Newton y los secretos de la Gran Pirámide de Egipto.

Ruta, científica y geográfica, por los manuscritos del genio inglés, muchos de ellos protagonistas de sonadas subastas.

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En diversas ocasiones me he preguntado en qué acontecimientos del pasado me hubiera gustado estar presente. No son pocos; uno de ellos, la subasta de manuscritos de Isaac Newton que Sotheby’s organizó en Londres los días 13 y 14 de julio de 1936. 

Ya traté de esta subasta hace años, en julio de 2018, pero vuelvo ahora a ella estimulado por el recuerdo de otra, también newtoniana y a cargo de la misma firma, que tuvo lugar el 8 de diciembre de 2020, en la que se vendieron por 378.000 libras esterlinas (unos 500.000 euros) tres páginas de notas manuscritas de Newton, en las que discurría sobre la posibilidad de que la Gran Pirámide de Egipto escondiese secretos ocultos de trascendencia religiosa y científica.

En la subasta de 1936, en la que se ofrecieron 327 lotes, el total obtenido fue de 9.030 libras, equivalentes aproximadamente a unas 600.000 libras actuales. Pero para estimar correctamente la diferencia hay que tener en cuenta que los lotes de 1936 contenían más de 3 millones de palabras manuscritas de Newton, de las que en torno a 1.250.000 versaban sobre temas teológicos, 650.000 sobre alquimia y 250.000 sobre cronología de los reinos antiguos; mucho más de lo que escribió a lo largo de su vida sobre física o matemáticas.

John Maynard Keynes, el gran economista inglés, fue uno de los asistentes a aquella subasta. Adquirió 38 lotes, en los que gastó 655 libras esterlinas (unas 59.225 libras actuales), un pequeño esfuerzo económico para él, puesto que a comienzos de la década de 1930, gracias a sus inversiones en bolsa y propiedades, su patrimonio ascendía a alrededor de medio millón de libras.

Los “papeles” de física y matemáticas de Newton se conservan en la Universidad de Cambridge, mientras que los alquímicos, teológicos e históricos se hallan distribuidos por el mundo

Experto newtoniano y gran bibliófilo, Keynes poseyó cuatro ejemplares de la primera edición del libro inmortal de Newton, Philosophiae Naturalis Principia Mathematica (1687), en uno de los cuales incluyó la siguiente nota: “Compré esto [las cuatro copias] a David [un librero] por cuatro chelines, habiéndolos comprado él en Farringdon Road por cuatro peniques”. (Recordemos que 20 chelines constituían una libra, y doce peniques eran un chelín. 

El sistema decimal en la moneda se introdujo en el Reino Unido en 1971). El 19 de diciembre de 2016, un ejemplar de los Principia… se vendió por 3,7 millones de dólares.

¿Qué conclusiones se pueden extraer de estas abismales diferencias? La primera, obvia, es lo mucho que pueden cambiar con el tiempo los valores, las apreciaciones, culturales o de otro tipo.

En 1936 Isaac Newton era considerado uno de los grandes genios de la historia de la humanidad y, en particular, una gloria de Inglaterra. Y ya lo había sido en vida: en el mausoleo de su tumba, en la abadía de Westminster, uno de los más espectaculares, se inscribió (en latín): “Aquí está enterrado Isaac Newton, Knight [Caballero] que, por la fuerza de su mente casi divina, y sus propios peculiares principios matemáticos, exploró el curso y figura de los planetas, las trayectorias de los cometas, las mareas del mar, las diferencias en los rayos de luz, y lo que ningún otro escolar había imaginado antes, las propiedades de los colores producidos así […]. ¡Regocíjense los mortales de que existiera tal y tan gran ornamento de la raza humana! Nació el 25 de diciembre de 1642, y murió el 20 de marzo de 1726” (a modo de comparación señalaré que la tumba de Charles Darwin, justo al lado de la de Newton, está cubierta únicamente por una losa con su nombre).

Sin embargo, sus manuscritos no científicos, objeto de la subasta de 1936, no eran apreciados. De hecho, la historia de cómo llegaron a ser ofrecidos por Sotheby’s es muy interesante. Cuando Newton falleció, sus manuscritos y demás propiedades pasaron a John Conduitt, el marido de Catherine Barton, sobrina del científico, quien había vivido y cuidado de él en Londres cuando dejó Cambridge para trabajar –finalmente como director– en el Mint, la Casa de la Moneda inglesa.

Una de las páginas manuscritas de Newton que se subastó en Sotheby’s en 2020, en la que muestra su obsesión por las pirámides de Egipto

Una de las páginas manuscritas de Newton que se subastó en Sotheby’s en 2020, en la que muestra su obsesión por las pirámides de Egipto

De Conduitt llegaron a su hija, la vizcondesa Lymington, madre del segundo Earl de Portsmouth. Y en la casa Portsmouth permanecieron hasta julio de 1872, cuando el astrónomo John Couch Adams –recordado por haber predicho, al mismo tiempo que el francés Urbain Le Verrier, la existencia de Neptuno– junto con George Gabriel Stokes, catedrático lucasiano de la Universidad de Cambridge (la cátedra que había ocupado Newton en su alma mater), los recogieron para llevarlos a Cambridge, examinarlos y catalogarlos y decidir si la universidad aceptaría la generosa oferta de donación del vigente Earl de Portsmouth.

Finalizadas tales tareas en 1888, la Universidad de Cambridge decidió ¡aceptar sólo los manuscritos científicos (básicamente, física y matemáticas)!, mientras que el resto regresó a la casa Portsmouth, que en 1936 los pasó a Sotheby’s para su venta. Obviamente, la sensibilidad histórica, la apreciación de los diferentes caminos que puede seguir una mente científica tan excelsa como la de Isaac Newton, distaba mucho de la actual.

Y así, los “papeles” de física y matemáticas de Newton se conservan en la Biblioteca de la Universidad de Cambridge, mientras que los alquímicos, teológicos e históricos se hallan distribuidos por el mundo, algunos en paradero desconocido. Los que compró Keynes los legó a su college, el King ‘s College de Cambridge.

Aunque la disciplina de la historia de la ciencia nunca ha contado con demasiados puestos académicos en la universidad, adquirió mayor relevancia entre los científicos cuando, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, algunos de éstos desearon que se conocieran y recordaran sus trabajos. El “disparadero” en este sentido fue un proyecto, Sources for History of Quantum Physics (Fuentes para la Historia de la Física Cuántica) que un grupo de físicos, la mayoría estadounidenses, impulsó a comienzos de la década de 1960 con la ayuda de la Sociedad Americana de Física.

Se trató de recopilar, cuantos más materiales mejor, todo lo relacionado con la historia de la física cuántica, encargándose la dirección del proyecto al célebre historiador de la ciencia –antiguo físico– Thomas S. Kuhn, el autor de La estructura de las revoluciones Científicas (1962). Depositadas las copias en varias universidades, y en la American Philosophical Society (Filadelfia), los materiales reunidos han servido bien a los historiadores de esa rama de la ciencia.

Imagen de portada: Retrato del científico Isaac Newton, por J. Faber

FUENTE RESPONSABLE: El Español. El Cultural. Por José Manuel Sánchez Ron. 26 de enero 2023.

Sociedad y Cultura/Isaac Newton/Pirámides/Antiguo Egipto/ Manuscritos

Las lecciones orales de Roger Chartier.

En 2016, en la ciudad de Valdivia, Chile, el historiador Roger Chartier protagonizó junto a un  equipo de la editorial de la Universidad Austral, un encuentro que derivaría en un libro oral que abarca una variedad de temas ligados a su especialidad: el libro, la lectura y la cultura escrita. Aquí se reproduce el capítulo dedicado a Gutenberg de El pequeño Chartier ilustrado (Ampersand), con investigación y edición de los antropólogos Pedro Araya y Yanko Gonzalez. 

Gutenberg ha sido considerado un héroe de la modernidad. La invención de la imprenta, es decir, la invención de la reproducción mecánica de los textos con caracteres móviles y una prensa para imprimir, fue evidentemente considerada como la apertura de la modernidad. 

Muchos más libros podían ser publicados y ser adquiridos por más lectores; mientras que el mismo lector podía leer más libros que cuando existía solo la publicación manuscrita. Entonces, desde el siglo XVI, Gutenberg aparece como un héroe de los tiempos modernos, el fundador de la ruptura con el mundo medieval. 

Esta figura la podemos encontrar hasta el XIX en las fiestas, celebraciones y alabanzas a Gutenberg, pero requiere matices. La primera es que la invención no se atribuyó siempre a Gutenberg, sino que a otros inventores. 

No importa mucho esta controversia sobre el autor de la invención, pero sí muestra que en el siglo XV aparecieron la necesidad y la búsqueda en varias partes de Europa de una invención técnica que permitiera la multiplicación de los ejemplares de un mismo libro de manera más amplia y más rápida que la copia manuscrita. De ahí las propuestas de Johan Fuss en Alemania, de Prokop Waldvogel en Aviñón, de Laurence Coster en Ámsterdam como competidores de Gutenberg, el que finalmente ganó el combate de esta controversia.

Pero es claro que la multiplicidad de estas figuras de inventores de la imprenta indica un momento histórico en el que las nuevas técnicas de la metalurgia hicieron pensable y posible la reproducción mecánica de los libros.

La segunda observación es que la imprenta, definida como composición con caracteres móviles e impresión con una prensa de mano, no impide otras formas tecnológicas para realizar lo mismo. 

En Europa, a partir del siglo XIX, la industrialización de la imprenta introdujo una ruptura fuerte, especialmente desde 1810-20 en Inglaterra con las primeras prensas de vapor. 

Y después, a finales del XIX, la mecanización de la composición tipográfica es otra transformación técnica fundamental. De igual modo, se debe considerar la discusión clásica sobre la invención de la imprenta en el mundo asiático, en China y en Corea, antes de Gutenberg. 

Es verdad que desde el siglo XI se imprimían textos en China a partir de caracteres móviles. Pero no era una técnica bien adecuada por el gran número de caracteres de esa lengua y es la razón por la cual fue utilizada solamente en el palacio imperial o los grandes monasterios. 

La técnica común era diferente: sin caracteres móviles ni prensa de imprimir. Se imprimían los textos a partir del grabado de estos en planchas de madera y posterior presión de las hojas de papel puestas sobre la plancha. Entonces, no debemos pensar solamente la imprenta en los términos de Occidente. La xilografía permitió una larga cultura impresa en China, en Corea y, después, en Japón, sin caracteres móviles ni prensa de imprimir. 

Gutenberg inventó una nueva forma de reproducción de los textos, pero no inventó una nueva forma de libro.

El famoso libro de Lucien Febvre y Henri- Jean Martin, de 1958, cuyo título es L ’Apparition du livre, se dedica enteramente a medir las consecuencias de la invención de Gutenberg, del libro considerado como “mercancía”, que es el título de la primera parte de esta obra, y su rol en el Renacimiento y la Reforma protestante. 

Su título es particularmente desdichado porque supone que es con la imprenta que “apareció”, nació el libro. Era la idea de Febvre. Pero desde mucho antes que Gutenberg existían libros con la forma del cual el libro impreso fue heredero. 

Me refiero a la forma del códex o códice, el libro que está compuesto por hojas de papel doblada y encuadernadas y que se instaló como la forma dominante del libro entre los siglos II y IV de la era cristiana, sustituyendo a los rollos de los Antiguos. 

Ahí sí hay lo que podemos llamar la “aparición” del libro, si entendemos por libro un códex, como en el caso del inglés book, que se refiere solo a esta forma material. En nuestras lenguas hablamos de los libros griegos y romanos, pero estos libros no tenían nada que ver con un códex. 

Esta invención de los primeros siglos de la era cristiana es tal vez más esencial para la cultura escrita que la invención de Gutenberg, porque es con el códex manuscrito que fueron posible prácticas de lectura y relaciones con los textos que eran prácticamente imposibles en los rollos. En primer lugar, escribir mientras se lee. 

Esto es imposible para el lector de un rollo, porque sus dos manos están movilizadas por los dos soportes del texto. Si quiere escribir, debe cerrar el rollo y liberar una de sus manos, como lo vemos en algunos de los frescos de Pompeya. Una segunda diferencia es que era imposible establecer índices en un rollo porque no tiene páginas o folios, ni hojearlo, porque no tiene hojas; entonces, era muy difícil la identificación de un fragmento en particular. 

Las nuevas posibilidades abiertas por el códex explica por qué las comunidades cristianas, si bien no fueron las primeras ni las únicas que los utilizaron, sí fueron quienes lo adoptaron rápida y masivamente, pues el cristianismo es una religión que compara el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento en la lectura tipológica; una religión que extrae fragmentos para el culto, para la predicación, para la oración; de modo que estas comunidades encontraron en el códex un instrumento mucho más cómodo para este tipo de prácticas que los rollos. 

La tercera diferencia es que una obra de cierta importancia está dividida en varios rollos, mientras que un códex puede abarcar varias obras. Entonces, se invierte la relación entre obra y libro.

Una obra, como las Historias de Tito Livio, o los textos filosóficos, se diseminaban en varios rollos, lo que explica por qué cuando se copiaron en las formas de códices los rollos de la Antigüedad en los monasterios –entre los siglos VI y IX- y faltaban algunos rollos, faltaban partes de la obra. 

Esta es la razón por las que tenemos muchas obras incompletas de la Antigüedad, a menudo sin sus primeros “libros”, en el sentido de “partes” de la misma obra. 

En cambio, el códex engordó progresivamente y abarcó más obras en un mismo libro. Vemos aquí una relación completamente diferente entre libro y obra. Esta invención, aunque no tiene su Gutenberg, pues no sabemos quién inventó el primer códex, sí tiene una enorme importancia en la larga duración de la cultura escrita, aún más fuerte que la invención de Gutenberg.

La última observación sería que la invención de la tipografía no implicó una desaparición de la cultura manuscrita. Después de la invención de Gutenberg, la gente siguió escribiendo informes, cartas, diarios, memorias, etcétera.

También se mantuvo la edición manuscrita, porque para algunos géneros la forma manuscrita permite una circulación más controlada de los textos, asegura la apertura de libro, que se puede aumentar sin fijar su contenido, y autoriza una circulación más discreta de los textos heterodoxos o heréticos.

En los últimos veinte a veinticinco años, la historia del libro hizo hincapié en los diversos géneros de la publicación manuscrita en la era de Gutenberg: antologías poéticas, libelos políticos, textos protestantes en países católicos, textos jansenistas en Francia, textos radicales de la ilustración, “libros filosóficos” como decían los libreros, o textos que mezclaban erotismo y filosofía. Todos esos géneros circularon ampliamente en forma manuscrita.

No quiero destruir la fama de Gutenberg con mis palabras. Pero, evidentemente, el impacto de la invención de Gutenberg, que algunos historiadores como Elizabeth Eisenstein consideran como una verdadera revolución que dio a los textos conservación, fijación y multiplicación, se debe matizar desde la perspectiva de una historia de más larga duración de la cultura escrita, haciendo hincapié en la coexistencia, durante el mundo gutenbergiano mismo, de varias formas de publicación.  

Imagen de portada: Gutenberg

FUENTE RESPONSABLE: Página 12. Argentina. Por Roger Chartier.

Sociedad y Cultura/Tecnologías/Imprenta/Codex/Manuscritos/Libros.

Manuscritos de hasta mil años de antigüedad revelan espantosos remedios de la época medieval.

La mayoría de los manuscritos datan de los siglos XIV o XV, y el más antiguo tiene 1.000 años de antigüedad. Carne que crece en el ojo del hombre, úlceras virulentas y cánceres son solo algunas de las inquietantes dolencias reveladas en los recetarios que afectaban a los pueblos medievales.

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(CNN) — Si bien hoy en día es posible que comas un plato de sopa de pollo para combatir un resfriado, un nuevo proyecto que descubrió manuscritos de hasta 1.000 años de antigüedad revelan los extraños remedios médicos recomendados en la era medieval.

La violencia de la sociedad medieval se detalla en las recetas, desde horripilantes tratamientos derivados de animales hasta consejos sobre cómo reparar huesos rotos o determinar si se ha fracturado un cráneo.

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Estos manuscritos de hasta 1.000 años de antigüedad revelan los extraños remedios médicos recomendados en la era medieval.

cnnespanol.cnn.com

La Biblioteca de la Universidad de Cambridge del Reino Unido ha lanzado un proyecto de dos años para digitalizar, catalogar y conservar los más de 180 manuscritos medievales que contienen aproximadamente 8.000 recetas médicas escritas a mano y sin editar.

La mayoría de los manuscritos datan de los siglos XIV o XV, y el más antiguo tiene 1.000 años de antigüedad. Algunos son simples libros de bolsillo diseñados para ser transportados y podrían haber sido hechos por los mismos médicos, según un comunicado de prensa de la Universidad de Cambridge el miércoles.

Dibujos de frascos de orina, que ilustran los diferentes colores de la orina de un paciente, con sus dolencias descritas en círculos arriba, siglo XV. Crédito: The Master and Fellows of Trinity College; cambridge.

Las recetas suelen constar de una breve serie de instrucciones sencillas, similares a un libro de recetas o de cocina de hoy en día.

En los textos, hay ingredientes comunes con los que estamos familiarizados hoy, incluidas hierbas como la salvia, el romero, el tomillo y la menta, así como especias como el comino, la pimienta y el jengibre.

Sin embargo, también hay algunos ingredientes cuestionables, en particular los derivados de animales.

Receta “para la enfermedad del sudor”, insertada en una compilación de información doméstica, siglo XV. Crédito: Biblioteca de la Universidad de Cambridge.

¿Sufres de gota? Un tratamiento medieval consistía en rellenar a un cachorro con caracoles y salvia y asar al animal sobre el fuego. Luego, la grasa extraída se usaba para hacer un ungüento.

Una receta alternativa proponía salar un búho y hornearlo hasta convertirlo en polvo y mezclarlo con grasa de jabalí para hacer un ungüento para frotar sobre el cuerpo de la víctima.

¿Qué pasa con las cataratas? Una receta sugería mezclar vesícula biliar de liebre con miel y aplicarla en el ojo con una pluma. Este es un tratamiento de tres noches.

Diagrama del cuerpo humano, que muestra las venas que se abren para la extracción de sangre, siglo XVI. Crédito: The Master and Fellows of Trinity College; cambridge

“Estas recetas son un recordatorio del dolor y la precariedad de la vida medieval: antes de los antibióticos, antes de los antisépticos y antes de los analgésicos como los conoceríamos todos hoy”, dijo James Freeman, especialista en manuscritos medievales de la Biblioteca de la Universidad de Cambridge quien lidera el proyecto Curious Cures.

“Detrás de cada receta, por lejana que sea, hay una historia humana: Experiencias de enfermedad y de dolor, pero también el deseo de vivir y de estar sano. Algunos de los más conmovedores son aquellos remedios que hablan de las esperanzas o trágicas desilusiones del pueblo medieval: Una receta ‘para hacer que un hombre y una mujer tengan hijos’, para saber si una mujer embarazada lleva un niño o una niña, y ‘para dar a luz a una mujer de un niño muerto’”, agregó.

Diagrama de diagnóstico que relaciona la edad, el temperamento, las estaciones y los elementos de un paciente, siglo XIV. Crédito: The Master and Fellows of Trinity College; cambridge

Carne que crece en el ojo del hombre, úlceras virulentas y cánceres son solo algunas de las inquietantes dolencias reveladas en los recetarios que afectaban a los pueblos medievales.

Las imágenes digitales de los manuscritos, junto con las descripciones detalladas y las transcripciones producidas por los catalogadores del proyecto, se publicarán y estarán disponibles gratuitamente para que cualquiera pueda acceder a ellas en la Biblioteca Digital de Cambridge, dijo Freeman.

“El objetivo es ayudar tanto a los investigadores como al público a comprender, estudiar y valorar estos artefactos únicos e insustituibles”, añadió.

Imagen de portada: The Master and Fellows of Trinity College

FUENTE RESPONSABLE: Futuro 360. 18 de agosto 2022

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