratara, los barrios bajos, los arrabales, los suburbios crecientemente inhóspitos a medida que todo se vuelve llanura. Y es allí donde cree encontrar el autor lo esencialmente identitario, el adn argentino, lo que esencialmente somos.

“Hacia el Oeste, el Norte y el Sur se han desplegado -y son también la patria- las calles; ojalá en los versos que trazo estén esas banderas.”

La indagación es personal, pero también describe la relación del poeta individuo con la sociedad de raigambre, el profundo ethos que incluye lo que se es pero también registra la entidad que han aportado todos los antepasados.

Ciegamente reclama duración el alma arbitraria cuando la tiene asegurada en vidas ajenas, cuando tú mismo eres el espejo y la réplica de quienes no alcanzaron tu tiempo y otros serán (y son) tu inmortalidad en la tierra.

Pensamiento

Por extensión, la ciudad es imagen de una visión y un sentir. Cuando en el prólogo se menciona a Schopenhauer, se introduce otro de los planteos que ya presagia un tema recurrente en la obra general de Borges. Consiste en observar la ciudad tomando como punto de partida el idealismo del filósofo que concibe toda realidad como un producto surgido de la conciencia subjetiva de un hombre. Claro, en este caso, será de una comunidad.

Nosotros tenemos para nuestras Pampas a la diuca a quien el gran Edgar Morisoli agradecía el prodigio de la aurora. “La diuca no canta porque esté por amanecer. Canta para que amanezca.”

Para Borges pervive la duda: ¿es la conciencia del hombre la verdadera creadora? ¿Es ella quien da existencia real tanto a la ciudad, como al alba?

Evoquemos aquí la Creación, su Creación de Buenos Aires:

“Curioso de la sombra y acobardado por la amenaza del alba reviví la tremenda conjetura de Schopenhauer y de Berkeley que declara que el mundo es una actividad de la mente, un sueño de las almas, sin base ni propósito ni volumen. Y ya que las ideas no son eternas como el mármol sino inmortales como un bosque o un río, la doctrina anterior asumió otra forma en el alba y la superstición de esa hora cuando la luz como una enredadera va a implicar las paredes de la sombra, doblegó mi razón y trazó el capricho siguiente: si están ajenas de sustancia las cosas y si esta numerosa Buenos Aires no es más que un sueño que erigen en compartida magia las almas, hay un instante en que peligra desaforadamente su ser y es el instante estremecido del alba, cuando son pocos los que sueñan el mundo y sólo algunos trasnochadores conservan, cenicienta y apenas bosquejada, la imagen de las calles que definirán después con los otros. 

¡Hora en que el sueño pertinaz de la vida corre peligro de quebranto hora en que le sería fácil a Dios matar del todo Su obra! Pero de nuevo el mundo se ha salvado…”

Imagen de portada: Jorge Luis Borges (Archivo)

FUENTE RESPONSABLE: El Liberal. Por Gisela Colombo. Actualizado el 6 de marzo 2023.

Sociedad y Cultura/Literatura/Argentina/Nuestros escritores

J. K. Rowling revela que temía que su exmarido quemara el manuscrito de Harry Potter.

La escritora británica J.K. Rowling reveló que temía que su exmarido, el portugués Jorge Arantes, quemara el manuscrito del primer libro de la saga, “Harry Potter y la piedra filosofal”, en el marco de una convivencia en la que sufrió malos tratos por parte del periodista, con el que estuvo casada poco más de un año.

Rowling, de 57 años, dijo que el vínculo con su exmarido fue violento y que el hombre ejercía control sobre ella, a tal punto que intentó guardar bajo llave el manuscrito para evitar que lo dejara, durante el estreno de su ‘podcast’, ‘The Witch Trials’.

“A esas alturas me registraba el bolso cada vez que llegaba a casa. No tenía llave de mi propia casa porque él tenía que controlar la puerta principal. Y creo que no es una persona estúpida. Creo que sabía, o sospechaba, que iba a intentar escaparme de nuevo”, dijo Rowling, según publicó el diario británico The Guardian.

La escritora y Arantes se conocieron hace más de treinta años en un bar de Oporto donde Rowling enseñaba inglés, y a partir de la relación que entablaron descubrieron su pasión común por Jane Austen.

Esa pasión que nació entre ellos los llevó a casarse poco tiempo después, pero su matrimonio apenas duró 13 meses, tiempo en el que, según la autora, sufrió malos tratos psicológicos y físicos. 

Por su parte, Arantes admitió que las discusiones fueron subiendo de tono y que le propinó dos bofetadas, pero que no se arrepentía de esa conducta, según dio a conocer el periódico español ABC.

Rowling manifestó que durante esos días vivía en “un horrible estado de tensión” porque tenía que ocultar sus intenciones de abandonar el domicilio familiar, pese a lo cual podía seguir escribiendo. “El manuscrito seguía creciendo. Yo seguía escribiendo. De hecho, él sabía lo que ese manuscrito significaba para mí, porque en un momento dado lo cogió y lo escondió”, señaló la autora de la saga.

Para poder abandonar el hogar y salvar la obra que estaba escribiendo tuvo que pergeñar un plan. “Llevaba a diario al trabajo unas cuantas páginas del manuscrito –solo unas pocas para que él no se diera cuenta de que faltaba algo– y las fotocopiaba. Y, poco a poco, en un armario de la sala de profesores, la obra fotocopiada crecía y crecía y crecía, porque sospechaba que si no era capaz de salir con todo, él lo quemaría o se lo llevaría o lo tomaría como rehén”. 

La autora, que estaba embarazada por entonces, aseguró que, además de su hija Jessica, que hoy tiene 31 años, ese manuscrito era lo único que quiso salvar en su huida.

En el podcast, la escritora mantuvo un diálogo con Megan Phelps-Roper, ex miembro de la Iglesia Bautista de Westboro, conocida por sus polémicos comentarios y sus frecuentes protestas contra la comunidad LGBT y otras comunidades marginadas.

Respecto de las acusaciones de transfobia que se le adjudican a Rowling, esta declaró que no le preocupa cómo afectará a su legado la polémica que la rodea y que cualquiera que piense así la ha malinterpretado “profundamente”.

“No me paseo por mi casa pensando en mi legado”, dijo y señaló: “Qué manera más pomposa de vivir tu vida, andar por ahí pensando ¿cuál será mi legado? Me da igual, estaré muerta. Me importa el ahora. Me importan los vivos”.

Imagen de portada: J.K. Rowling 

FUENTE RESPONSABLE: El Liberal. (Telám) Actualizado 6 de marzo 2023

Sociedad y Cultura/Literatura/Harry Potter/Violencia de género

LUZ DE AZAFRÁN Poemario de: ADOLFO M. PONTI.

La poesía es una conciencia que arde. Ahora nos llega un libro de un santiagueño radicado en Buenos Aires. También éxodo de los poetas. Desde el primer poema publicado por El Liberal en la década del ochenta , vieron la luz varios libros de poesía, ensayos y notas periodísticas. 

Desde su Quimilí natal, Ponti irrumpe en la gran capital, en un camino de éxitos constantes. Su vida social entre cantores, músicos y poetas, lo lleva a entrar en el gran cancionero y pronto sus letras son interpretadas por Mercedes Sosa y muchos cantantes conocidos. 

Actualmente tiene un programa en Radio Nacional de Buenos Aires, actúa como asesor literario en SADAIC. Prácticamente remplaza a Vitillo Avalos en la radio y el Tano Petrocelli en la Sociedad de Autores y Compositores. Grandes del folclore, fallecidos por entonces.

Hoy ha vuelto a Santiago con su nuevo poemario: LUZ DE AZAFRÁN. Según propias declaraciones, vuelve a la poesía, después de diecisiete años y lo hace con la solvencia de quien conoce el oficio y maneja la palabra poética en un mundo de estilos, movimientos literarios y cambiantes teorías.

Al libro lo preceden dos prólogos enjundiosos. El primero firmado por PEDRO PATZER que afirma: “LUZ DE AZAFRÁN, es una buena noticia para los sentidos humanos que han sido tomados como rehenes de la virtualidad. La poesía de BEBE nos invita a volver a palpar el mundo, a sentir que en nuestros cuerpos están latentes siglos de deseo y divinidad”. (BEBE PONTI” es el conocido pseudónimo artístico de nuestro escritor).

El otro prólogo que lleva la firma de MARINA CAVALLETTI: “Por si fuera poco la tensión entre lo metafísico y lo palpable, entre el saber y el no saber. Y esa antinomia alcanza a las amadas, a la poesía a la dimensión del sueño y la vigilia”.

El poemario está compuesto por 66 poemas breves, poemas de amor y como dice el poeta: “Los últimos nacieron ahora como un soliloquio interior, tal vez como un diálogo con la belleza, con el deseo, con la esencia, con lo no dicho”.

Si poeta. Toda poesía es un diálogo, con el todo o la nada, con lo que existe y con lo que no existe. Por eso dialogaba con su poesía y descubro el valioso lenguaje propio a la indagación y al asombro. Vale la afirmación de la búsqueda, aun en esa virtualidad que nos atrapa como “Realidad virtual” que no es otra cosa que el revés de la realidad. Los poetas no viven de sueños. Viven de las tres realidades: el universo, el idioma y su propio espíritu y de allí nace también una nueva realidad absoluta: la poesía. Extraña paradoja. Diotima, la maestra de Sócrates, le señala la mesa donde hacían las anotaciones y le dice: “Aquí no hay nada, pero puede haber algo” Que puede ser eso. Responde el filósofo. “Puede haber música y poesía. Comprendes Sócrates: QUE LO QUE NO ES: ES”.

ADOLFO MARINO, no estrega su libro real. En “Carta del autor” dice esa palabra que el la entiende: “Revelación”. Siempre estaremos cerca, pareciera que ocurrirá después de la última palabra. La gran poesía siempre está cerca.

“Su carta a la siesta” es admirable: “Viene el sol todos los días/ abre su bolsillo y sale la siesta con sus dos alas de oro/ cual bailarina subiendo por el cordel del hechizo./ Un instante más y la tierra se deshace/ aquí en Santiago.” En verdad, arden los remolinos y los atraviesa el vértigo de su furiosa danza de miedo y lujuria. En otra de lo que usted llama: “Carta al bar” termina: “Como una mancha de café, sobre la mesa, el recuerdo tiene la ferocidad/ de una naturaleza muerta”.

Y en uno de sus 33 poemas de amor: “MUCHACHA EN BICICLETA” “ Una muchacha en bicicleta/ pedalea en mi mente/ hasta perderse en la nostalgia, cierra mis párpados/ y se vuelve ámbar. A lo mejor se ha llevado el poema/ y yo sigo escribiendo en el aire/ como un equilibrista/ que salta al precipicio de una ilusión.”

El lenguaje creacionista, como le hubiera gustado a Huidobro, la sugerencia sutil. En el hondón de posibles interpretaciones, como si jugara con las palabras luminosas, en un salón en penumbras, donde se refleja un baile de esperanzas y brumas en busca de la revelación.

PRESENTACIÓN DE LUZ DE AZAFRÁN

El pasado viernes 3 a las 20 en una librería de la Avenida Belgrano Sud, se realizó la presentación del poemario LUZ DE AZAFRÁN del conocido poeta ADOLFO MARINO PONTI.

En un acto con una nutrida cantidad de concurrentes, la Prof. MELCY OCAMPO, actual Directora de la Biblioteca Provincial, fue quien realizó la presentación del libro. La Prof. Ocampo destacó los valores literarios de la obra, por la singularidad del lenguaje poético y lo meritorio de nuestro comprovinciano. A su turno el autor, nuestro BEBE PONTI , su conocido nombre artístico, leyó sus poemas entre el aplauso del público. Una noche saludable para la cultura santiagueña y una fiesta como hace mucho que no se realiza. 

Imagen: Ilustración de “Luz de azafrán”

FUENTE RESPONSABLE: El Liberal. 5 de marzo 2023.

Sociedad y Cultura/Literatura/Poemario/Nuestros escritores

Dos poemas de ‘Y un después’, de Alejandro Palomas.

El nuevo poemario de Alejandro Palomas, Y un después, es una reflexión sobre la soledad que nos asalta cuando nos quedamos huérfanos. El autor piensa en su madre mientras nos habla de la intimidad del duelo y el dolor de la ausencia. Las cinco piezas que componen este libro son, en realidad, un deseo de reencuentro con la progenitora que se fue.

En Zenda ofrecemos dos poemas de Y un después (Letraversal).

***

PIEL

Nací por cesárea.

Llegué dejando cicatriz.      Estrías sobre la piel.

¿Qué son, mamá?

Restos. De cosas.

¿Cosas como qué?

Cosas vivas, memoria.

¿Cosas que pasaron?

Cosas que quedaron.

Vivíamos en un pueblo de la costa.

Vacío en invierno, playa en verano.

Mamá nunca usó biquini.

Es por la piel, apuntó la mayor.

Es por las marcas esas, susurró la mediana.

Son como las olas de un dibujo, no me atreví a decir.

Pareces tonto, se rieron.

Un día mamá habló.

Son el rastro de las ballenas al pasar.           Son el primer tatuaje que se hizo el mundo.

Son un código secreto, muy secreto.            Son un cuento escrito en morse.

Son los restos de un naufragio.

¿Y duelen? ¿Las estrías?

Era una tarde de mar oscuro.

Olas pesadas como el mármol negro.

Viento roto de arena, sal y aire.

Una tarde de otoño marrón.

Calor de verano, color de invierno.

Recogidas las toallas, retirado el sol al oeste.

Nadie ya a la vista. Esa hora era.

La hora en que los peces se dibujan para los niños.

La hora en que los náufragos pueblan las playas.

La hora en que los faros le arrancan la oscuridad al horizonte.

La hora del frío que enerva la piel.

Esa hora era.

Mamá me peinaba.

Y yo me dejaba.

El viento no.

El viento quería llevarnos con él.

¿Cesárea qué es, mamá?

Es abrir un regalo con un cuchillo.

Había tardes así en otoño.

Todo estaba lejos.

Estaba todo.

Todo lejos.

En el bañador de mamá flotaban los lunares.

Negros sobre fondo rojo.

Planetas, los llamaba yo, y ella se reía.

Les poníamos nombre.

Lucero, Dora, Salomón, Renato…

Los nombres son importantes, decía.

Lo que no se nombra no se ve, decía.

¿Y tus estrías? ¿Tienen nombre?

Mamá no siempre contestaba.

Cuando callaba, el viento soplaba más.

Ella pensaba y yo esperaba.

Tan fácil todo, tan liviano.

No hemos vuelto a esa playa.

La playa de las estrías, la llamábamos.

Por la mañana, muy temprano, los tractores dejaban su rastro.

Rastrillaban la arena y la cortaban al bies.

Me cuentan en el pueblo que todavía lo hacen.

Trabajan de madrugada, cuando nadie habla.

Navegan callados, como las ballenas.

A veces veo sus luces desde mi ventana.

Rojas, redondas, lunares flotando sobre un fondo negro.

Ellos rastrillan y mamá no está.

Queda su cama, el colchón con su silueta.

Queda su olor y su rastro en la sábana.

Arrugas en algodón blanco.

Estrías que ya no están.

Al otro lado de la ventana, los planetas.

Una luz fugaz recorre en arco el universo.

El filo de un cuchillo.

¿Cesárea que es, mamá?

Cesárea será irme.

Cesárea será quedarte.

***

MANOS

Guillaume Dupuytren, así se llamaba.

Tejió su nombre en las manos de la humanidad.

Bautizó con él la enfermedad.

Palmas rizadas, arañas de mar.

Estrellas arrugadas boca arriba.

Nudos, redes de pescador bajo la piel.

Mamá envejeció desde las manos.

El diagnóstico le llegó en la madurez.

En su palma una nueva línea.

Perversa diagonal entre el pulgar y el meñique.

Mira, decía. Pasa el dedo.

Era un cable de funámbulo, duro como el acero.

Subterráneo, subcutáneo, submarino.

Los años –no la edad– fueron cerrándole los dedos.

Lotos crispados, conchas viejas.

Qué apellido tan noble para un mal tan ruin, decía.

Y también: los nobles, ya se sabe.

Dupuytren. Costó aprenderlo.

Tengo Dupuytren, por eso mis palmas se encogen.

Cada vez menos líneas, menos sitio, más pasado.

Mamá decía que de una madre se aprovecha todo.

Como del cerdo, rugía el abuelo.

Papá y el abuelo se reían, carcajadas como nueces rotas.

Uno el espejo exacto del otro.

De una madre se aprovechan todos, corregía la abuela.

Y también: ¿sabes lo primero que se nos gasta a las madres?

Las manos, se respondía mientras me veía merendar.

Antes incluso que el oxígeno, antes que la mirada.

Hasta que nuestras manos no notan vuestro peso, no somos.

No hay hijo porque no hay gravedad.

Habrá que seccionar el cable, habló el cirujano.

Ojos azules, dos cuchillos sobre una máscara blanca.

Más que manos, son redes, señora.

Mamá escuchaba sin interés.

Es mío, el cable es mío, se defendía su mirada.

Mío como mis hijos, como mi historia.

Mío como lo que construí de mí con ellas.

Con mis redes sostuve a mis tres hijos al nacer.

Barcos pequeños y frágiles navegando sobre mis estrías.

Mis redes los enredaron a la vida y a mí a ellos.

El cable es mío porque me lo he ganado, doctor.

El de la mano izquierda sujeta el presente.

El de la derecha maneja el timón de lo que vendrá.

Soy vieja, doctor, pero las redes aguantan.

¿Qué es una madre sino red?

Si destensa mis dos cables, me desarmaré.

Desgajada como una marioneta, dijo.

Mis manos arrugadas se quedan.

Se quedaron cuando quisieron cortarlas.

Se quedan ahora.

Mamá ha seguido fiel a su noble Dupuytren hasta el final.

A este paso necesitaré herraduras, bromeaba.

Palmas duras como campos vaciados de trigo.

Dos girasoles sobre el blanco de la cama.

Ahora descansan, frías, sobre algodón.

Dos violetas de caramelo.

Tanta ingravidez.

Y tanto pesar.

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Autor: Alejandro Palomas. Título: Y un después. Editorial: Letraversal. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

BIO

Alejandro Palomas (Barcelona, 1967) es licenciado en Filología Inglesa y Master in Poetics por el New College de San Francisco. Ha compaginado sus incursiones en el mundo del periodismo con la traducción de autores como Gertrude Stein, Oscar Wilde, Françoise Sagan y Jeanette Winterson. Entre otras, ha publicado las novelas Una madre, Un perro y Un amor, con la que ganó el Premio Nadal 2018. En 2016 obtuvo el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil con Un hijo, cuya continuación, Un secreto, vio la luz en 2019. Su obra ha sido llevada al teatro y se ha traducido a más de veinte lenguas. Dos de sus novelas, Una madre y Un hijo, han vendido sus derechos para su adaptación cinematográfica. En 2019 publicó el poemario Quiero (Poesía reunida, 2012-2018).

Imagen: Cubierta de portada de “Y un después”

FUENTE RESPONSABLE: Zenda. Apuntes, Libros y Cía. Por Laura Di Verso. Editor: Arturo Pérez-Reverte. 19 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/Literatura/Poesía

Escritoras, la literatura como salvación y libertad.

La literatura como un espacio de salvación y libertad para las mujeres es el asunto central de Escritoras (Lumen), un volumen ilustrado que revisa la vida y la obra de escritoras españolas desde finales del XIX hasta Carmen Martín Gaite (1925-2000), a cargo de las sevillanas Carmen G. de la Cueva, escritora y editora, y Ana Jarén, ilustradora.

Emilia Pardo Bazán, María Lejárraga, Elena Fortún, Carmen Laforet y Ana María Matute son otras de las escritoras de las que Carmen G. de la Cueva (Alcalá del Río, Sevilla, 1985) traza unas semblanzas biográficas y Ana Jarén (Sevilla, 1985), además de retratarlas, ilustra el transcurso de sus biografías con sus dibujos, algunos de aire onírico.

Carmen Baroja y Victoria Kent también comparten estas páginas con otras mujeres que dedicaron buena parte de su actividad intelectual al estudio y al rescate de la obra de escritoras, como Marisol Dorao, que dio a conocer la vida y la obra de Elena Fortún, o Carmen de Zulueta.

Escritora y profesora, Carmen de Zulueta, hija del ministro de la República Luis de Zulueta, desarrolló su labor en Estados Unidos y su perfil intelectual sirve para conectar con instituciones como la Residencia de Señoritas, primer centro oficial destinado a fomentar la enseñanza universitaria para mujeres en España, dirigido por la pedagoga institucionista María de Maeztu, otra de las protagonistas de Escritoras.

Carmen G. de la Cueva ha dicho a EFE que Escritoras no es una sucesión de biografías de escritoras sino que «como el ensayo anglosajón es una mezcla de reflexiones, de fragmentos autobiográficos y de mirada personal sobre estas autoras, un género híbrido que es muy accesible para el lector».

La autora, ha asegurado, ha tratado de hilar su propia experiencia personal como escritora y editora, y su vida, madre de un hijo, con la de estas mujeres para las que la literatura significó una tabla de salvación cuando la vida cotidiana las coartaba por las costumbres, por la falta de tiempo o por la maternidad.

De la Cueva considera necesaria la reivindicación de estas mujeres, de su obra y de su experiencia vital, mientras que no formen parte del canon y de un reconocimiento académico pleno, y ha lamentado, por ejemplo, el desconocimiento que pesa sobre la figura de Carmen Baroja pese al elevado valor literario de sus memorias, o que a Elena Fortún solo se la conozca por ser la creadora de Celia.

«Cuesta mucho hacerse escritora», es una de las frases de Escritoras que De la Cueva ha asegurado que sigue teniendo actualidad no solo porque las condiciones materiales no sean favorables a las mujeres que aspiran a serlo sino porque siempre se les hace más difícil confiar en su propia voz, como hicieron las protagonistas de este libro.

A diferencia de lo que sucede con los hombres, De la Cueva ha asegurado que a las mujeres se las desautoriza o, sencillamente, no se les presta atención cuando ya desde pequeñas expresan sus deseos literarios, y ha puesto como ejemplo la diferencia entre el número de obras presentados por hombres y por mujeres tanto a premios literarios como a las editoriales.

De la Cueva, que fundó el sello editorial La Señora Dalloway, que rescató entre otras obras los Diarios de Teresa Wilms Montt, ha asegurado que siempre concibió Escritoras como un libro ilustrado y que antes de acometer este proyecto sentía gran admiración por la obra de Ana Jarén, de quien incluido tenía colgada una ilustración en una pared de su casa.

Ana Jarén, autora de Amigas (2020) y Astrología para colorear (2022), comenzó como ilustradora en el mundo de la moda para posteriormente ampliar sus temas y colaborar en publicaciones como The Washington Post, Vogue y Marie Claire.

Imagen de portada: Gentileza Ilustración LUMEN

FUENTE RESPONSABLE: Zenda. Apuntes, Libros y Cía. Por Ana Jarén. Editor: Arturo Pérez-Reverte. 5 de marzo 2023.

Sociedad y Cultura/Literatura/Escritoras/Editoras.

Rebeldes y libres, de Lydia Cacho

La periodista mexicana Lydia Cacho ha entrevistado a cientos de españoles menores de dieciocho años. Les ha preguntado por sus sueños, sus aspiraciones, sus miedos, sus reivindicaciones, su concepción de la identidad sexual… 

Y ha descubierto que está subiendo toda una generación de mujeres que tienen totalmente asumido el feminismo como forma de pensar y que pronto serán las responsables de dirigir un país, el nuestro, que en nada se parecerá al de antes. El futuro ya ha nacido y tiene nombre de mujer.

En Zenda reproducimos la Introducción de Rebeldes y libres (La Esfera de los Libros).

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Introducción

Veamos, para comenzar debo advertirles que aquí voy a  decir cosas que no les gustan a muchos chicos, bueno, tampoco les gustan a muchos hombres ni a algunas mujeres; es que a mí me da por hacer preguntas incómodas y he aprendido a encontrar respuestas que no resultan muy atractivas para la gente que cree que lo sabe todo y en especial para aquellos que no quieren que las cosas cambien porque opinan que todo lo de antes era siempre mejor que lo de ahora.

Pero, bueno, comencemos por el principio, ¿vale?

Cuando yo tenía once años (o sea, hace muchísimos años), pedí un regalo de Navidad muy especial. Era un teléfono de plástico de colores rojo y azul. Sonaba cuando marcabas las teclas de los números y en cuanto lo ponías en el oído las palabras hacían eco y te hacía sentir que alguien al otro lado de un cable inexistente podía escucharte. Pues yo me sentía la más cool con mi intento de teléfono móvil de juguete hasta que una tarde mi padre me vio jugando sola contando una historia en el teléfono de plástico y con una libreta y un boli en mano. Me preguntó a qué jugaba y si me había vuelto loca, porque las niñas cuerdas no hablan solas, y una chica de once años no debía jugar a ser telefonista. «No, papá, no soy telefonista, soy la presidenta del planeta Tierra», le dije con toda la seguridad que me daba el personaje de mi juego. 

Él sonrió y me dejó hablando sola. Yo estaba totalmente convencida de que no estaba loca por jugar a la presidenta del mundo mundial en lugar de jugar con las muñecas y la cocinita como mi hermana mayor.

Os confieso que me di cuenta de que a las personas adultas les inquietaba que yo jugase a ser mujer adulta y no a ser mujer-mamá, y eso me parecía muy raro. ¿Por qué era mejor que una niña practicase para jugar a ser madre y cocinera y no a ser poderosa e inteligente?

Así que, una mañana, en casa de mi abuela favorita, le pregunté por qué las personas adultas creían que mi elección no era buena o adecuada. Mi abuela sonrió dulcemente y me dijo que, sin duda, yo podría ser la presidenta del mundo si me preparaba para ello. Evidentemente, mi siguiente pregunta fue cómo se prepara una niña de once años para dominar el mundo, y la abuela Marie Rose contestó que siendo rebelde. Fui a toda prisa a buscar un diccionario y encontré la definición perfecta: «Oponer resistencia», en pocas palabras, desobedecer. Entonces me dirigí a mi madre para preguntarle cómo se convierte una en rebelde, ella soltó una carcajada y me dijo que yo ya lo era, pero que si quería ser líder del mundo debía aprender a ser una rebelde con causa.

Fue así como comencé a buscar cuál era mi causa personal. Mientras tanto, jugaba a hablar por teléfono con personajes imaginarios o famosas como Marie Curie e Indira Gandhi que me daban consejos y me contaban historias de países lejanos donde había otras niñas que también querían gobernar o transformar el mundo. Así que se me ocurrió la no tan genial idea de promover en el cole que se creara un grupo de chicas del mundo que les dijeran a los adultos cómo hacer bien las cosas, que dejasen de hacer guerras y dictaduras y detuviesen la violencia que ejercían los gobernantes, esa que me daba tanto miedo. Y mi tío Manuel, que era un genio amoroso, me dijo que eso ya existía, que se llamaba ONU y que tal vez algún día yo podría trabajar allí, que había muy pocas mujeres entre quienes mandaban.

Mi tío Manuel fue el primer hombre que conocí que hablaba de feminismo; decía que todas las niñas deberíamos de ser feministas igual que todos los niños, entre otras cosas para que nadie nos llamara locas por pedir teléfonos en lugar de muñecas y por imaginar que podríamos cambiar el mundo. Así que sería feminista, pensé, ahora lo difícil era entender por qué ninguna de mis amigas pensaba que esa era la más cool, revolucionaria y genial idea del mundo.

Entonces descubrí que ser feminista, según la mayoría de las personas de hace cincuenta años, significaba querer hacer la guerra contra los hombres, dejarse crecer los pelos de las axilas y el del bigote, no ponerse sujetador y no usar minifalda. Yo no tenía muchos pelos aún, no tenía tetas y no me gustaban las faldas, así que no me preocupé por eso; era mediados de los años setenta y comencé a preocuparme por ser escuchada cuando decía que yo era una niña feminista y que todas las personas deberían ser feministas para que las niñas pudiesen hacer las mismas cosas que los niños. Mi madre y mi abuela, igual que mis mejores amigos y amigas del cole, estaban de acuerdo conmigo, pero las demás personas insistían en que las mujeres tienen un lugar en el mundo y ese lugar es su hogar, cuidar a los otros, tener hijitos, obedecer a su esposo y ver culebrones por las tardes.

Pasaron muchos años, y cuando a los veintitrés años entré a trabajar en un diario como reportera, ya no me importaba que me llamaran loca, ni que me recomendaran no confesar que era feminista; yo sabía lo que quería y nadie iba a impedir que me dedicase a descubrir historias importantes. Como la gente decía que ningún hombre quiere a una feminista decidida, pensaba que no encontraría el amor, y me casé felizmente con un hombre dulce que fue mi mejor amigo, que me amaba y me admiraba. Me dijeron que las feministas no tenían programas de radio y televisión, y tuve el mío en la radio y en la tele y lo anunciaba como Feminista (así, con mayúscula).

A los veintiocho años me daba igual que mis compañeros de trabajo dijeran que las mujeres nunca escriben tan bien como los hombres, o que las mujeres no pueden ser buenas reporteras de investigación, siempre seguí mis sueños y me preparé para encontrar el poder de mis causas. Mi padre me decía que si era disciplinada lograría todo lo que quisiera. Hoy he publicado diecinueve libros traducidos a más de diez idiomas, he viajado por ciento cuarenta y tres países y he recibido sesenta y seis premios internacionales, ¡más que ningún hombre periodista de mi país!

Por todo eso me emociona tanto poder hablar con vosotras, las chicas españolas, salir a las calles de diferentes comunidades para preguntaros cuáles son vuestras locuras, qué os inspira, si sois feministas y qué significa eso para vosotras. Quería que me contaseis vuestras propias historias de rebeldía y libertad para que se las mostremos al mundo. Vosotras elegisteis los temas, expresasteis vuestros miedos y analizasteis vuestros enfados, pero sobre todo vosotras sois dueñas de vuestras palabras y de vuestras ideas. Yo estoy feliz de poder compartir esta aventura feminista con chicas tan diferentes, inteligentes, fuertes y valientes como vosotras.

Debéis saber que hablé con chicas españolas pertenecientes a todos los lugares, desde Cataluña hasta Andalucía y Madrid, de Asturias a Valencia, del País Vasco hasta Extremadura pasando por La Rioja y Castilla-La Mancha; en cada una de las comunidades que recorrí, descubrí que niñas y niños se preguntan cómo se puede ser feminista sin excluir, sin discriminar, sin vivir su feminismo desde la ira, la rabia, el sectarismo, la violencia o la descalificación. ¿Se puede ser feminista sin ser activista? ¿Es posible ser cishetero y no tener que hablar de sexo todo el tiempo para ser cool? ¿Se consigue no ponerse etiquetas, pero ser chico solidario con todas las causas feministas? ¿Es correcto defender los derechos trans, pero decir que eres hetero y no quieres probar otra cosa? ¿Es verdad que en esta época ya no existen los armarios para ocultar la identidad sexual? ¿Por qué hay todavía tantos adultos que se oponen a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres? ¿Por qué los chicos y las chicas están tan enganchados al porno?

Las preguntas son infinitas.

Resulta fascinante descubrir vuestra necesidad por encontrar alguna forma de participar en los movimientos por la igualdad de una manera que sea fiel a vuestros sentimientos y dudas, a vuestras necesidades emocionales, psicosexuales, y fiel a esa forma singular en que descubrís y construís vuestras relaciones afectivas, familiares, eróticas y sexuales, es decir, vuestra identidad e idea del mundo en que habitáis, del futuro que vosotras deseáis.

Es en esa búsqueda donde encuentro la posibilidad de diálogo público más fascinante y útil, porque más allá de la cátedra feminista —que resulta indispensable para desarrollar y formarnos desde las ciencias sociales y la academia—, y más allá de los discursos de las políticas que quieren ganar votos, está la cuestión de la búsqueda cotidiana por sumarse a la causa de la equidad capaz de integrar muchas otras causas, que puede ser inspiradora, revelar nuevas ideas y, a la vez, una llamada urgente a la acción colectiva feminista en la que todas las chicas y mujeres tengan cabida.

Hablamos juntas de los movimientos de mujeres, así, en plural, esos en los que vosotras las chicas buscáis un reflejo personal, una brújula, un mapa para descubrir el camino hacia un mundo incluyente y solidario donde los nuevos lenguajes sean bien recibidos, donde las contradicciones se entiendan como parte natural de un proceso vital de búsqueda personal, donde quepan los sentimientos y la profunda emocionalidad del ser chica joven en crisis existencial, presionada por la hipersexualizacion de su entorno, por la aplastante idea de la estética del filtro de belleza y el perfecto instante trending de TikTok.

Me habéis dicho que las personas jóvenes buscan las claves que les hablan desde el corazón de sus anhelos y miedos en un diálogo que llegue a las emociones y al pensamiento con un discurso realista y empático que reconoce a todas las razas, las religiones y la diversidad de todas las mujeres: las marginales, las que no han tenido tiempo para descubrir el feminismo que les antecedió porque llegaron en una patera y desde niñas trabajan y estudian; las que tienen familias unidas y estables y saben que los derechos son algo bueno pero no sienten que el feminismo les llame por su nombre; las estigmatizadas en el mundo de migrantes no europeas; las que quieren ser amadas por los chicos o las chicas del colegio y están en un delicado proceso de descubrir cómo ser aceptadas sin ceder su verdadero yo ante los estereotipos del patriarcado.

Buscáis un feminismo que sea de brazos abiertos para las temerosas, para las que ya no quieren escuchar todo el tiempo que pueden ser violadas porque ya lo saben desde niñas, para las que viven en los barrios más ricos, los de clase media y los más pobres de España, todas tienen voz e ideas propias. A vosotras os he dicho, porque yo así lo he vivido, que el feminismo puede ser un camino y no la meta, que es una ruta de vida que se transforma y se nutre en la medida en que maduramos, que es la magia de la historia que inventaron nuestras bisabuelas, que es revolución sin armas, encuentro sin odio, búsqueda de justicia y no de venganza.

Allá afuera, entre nosotras, hay un feminismo que entrecruza caminos sin corriente de partido político, que agradece a las políticas que nos han dado leyes fundamentales para transformar la sociedad y desmontar poco a poco al machismo estructural, pero no se identifica con la lucha dentro del sistema político, un feminismo que tiene más preguntas que respuestas y no es dogma tallado en piedra ni filosofía de las privilegiadas que utilizan un lenguaje poco accesible a las mayorías.

Vosotras, las chicas de entre once y dieciséis años a quienes he entrevistado, buscáis junto con algunos chicos, el camino hacia un discurso propio que vaya de la mano con sus convicciones por construir un mundo afectivo más bello y donde su libertad tenga cabida en la música, las redes sociales, el baile, los grafitis, los videojuegos, la comunicación instantánea del TikTok, el cine, la diversión injustificada y todas las expresiones vitales, artísticas y culturales que os ayudan a vivir.

Este libro es para las que reniegan de etiquetas, un espejo de sus palabras, una búsqueda acompañada para mostrar el abanico de sus miradas hacia el mundo y desde su universo hasta el nuestro. Un puente, quizás, que ya construís vosotras, las chicas españolas.

Vuestras voces son el eco de un país que busca transformarse entre la negación y las costumbres, las contradicciones y un lenguaje de apariencia incluyente que no aterriza en la realidad colectiva incluyente. En su diversidad está el secreto de las verdades, que son muchas y válidas, que importan porque pertenecen a las que quieren romper los esquemas y necesitan herramientas para construir nuevos paradigmas feministas, más amplios, diversos y afectivamente solventes, espacios para una vida libre de violencia, sí, pero en los que la esperanza, la felicidad y el goce de vivir sean el eje de inspiración que os mueve hacia adelante en un mundo ya de por sí caótico, lleno de rabia y en crisis.

Me alegra saber que podemos escucharos para entender cómo acompañaros en el camino hacia el futuro, que será idealmente mejor que nuestro pasado. Que el feminismo crece y se reinventa.

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Autora: Lydia Cacho. Título: Rebeldes y libres. Editorial: La Esfera de los Libros. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

© Marco Alar.

Imagen: Cubierta de portada de “Rebeldes y libres”

FUENTE RESPONSABLE: ZENDALIBROS.COM 5 de marzo 2023

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