Serguéi Prokófiev, música y ajedrez hasta la muerte.

La vida de Serguéi Prokófiev es su obra: siete óperas, otras tantas sinfonías, nueve sonatas para piano, ocho ballets, cinco conciertos para piano, dos para violín, uno para violonchelo, un concierto para violonchelo y orquesta, música para cine y diversas piezas menores. Todo ello lo hizo uno de los mayores compositores del siglo XX.

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Prokófiev nació en Ucrania, en Donetsk, hoy una zona en litigio, pues Rusia reclama su pertenencia desde antes de la reciente invasión. Llegó al mundo un 23 de abril de 1891 (el 11 de abril, según el viejo calendario gregoriano). Su padre fue un ingeniero agrónomo y su madre una ex sierva. Ella había aprendido a tocar el piano en la niñez y fue quien lo inspiró para dedicarse a la música.

A los cinco años compuso su primera obra, Galope indio, y a los siete ya sabía jugar ajedrez, una afición que se acrecentaría con el tiempo. 

Luego de su primer viaje a Moscú, a los nueve años, regresó impresionado por la sinfónica de la ciudad. Esa fascinación lo llevó a componer su primera ópera, El gigante. Fue en ese momento cuando empezó a utilizar armonías disonantes y compases inusuales que expresó en piezas breves para piano, con lo que definiría el estilo que lo distinguió de todos los otros compositores.

En 1904, gracias a la iniciativa de su madre, fue a San Petersburgo donde conoció a Aleksandr Glazunov. El profesor quedó impresionado con la obra y la técnica de Prokófiev, quien para entonces había compuesto dos óperas más, Islas desiertas y La fiesta en la época de la peste y trabajaba en una cuarta, Undina. Serguéi fue uno de los alumnos más jóvenes del conservatorio y tuvo como uno de sus profesores a Nikolái Rimski-Kórsakov en la materia de orquestación.

Su padre murió en 1910, con lo que cesó el apoyo financiero, pero Serguéi ya era conocido como compositor fuera del conservatorio y aparecía en la programación de Noches de Música Contemporánea, donde interpretaba algunas de sus obras para piano. Los organizadores de aquellas sesiones lo invitaron a estrenar en Rusia Drei Klavierstücke, op. 11, de Arnold Schönberg.

Prokófiev ya era un experimentador avezado. Tenía sus disonantes Etudes, op. 2 y Sarcasmos para piano, op. 17, y con sus dos primeros conciertos para ese instrumento causó un escándalo, sobre todo con el segundo, estrenado en agosto de 1913. El público salió furioso: «¡Al diablo con esa música futurista!». Todo ello abonaría para hacerse una mala fama, pues no era identificado con el nacionalismo ruso.

Cuando viajó al extranjero por primera vez, en 1913, fue a París y Londres, donde conocería a Serguéi Diáguilev y los Ballets Rusos. Al año siguiente, a los veintitrés, finalizó sus estudios en el conservatorio y fue el mejor entre los cinco estudiantes distinguidos del colegio. Obtuvo como premio un piano de cola Schreder, además de la presea Anton Rubinstein. Prokófiev fue el primer alumno que se graduó ejecutando una pieza de su autoría, el Concierto para piano núm. 1.

***

El ajedrez era parte de su vida. Estudiaba, asistía a torneos y jugaba partidas informales con amigos. 

El primer campeón mundial que enfrentó fue Alexander Alekhine, en 1914, en una exhibición de simultáneas a la ciega en Petrogrado. El músico jugó con su amigo, Bashkirov pero fueron superados en treinta y un movimientos. Desafortunadamente, la transcripción de la partida no es precisa.

En mayo de ese año José Raúl Capablanca fue a Moscú para participar en un torneo. Faltaban siete años para que se convirtiera en campeón del mundo, pero ya era una figura del ajedrez mundial. Los organizadores de la competencia le pidieron al cubano una exhibición de simultáneas durante tres días consecutivos.

Prokófiev anotó en sus Diarios: «A las ocho en punto fui a la apertura del Campeonato de Ajedrez y me trasladé inmediatamente a un reino encantado, un reino vivo con la actividad más increíble en las tres salas del Club de Ajedrez y tres salas más puestas a disposición por el Comité de la Asamblea. Este torneo es un asunto de alto nivel, todos con frac y ahí estaban los propios maestros, cada uno rodeado por una multitud de admiradores». 

Y describe así a José Raúl Capablanca: «Es una persona absolutamente irresistible, vivaz, guapo, ingenioso y, este es el punto, un genio. Deberías haber visto lo rápido que mostró los errores de nuestros maestros de Petersburgo: ¡en el acto, en el instante en que terminaron sus partidas, y justo enfrente de sus propios ojos! Estaba fascinado».

El músico se anotó como participante en las tres rondas de simultáneas de Capablanca. Perdió las dos primeras partidas, pero ganó la última: «Estaba cerca de casa cuando me di cuenta horrorizado de que eran las ocho menos cuarto y el encuentro de simultáneas con Capablanca era a las ocho. Como un lunático me arranqué el frac, me puse una chaqueta y, sin comer, llegué al torneo en un auto que por casualidad pasaba por allí».

La primera partida se igualó rápidamente y parecía que llegarían al empate. «Desgraciadamente, todavía quedaban otras cinco o seis partidas y Capablanca jugó tan rápido que no tuve tiempo para analizar. De una forma u otra rompió la línea de mis peones y ganó la partida».

Sobre el segundo encuentro Prokófiev anotó el 15 de mayo de 1914: «La partida se inició así: 1. d4 d5, 2. Cf3 Af5, 3. c4 Cc6, con la amenaza de Cb4, tras lo cual Capablanca se paró frente a la pizarra durante dos o tres minutos con el ceño fruncido y tirando de su cabello. Yo estaba emocionado más allá de las palabras por haber puesto al campeón en un verdadero problema». Pero a pesar de todo el compositor perdió la partida.

Escribe en la siguiente entrada de su diario: «Por la tarde, una vez más al torneo de ajedrez para jugar con Capablanca. La partida comenzó como ayer, pero las cosas fueron un poco más difíciles: Capablanca no perdió la calidad, pero no ganó ninguna pieza. Él atacó, lo que hizo las cosas muy difíciles, pero resistí enérgicamente. Capablanca movió sus otras piezas con estilo, dejándolas expuestas para que las ataquen, pero yo hubiese perdido la partida. Después de dos horas de juego de repente vi una combinación y le dije a Iakhontov, quien estaba a mi izquierda, «voy a ganar la partida»».

Con el corazón agitado le pidió al maestro cubano una vuelta más para analizar la posición: «Cuando volvió a aparecer, estaba bastante nervioso porque había ideado una trampa para darle mate en tres movimientos. Hice mi jugada. Capablanca estaba a punto de responder, pero se detuvo al ver la celada y después de reflexionar sacrificó una pieza. De lo contrario no habría podido salvarse. Así que tenía una pieza extra y ahora debía usarla. Hubo un momento en que realmente tuve miedo y parecía que Capablanca escaparía, pero no pudo y perdió. Celebré mi victoria y fui felicitado. Bashkirov me invitó a tomar el té a su casa y le dije que era tarde, pero sabiendo que Capablanca iba, acepté la invitación». 

Durante la velada, el ajedrecista cubano se mostró exhausto y estuvo en silencio. Le pidieron a Prokófiev que interpretara Tannhäuser y, aunque pensó en negarse, finalmente lo hizo y también tocó el Preludio para arpa. Capablanca escuchó con atención, pero dijo no conocer mucho de música. Salieron en la madrugada y caminaron un buen rato hasta que se separaron para dirigirse cada quien a su destino. «Eran las tres de la madrugada y estaba bastante claro», cuenta el compositor.

Blancas: José Raúl Capablanca

Negras: Serguéi Prokófiev

Apertura de peón de Dama

1. d4 d5, 2. Cf3 Cf6, 3. c4 Af5, 4. Db3 Cc6, 5. Dxb7 Ca5, 6. Da6 Cxc4, 7. Cc3 e6, 8. e4 dxe4, 9. Bxc4 exf3, 10 Dc6+ Cd7, 11. g4 (diagrama) 11… Ag6 (si 11… Axg4, 12. Tg8 y las blancas tienen compensación por el peón entregado), 12. Ag5 Ae7 (claro que no Dxg5 porque se pierde la torre de a8), 13. Axe7 Rxe7, 14. 0-0-0 Te8, 15. h4 h5, 16. gxh5 Axh5, 17. Cb5 Rf8, 18. d5 Df6, 19. dxe6 Ce5, 20 Dc5+ Rg8, 21. exf7+ Axf7, 22. Axf7+ Dxf7, 23. Rb1 Tab8! (las negras están montando un fuerte ataque y amenazan con doblar las torres en la columna b), 24. Cxc7? (Capablanca perderá esa pieza. Diagrama. De todas formas, si 24. Cc3 Tb6, seguido de Teb8) 24… Tbc8, 25. Tc1 Te7, 26. Dd6 Texc7, 27. Txc7 Dxc7, 28. De6+ Rh8, 29. a3 Dc2+, 30. Ra1 Cd3, 31. Tb1 Cxf2, 32. h5 Dc6, 33. Df5 Ce4, 34. Dxf3 (esto simplifica aún más la posición) 34… Cd2, 35. Dxc6 Txc6, 36. Td1 Tc2, 37. Tg1 Tc5, 38. Tg6 Txh5, 39. Ta6 Cb3+, 40. Ra2 Ta5, 41. Txa5 Cxa5, 42. b4 g5, 43. Rb2 g4 Rinden blancas.

Después de 11. g4.                Luego de 24. Cxc7.

La amistad entre el ajedrecista y el músico se consolidó y Prokófiev solía referirse al cubano como Capablanchik. En noviembre de 1918 escribió en sus diarios: «Con Capablanca para ver a la señorita Eleanor Young, la dama con la que vivió durante seis años. Es una joven refinadísima, esbelta, pálida, muy encantadora y muy americana. Éxito colosal (el mío con ella). Capablanca, que está a punto de casarse con otra mujer, me aconseja aprovechar este éxito».

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Ígor Stravinski había sugerido a Diáguilev una colección de cuentos populares reunidos por Aleksandr Afanásiev como tema para un ballet. Diáguilev le sugirió a Prokófiev llevar a término el proyecto. El ballet se estrenó en París en mayo de 1921 y fue un gran éxito. Stravinski afirmó que «era la única pieza de música moderna que podría escuchar con placer» y Maurice Ravel la calificó como la «obra de un genio».

El año de la Revolución rusa fue uno de los más productivos de Prokófiev: el Primer concierto para violín, la sinfonía Clásica, la Tercera y Cuarta sonatas para piano, las Visiones fugitivas para piano y el inicio del Tercer concierto para piano.

En mayo de 1918, el comisario del pueblo para la Educación, Anatoli Lunacharski, firmó el permiso para que el músico viajara a Estados Unidos. «Eres un revolucionario en la música —le dijo Lunacharski—, somos revolucionarios en la vida. Debemos trabajar juntos. Si quieres ir a Estados Unidos no me interpondré en tu camino». 

Sin embargo, la estadía en Estados Unidos no fue exitosa. Hizo conciertos en Nueva York, pero el contrato con la Chicago Opera Association para estrenar su ópera El amor de las tres naranjas nunca se realizó. Dos años después, frustrado, fue a París. Algunos de sus biógrafos afirman que no fue a Rusia porque implicaba reconocer su fracaso.

En París se reúne con Diáguilev para montar nuevamente El bufón. En la audición preparatoria estuvo presente Stravinski, pero solo escuchó el primer acto y le pidió a Prokófiev no «perder el tiempo componiendo óperas». Serguéi trató de dar una respuesta mesurada: «No estás en posición de establecer una dirección artística general, ya que no eres inmune al error». Según Prokófiev, Stravinski «se volvió incandescente por la ira y casi llegamos a las manos y nos separamos con dificultad. Nuestra relación se tensó y durante varios años la actitud de Stravinski hacia mí fue crítica». Al parecer el compositor de La consagración de la primavera convenció a Diáguilev de no trabajar con Prokófiev porque, en efecto, se cancelaron todas las representaciones del ballet.

Con el tiempo llegó la reconciliación, aunque a Prokófiev no le gustaba la «estilización al modo de Bach» de Stravinsky quien, a su vez, decía que aquél era el mejor compositor ruso de su tiempo… después de él.

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En los años veinte conoció a Vasili Smyslov, quien entonces se debatía entre dedicarse al ajedrez o al canto operístico, pues era un barítono con grandes cualidades. Como sabemos, Smyslov fue el séptimo campeón mundial. Ambos se reunían en el Club de Ajedrez de Moscú para jugar partidas amistosas.

En febrero de 1922, Capablanca asistió al mítico Manhattan Chess Club para una exhibición de simultáneas contra cuarenta contrincantes y Prokófiev fue uno de los participantes. «Desarrollé un ataque furioso —cuenta el compositor—y pensé que iba a derribar a su eminencia. Hasta ahora no entiendo cómo logró liberarse y lanzar un contraataque. Aun así, aguanté más que nadie, y Capablanca, una vez que hubo despachado a todos, se sentó frente a mí con las palabras: «Manitenant je vais jouer avec mon ami» («Ahora voy a jugar con mi amigo»)».

De inmediato se reunieron cuarenta o cincuenta personas alrededor del tablero a seguir el desenlace de la partida. «Después de resistir heroicamente durante veinte movimientos, finalmente tuve que bajar los brazos. Mientras tanto, B. N., no sin mi ayuda, había empatado su partida, un empate genuino, que lo enorgullecía y lo alegraba mucho. En conjunto la velada fue una ocasión realmente excepcional».

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Serguéi Prokófiev contrajo matrimonio el 8 de octubre de 1923 con Lina Codina, española de nacimiento e hija de Juan Codina, un tenor español y Olga Nemiskaia, una cantante de ópera. Prokófiev y Lina se habían conocido años antes en Nueva York. Ella tenía veintiún años y el compositor veintisiete. Cuando en 1920 Prokófiev dejó Estados Unidos para atender compromisos en Europa, Lina no dudó en acompañarlo, pese a la oposición de su madre. El primer hijo del matrimonio, Sviatoslav, nació en febrero de 1924 y años después Oleg.

Pero la relación no era auspiciosa y el músico conoció a la ucraniana Mira Mendelssohn, nacida en 1914, con quien se casaría sin haberse divorciado de Lina. Mira era guionista y fue la coautora de dos obras muy reconocidas de Prokófiev, Bodas en un monasterio y Guerra y paz. Fue la única hija de Abram Solomonovich (1885-1968) y Vera Natanovna (1886-1951). Su padre era economista y su madre era miembro destacado del Partido Comunista de la Unión Soviética. Estudió literatura en Moscú y se especializó en poesía y traducción al inglés.

Según sus memorias, conoció a Prokófiev en agosto de 1938 en un balneario en Kislovodsk, donde estaban de vacaciones. Mira lo calificó como «amor a primera vista». 

Ella tenía veinticuatro, él cuarenta y nueve años.

De todas maneras, cuando durante la invasión nazi Prokófiev y centenares de artistas fueron evacuados de Moscú, el músico le propuso a Codina que lo acompañara, pero ella se negó y permaneció en la capital con sus dos hijos. 

En 1948 Lina fue apresada, acusada de espionaje. Sus visitas a las diversas embajadas para conseguir alguna visa y abandonar la Unión Soviética fueron el pretexto para que la policía estalinista la acusara de traición. Torturada y sometida a un juicio al estilo del régimen, fue condenada a veinte años de prisión, pero luego de siete en el gulag fue liberada tres años después de la muerte de Stalin. Prokófiev ya había muerto y el gobierno soviético reconoció su matrimonio y le asignaron una pensión. Finalmente dejó Moscú en 1974 y moriría en Londres en 1989.

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En 1924 juega ajedrez con otro amigo, Maurice Ravel, y está registrada una partida disputada ese año en Mont-Joli, un suburbio parisino.

Blancas: Serguéi Prokófiev

Negras: Maurice Ravel

Mont La Joli 1924

Nimzoindia, variante Leningrado

1. d4 Cf6, 2. c4 e6, 3. Cc3 Ab4, 4. Ag5 Cc6, 5. e3 0–0, 6. Ad3 d5, 7. Cge2 a5, 8. Dc2 h6, 9. h4 hxg5? (un grave error estratégico. La columna h está abierta para atacar al enroque negro), 10. hxg5 Te8 (no hay más. Si 10… Cg4, 11. Ah7+ Rh8, 12. Ag8+ Rxg8, 13. Dh7 y mate a la siguiente. Diagrama), 11. gxf6 Dxf6, 12. 0-0-0 dxc4, 13. Ah7+ Rf8, 14. Ce4 De7, 15. Cf4 b5, 16. Th5 e5? (Ravel ve poco. El final ha llegado), 17. Cg6+ fxg6, 18. Axg6 Ae6, 19. Tdh1 Tad8, 20. Tf5+ (si 20. Th8+ Ag8, 21. Ah7 Rf7 y las negras aguantan) 20… Rg8, 21. De2 (definitiva entrada de la dama) 21… Axf5, 22. Th8+ Rxh8, 23. Dh5+ Rg8, 24. Dh7+ Rf8, 25. Dh8 mate.

Serguéi Prokófiev

En julio de 1933, en el famoso Café de la Régence —el lugar preferido de Napoleón y François André Danican, mejor conocido como Philidor— jugó dos partidas contra Saviely Tartakower y ganó la primera y empató la segunda. Por supuesto presumió sus resultados obtenidos ante el gran ajedrecista polaco. «Tartakower es uno de los jugadores más fuertes del mundo —le dijo a Ephraim Gottlieb— así que puedes imaginar lo orgulloso que estaba con la victoria. Cuando, después de las partidas le pedí a Tartakower que me mostrara qué error cometió para perder, respondió: «No cometí ningún error, simplemente jugaste bien»». 

Tartakower, además, era conocido por su ingenio y buen humor. Su frase «los errores están ahí esperando que los cometas» debería escribirse en piedra.

En la posición del diagrama las blancas, conducidas por el compositor, fuerzan la continuación. Los comentarios son de Tartakower:

1. Txd6+ cxd6, 2. Rh5 d5, 3. exd5 cxd5, 4. Rxh6 Rc3, 5. Rxg5 Rxc2 (si 5… d4, 6. Rf4 Rxc2, 7. Re4), 6. d4!! (movimiento ganador. Por otro lado, después de 6. h4 Rxd3 7. h5 d4, 8. h6 Rc2, 9. h7 d3, 10. h8=D d2, etc., las negras se asegurarán las tablas) Rd3, 7. h4 Rxd4, 8. h5 Re3, 9. h6 d4, 10. h7 d3, 11. h8 =D, 12. Dh5 (una vez más, una delicadeza necesaria, mientras que después de cualquier otro golpe, como 12. Da1 o 12. Dh1 Re2, el empate estaría en camino) 12… Rd3 (con la última esperanza de llegar a c2), 13. Dd1 (una delicia para los entendidos). Las negras abandonan.

Serguéi Prokófiev

En los años treinta, Mijail Botvinnik, el padre del ajedrez soviético, maestro de varios campeones mundiales conoció al músico: «Conocí a Prokófiev en 1936 en el apogeo del Tercer Torneo Internacional de Ajedrez en Moscú. Él mismo era un ajedrecista de primer nivel y nunca se perdía un torneo. Mantuvo una actitud estrictamente neutral en todo momento, ya que sus simpatías estaban naturalmente conmigo como el joven campeón soviético, pero no podía desear la derrota del excampeón mundial Capablanca, que era un amigo personal suyo».

Varios meses después, en el torneo de Nottingham, Inglaterra, Botvinnik y Capablanca compartieron el primer lugar. Cuando terminó el torneo Botvinnik recibió un telegrama de felicitación del compositor y, sin pensarlo, se le mostró a Capablanca. «Inmediatamente me di cuenta de que había cometido un error: por la expresión del rostro de Capablanca me di cuenta de que no había recibido un telegrama de Prokófiev. Dos horas más tarde Capablanca vino a mí radiante: también había recibido un telegrama. Por supuesto Sergei Sergeyevich había enviado ambos telegramas al mismo tiempo, pero evidentemente los empleados de la oficina de telégrafos de Moscú sintieron que el campeón soviético debía recibir su mensaje primero».

Botvinnik recuerda el estilo ajedrecístico del músico como «vigoroso y directo». Ni la enfermedad al final de su vida disminuyó su interés por el juego. «En mayo de 1949 el conocido ajedrecista J. G. Rokhlin y yo visitamos a Prokófiev en su casa de campo. Estaba enfermo en cama y se veía muy mal, pero tan pronto vio a Rokhlin se animó. «¿Dónde está ese volumen del torneo Steinitz y Lasker de 1894 que me prometiste?», preguntó».

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El acercamiento y la posibilidad de regresar a la URSS llevó algunos años. Tal vez empezó en 1927 cuando, durante dos meses, realizó su primera gira en la Unión Soviética, donde se representó con éxito El amor de las tres naranjas. Los siguientes años, sobre todo en el periodo 1931-1935 el músico alternaría sus estancias entre París y Moscú.

En 1934 publica en Izvestia el artículo «El camino de la música soviética» donde asegura que «es necesario componer una gran música en la que tanto la forma como el contenido sean acordes con la grandeza de la época. Tal música debe, antes que nada, conducirnos a un mayor desarrollo de la forma musical y mostrarle al mundo nuestro verdadero rostro». 

Finalmente, en 1936, se trasladó definitivamente a la capital soviética, año en el que compuso Pedro y el lobo, una de sus obras más famosas. 

Pero cuando se instala en Moscú las condiciones habían cambiado drásticamente. El control estalinista se había acentuado y se vivía el gran terror, las grandes purgas y procesos que terminaron con la vida de centenas de miles de revolucionarios rusos. Organizaciones como la Asociación de Músicos Proletarios habían sido desmantelada y sustituida por la Unión de Compositores Soviéticos, que seguía incondicionalmente las directivas del partido.

Los historiadores se preguntan entonces por qué decidió Prokófiev ir a la Unión Soviética en esas condiciones.

Una respuesta la dio Igor Stravinski. Según Martín Baña, el regreso estaba fundado «en el interés material y en la ignorancia política. Stravinski sostenía que el regreso de Prokófiev a la URSS se debió a una combinación de factores estéticos y políticos».

Escribió Stravinski: «Fue un sacrificio a la perra deidad de la fama y no otra cosa. Por diversos motivos no había tenido éxito ni en Estados Unidos ni en Europa, mientras que su visita a Rusia fue un triunfo. Además, era políticamente ingenuo y no sacó ningún provecho del ejemplo de su buen amigo Miaskovsky. Regresó a Rusia y cuando finalmente comprendió cuál era su situación allí, ya era demasiado tarde».

Sin embargo, Simon Morrison, según nuevos hallazgos documentales matiza esta visión y asegura que la idea del compositor no era un regreso definitivo, sino que pensaba mantener los viajes a Europa, solo que con la base en Moscú y ya no en París. Morrison recuerda el artículo publicado en Izvestia donde «proponía una puesta al día con la nueva realidad política, aunque ello no significaba una sumisión total ni directa al régimen».

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Esto cuenta la esposa de Prokófiev, Lina: «Cuando nos instalamos en Moscú, en la calle Chkálov, descubrimos que teníamos de vecino a David Oistrak, un contrincante del ajedrez muy peligroso. En 1937 jugaron un torneo en la Casa de los Artistas en el que el brillante violinista ganó al compositor».

Además de deslumbrar al mundo con su técnica y sonoridad, Oistrak era un ferviente aficionado al ajedrez y acudía al Club de Ajedrez de Moscú para encontrarse con Vasily Smyslov, el cantante de ópera y campeón mundial. Muchas tardes-noches jugaban partidas amistosas que el violinista aprovechaba al máximo: «David era un alumno aventajado que absorbía todo lo que yo le indicaba», contaba Smyslov.

Prokófiev y Oistrak planearon un torneo a diez partidas que recibió todo el apoyo: un cartel y todos los ingredientes de un match oficial: reloj, planilla y árbitro. El perdedor daría un concierto para el que ambos estaban contratados, mientras que el ganador descansaría. Solo se ha encontrado una partida que terminó en tablas. Se jugaron siete partidas del match que ganó el violinista aunque no sabemos el marcador final.

En este enlace se puede ver la única partida registrada de aquel match, que  terminó en empate.

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Pese a todo, los encargos gubernamentales no cesaban. Hizo la música para el filme El teniente kizhe y fue nombrado profesor consultor en el conservatorio de Moscú. Entró en contacto con Máximo Gorki, la mayor figura de la literatura soviética y a quien Prokófiev quería emular en el campo de la música.

En 1938 hizo la música para la película histórica de Serguéi Eisenstein, Alejandro Nevski, y pone manos a la obra en su primera ópera soviética, Semión Kotko que sería producida por Vsévolod Meyerhold. Pero la mala suerte perseguía al músico. Meyerhold fue arrestado por la policía el 20 de junio de 1939 y fusilado en febrero de 1940.

Intuyo que el compositor sabía del peligro que podía correr en la Unión Soviética. Así que no dudó en aceptar la invitación del régimen para componer la cantata Zdrávitsa («Brindis», «¡Salud!»), pero conocida en inglés como Hail to Stalin, op. 85, para colaborar en la celebración del sexagésimo cumpleaños de Iósif Vissariónovich.

A inicios de 1940 el Ballet Kírov puso en escena Romeo y Julieta. Para ello fue necesario superar la resistencia de los bailarines a quienes no gustaba el ritmo sincopado de la obra y habían amenazado con boicotear la producción. El ballet fue un éxito.

Con la invasión alemana en la segunda guerra el proyecto de una ópera basada en la novela de Tolstoi, Guerra y paz, parecía más oportuno que nunca. Invirtió dos años en la composición de la ópera, y durante la evacuación al Cáucaso, junto con otros muchos artistas, compuso su Segundo cuarteto de cuerdas.

Durante la guerra se reunió con Eisenstein en Alma Ata, la ciudad más grande de Kazajistán, para componer la música de la cinta Iván el Terrible y el ballet Cenicienta, op. 87, una de sus composiciones más celebradas. Hizo más música para cine, varias suites sinfónicas, el Cuarteto de cuerda núm. 2, la Sonata para flauta y piano, dos marchas militares, algunas canciones folclóricas, y la Sexta sinfonía y la Novena sonata para piano.

Y entonces Andrei Zhdánov emitió su decreto, conocido con su apellido, en el que se denuncia a Prokófiev, Shostakovich, Miaskovski y Jachaturian por un raro crimen: el formalismo que, según el decreto, «era una renuncia a los principios básicos de la música clásica a favor de sonidos confusos, angustiosos y cacofónicos». Ocho obras de Prokófiev fueron prohibidas y las otras nunca más fueron programadas.

Falleció a los 61 años, en marzo de 1953, el mismo día en que el de Stalin y con solo cincuenta minutos de diferencia, ambos de derrames cerebrales, pero los soviéticos se enteraron del fallecimiento del músico tres días después. 

Vivía cerca de la Plaza Roja y durante aquellos días las masas lloraban al dictador, lo que imposibilitó celebrar el funeral del Prokófiev en la Unión de Compositores Soviéticos y su ataúd fue llevado a mano por calles secundarias y en dirección opuesta al río de personas que despedía a Vissiarónovich. 

Apenas treinta personas asistieron a su funeral, que solo pudieron llevar flores de papel pues las naturales se habían utilizado en las exequias de Stalin. Su exesposa Lina no pudo asistir porque estaba recluida en un campo de trabajos forzados en Siberia. Entre los asistentes estaba Dmitri Shostakovich, para quien «escuchar obras como tu Séptima Sinfonía hace que sea mucho más fácil y alegre vivir».

Fue sepultado en el cementerio Novodévichi.


Bibliografía

S/A, «La muerte de Prokófiev», historihoy.com.ar

Ana María Lara, «Stalin y Prokófiev», senalmemoria.co

Edward Winter, «Prokófiev and chess», chesshistory.com

Martín Baña, «Serguéi Prokófiev: una revision historiográfica y musicológica, Revista del Instituto de Investigación Musicológica «Carlos Vega».

Miguel Ángel Nepomuceno, «El día que Prokófiev intentó engañar a Capablanca», sendalibros.com

Sergio Negri, «El músico Serguéi Prokófiev y el ajedrez», ajedrezlatitudsur.wordpress.com

Imagen de portada: Serguéi Prokófiev (DP)

FUENTE RESPONSABLE: Jot Down. Por Hugo Vargas. 7 de marzo 2023

Sociedad y Cultura/En memoria/Música/Ajedrez

Un recorrido por la historia de Budapest, la ciudad amada por el séptimo arte y cuna de la música.

Bañada por el Danubio Azul, el corazón de Europa central late desde hace siglos con una tierra llena de cultura y una historia apasionante. Hungría, y más en concreto su capital, Budapest, ha sido y es una fuente de inspiración para numerosos artistas.

También para nosotros. Por eso, desde Cultura Inquieta os proponemos una serie de recorridos de la mano de algunos de los artistas húngaros más consagrados del mundo de la cultura.

Nuestra primera ruta pasea por los recovecos de la rica historia que ha forjado las calles y la identidad de Budapest, una urbe retratada numerosas veces en la gran pantalla que vibra con una rica tradición musical.

Nos citamos con Joseph Pulitzer (Makó, Hungría, 1847-1911), periodista que da nombre al célebre galardón, en el Parlamento de Budapest. El edificio nos recuerda, con su imponente y bella arquitectura, que un día fue la obra más grande de su época.

El Parlamento mira al Danubio.El castillo de Buda, sobre la otra orilla.

Construido entre 1884 y 1902, se erige a orillas del Danubio con su blanco impoluto y su enorme cúpula. Cuando cae la noche, la fachada ilumina el río y brilla como la corona que guarda en su interior.

Pulitzer, amante de la noticia aliñada con un toque de dramatismo, nos lleva entonces a cruzar el Danubio y dejar atrás la zona de Pest, para pasar a la conocida como Buda. Atravesamos el célebre Puente de las Cadenas (Puente Széchenyi), el primero que consiguió unir las orillas y crear lo que hoy conocemos como Budapest, mientras nos acercamos poco a poco al solemne Castillo de Buda.

El también llamado Palacio Real, nos explica Pulitzer, alberga la Biblioteca Széchenyi, la Galería Nacional Húngara y el Museo de Historia de Budapest. Caminamos escuchando al periodista contarnos las historias más truculentas de la época entre la realeza hasta llegar al Bastión de los Pescadores, mirador desde donde apreciamos la belleza de Budapest y de su Parlamento.

El Bastión de los Pescadores al atardecer, uno de los rincones más emblemáticos de la capital húngara.

Pulitzer nos comenta que la línea 2 del tranvía es perfecta para recorrer la ciudad, mientras se despide mostrándonos la Plaza de los Héroes, un diáfano espacio de impresionantes dimensiones desde donde nos imaginamos el glorioso pasado húngaro observados por las estatuas de sus siete fundadores.

Quedamos entonces con la actriz Zsa Zsa Gabor (Budapest, Hungría, 1917-2016), una de las máximas exponentes de los primeros años de Hollywood, industria que desde sus inicios se rindió a los pies de Budapest. La primera celebrity nos narra con nostalgia sus años dorados en la gran pantalla, recorriendo los escenarios de numerosas películas.

El topo, Blade 2, Van Helsing, Underworld y La liga de los hombres extraordinarios son algunos de los títulos de películas inspiradas por Budapest que la intérprete nos recita. Del largo listado destaca Múnich (Steven Spielberg, 2005), filme que cuenta los asesinatos cometidos en las Olimpiadas de 1972 y en la que podemos ver entornos como el Estadio Puskás Ferenc, la calle Petőfi Sándor con la casa Brudern y la de PALOMA Budapest.

La Plaza de los Héroes.

Interior de la Ópera de Budapest.

Nos despedimos de Gabor y seguimos la música que se escucha como un leve susurro hasta dar con Franz Liszt (Imperio Austrohúngaro, 1811-1886). El compositor de música clásica nos guía con su batuta y, como no podía ser de otra manera, nos dirige hasta la Ópera de Budapest. Su arquitectura neorrenacentista y sus dimensiones nos dejan casi tan impresionados como cuando asistimos al concierto que se está interpretando en su interior.

Movidos por las artes, Liszt nos lleva hasta el Teatro Nacional y terminamos el recorrido con una visita al Art Nouveau del edificio multidisciplinar Vigadó, un cierre perfecto para una jornada maratoniana en la que nos hemos enriquecido el alma y el corazón, enamorándonos de una ciudad que no deja indiferente a nadie.

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Interior del edificio Vigadó.

En nuestro primer recorrido hemos echado un vistazo a la historia de la capital húngara, nos hemos sentido estrellas de cine paseando por sus escenarios y hemos disfrutado de la música en todo su esplendor.

Imagen de portada: El Parlamento de Budapest, uno de los lugares emblemáticos de la ciudad y centro neurálgico de la democracia húngara.

FUENTE RESPONSABLE: Cultura Inquieta. Por María Toro.

Sociedad y Cultura/Hungría/Budapest/Pulitzer/Música/Cine/Turismo

Joan Baez, sincera sobre cómo superó su ruptura con Bob Dylan: “Si no vuelvo a verle, está bien”.

La emblemática artista tuvo una relación sentimental con Dylan en los ’60.

Joan Baez ha afirmado que el resentimiento que sentía por Bob Dylan “desapareció” mientras pintaba un retrato de él. (vía Ultimate Classic Rock)

Ambos cantautores mantuvieron una relación sentimental en la década de los ’60 y trabajaron juntos en distintos proyectos antes y después de que terminara su vínculo. Ahora, en una nueva charla con Variety, Baez se ha sincerado sobre cómo Dylan tiene un importante peso en su documental ‘Joan Baez: I Am a Noise’ en el que, además, admite que el artista le rompió el corazón.

Cuando fue preguntada sobre si seguía hablándose con Dylan, Baez dijo lo siguiente: «La verdad es que no. Pero no importa. Cualquier resentimiento que pudiera haber tenido dentro de mí durante todos esos años, lo oísteis y lo visteis en la película. Lo cierto es que un día estaba haciendo su retrato en mi estudio de arte. Era un retrato de cuando él era muy joven. Puse su música y todo ese resentimiento, toda esa mierda, se esfumó, se drenó».

Entonces, Baez escribió a Dylan para expresarle sus sentimientos: «No puse una dirección de remitente ni un correo electrónico ni nada que de alguna manera intentara sacarle alguna respuesta», explica. «Sólo quería que supiera lo mucho que significaba para mí. Lo mucho que su música había significado para mí. Y puede que nunca vuelva a verle, y eso también está bien».

Baez salió de gira por última vez en 2018 y, en pleno 2023, duda que jamás vuelva a subirse a un escenario: «Estaba pensando en eso el otro día, porque tengo mi preciosa guitarra grande colgada en la pared», dijo. 

«No la he tocado desde el final de la última gira. De hecho, tengo dos guitarras, idénticas, que usamos en concierto. La necesitaba para mis conciertos. Y regalé una en el último. Así que eso significaba, al menos para mí, que iba en serio. Volví a casa y nunca volví a tocar la guitarra. La colgué en la pared, y he cantado bajo presión algunas veces, pero no he vuelto a tocar como tal, me he dedicado a otras cosas. Dibujo y pinto».

Imagen de portada: Joan Baez y Bob Dylan

FUENTE RESPONSABLE: ROCK FM 21 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/Música/Joan Baez/Bob Dylan

El peor concierto de The Beatles según Paul McCartney.

En una entrevista con la BBC, McCartney recordó un show de 1962 en una pequeña localidad de Gloucestershire donde tocaron para apenas tres personas. 

El nombre «The Beatles« suele ser asociado con grandeza, excelencia y demás adjetivos positivos. Sin embargo, al igual que cualquier otra banda, durante sus primeros días el cuarteto conformado por John Lennon, Paul McCartney, Ringo Starr y George Harrison no se parecía en casi nada a su versión más reconocida.

Lejos de ser las grandes estrellas que el mundo luego conoció, en sus primera etapa como grupo los de Liverpool tenían problemas para conseguir fechas en las cuales tocar fuera de su ciudad natal. De hecho, cuando salían de Merseyside, los Fab Four tocaban en lugares como Mánchester o Londres, donde un puñado de personas los podían escuchar.

En 1962, más precisamente el 2 de marzo, Lennon y compañía dijeron presente en The Sub Glub en la tranquila ciudad de Stroud, en Gloucestershire, donde tocaron para tres personas por unas modestas 32 libras esterlinas en la que Macca luego calificaría como la peor actuación de su vida.

Paul McCartney

Paul McCartney. Foto: © Apple Corps Ltd.

“Stroud fue bastante malo…”, aseguró el músico en un diálogo con la BBC, según recuerda Far Out Magazine. “Nunca habíamos oído hablar de eso, pero fuimos ahí y creo que aparecieron tres personas. Algunos de ellos eran Teds [personas de una subcultura caracterizada por hombres jóvenes con vestimentas inspiradas, en parte, por los estilos usados por los dandies de la época eduardiana, estilos que los sastres de Savile Row habían tratado de reintroducir en Gran Bretaña después de la Segunda Guerra Mundial] y comenzaron a tirarnos dinero, tirándonos centavos, así que simplemente lo tomamos y pensamos ‘eso es suficiente’«.

Acorde a Far Out Magazine, «se suponía que a los alborotadores Teds se les prohibiría asistir al show a pedido de las autoridades locales con un volante del evento que decía estrictamente: ‘A pedido del Consejo – No Teddy Boys and Ladies, por favor no usen tacones de aguja’. Sin embargo, necesitaban tantas personas a través de la puerta como pudieran, y se permitió que los Teds causaran estragos».

Por su parte, en 2016 el autor Richard Houghton buscó a las personas que estaban ahí esa noche y logró contactarse con Roger Brown, quien dijo: “Fueron catalogados como el grupo número uno de Liverpool, lo que no significó tanto para nosotros en Gloucestershire.John Lennon  anunció una canción. Conociendo la calidad de los grupos normales de los sábados por la noche, esperé a que estropearan la canción. Pero vaya que me sorprendió. Lennon en la armónica fue realmente genial y su versión fue mejor que la original. Fui fan de ellos desde ese día”, sentenció.

Love Me Do (Remastered 2009)

Imagen de portada: The Beatles. Foto: © Apple Corps Ltd.

FUENTE RESPONSABLE: INDIE HOY. Por Maximiliano Rivarola. 17 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/The Beatles/Historia/Anécdotas

«Searching for Sugar Man»: la historia real más mágica jamás contada.

Dicen muchos investigadores, físicos y científicos que en otros universos paralelos pueden existir versiones de nosotros mismos que no tengan nada que ver con lo que somos. Hay una persona en la Tierra que tuvo otra versión de él mismo que compartió su mismo espacio y su mismo tiempo.

El mundo está lleno de personas con potenciales y talentos inabarcables que se mueren sin desarrollarlos o viven alejados del foco de la fama por circunstancias personales o por falta de ese necesario golpe de suerte.

Imaginad que pudiérais haber sido una leyenda a la altura de Bob Dylan o haber vendido más discos que Elvis Presley en determinadas partes del mundo sin saberlo. Hoy en día este increíble hecho no sería posible, pero en la década de los años 70, cuando Internet todavía era una utopía, hubo una persona que lo consiguió.

Sixto Rodríguez.

Sixto Díaz Rodríguez, más conocido como Rodríguez (1942), es un músico y compositor estadounidense de origen mexicano. Sus canciones hablan de los problemas a los que se enfrentan los sectores sociales más pobres y marginados de la sociedad.

En 1970 y 1971, respectivamente, compuso y grabó Cold Fact y Coming From Reality, los dos únicos discos que lo convirtieron en una leyenda en Sudáfrica.  

A principios de los años 80, más del 80% de los sudafricanos tenían en sus colecciones de vinilos, los discos de Simon & Garfunkel, los de los Beatles y los de Rodríguez. ¿Cómo ocurrió esto?

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A pesar de ser descubierto por los productores y cazatalentos que lanzaron al estrellato a mitos de la talla de Marvin Gaye, Stevie Wonder, Ringo Starr, Miles Davis y Michael Jackson, Sixto actuaba en locales de mala muerte de su Detroit natal y lo hacía de espaldas al público por su extremo pánico escénico.

Mientras, en la otra punta del mapa, una joven norteamericana viajó a Ciudad del Cabo para visitar a su novio y bajo el brazo llevaba consigo el disco Cold Fact. Fascinados por lo que escucharon en él, y sin posibilidad de comprarlo allí en ninguna tienda, comenzaron a hacer copias del álbum y a distribuirlas.

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Este capricho del destino se vio favorecido por el apartheid. En una época en la que la represión y la discriminación estaban a la orden del día en la tierra de Nelson Mandela, el cantante de Detroit se convirtió en un referente para muchos y muchas que encumbraron sus canciones y sus letras haciendo que sus dos álbumes fueran disco de platino.

Tal fue el impacto de Rodríguez, que de él corrían leyendas urbanas tales como que se había pegado un tiro en la sien o que se había prendido fuego encima de un escenario.

La increíble historia de Rodríguez fue plasmada en el oscarizado documental de 2012, dirigido por Malik Bendjelloul, Searching for Sugar Man que relata el periplo que llevaron a cabo varios fans del cantautor para encontrarlo en EE.UU. y convencerlo para que diera multitudinarios conciertos en Sudáfrica, allá por 1998.

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Rodríguez en uno de los multitudinarios conciertos que dio en Sudáfrica en los años 90.

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No obstante, estas circunstancias no cambiaron en absoluto a Sixto Rodríguez. Fiel a sus principios y modo de vida de obrero, donó casi todo el dinero de las giras a familiares y amigos. Ni siquiera quiso aprovechar su inesperado y desconocido éxito para cambiar de casa, de hecho, vive en la misma desde hace 42 años.

A Rodríguez no le importó no triunfar en su momento y tampoco le importó hacerlo después, porque su verdadero talento es tener el amor por la música más puro que ha conocido la historia del rock y del pop y eso es algo que hace que su leyenda sea más grande si cabe.

Os dejamos con la magia de las letras y la voz de Sixto Rodríguez.

Sixto Diaz Rodriguez – I wonder

Imagen de portada: Sixto Rodríguez Díaz

FUENTE RESPONSABLE: Cultura Inquieta. Por  16 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/Música/Rock/Pop/Sudáfrica/Apartheid.

Inteligencia Artificial: escritores y editores.

«Que nadie se llame a engaño ni albergue falsas esperanzas. La IA irrumpirá con fuerza en el terreno artístico/creativo, limitado hasta ahora al genio humano».

Ya está aquí. 

La Inteligencia Artificial, IA, coloso o monstruo según se mire, apenas ha enseñado la patita por debajo de nuestra puerta y todo parece haberse revolucionado. En el mundo editorial, también. Durante estas últimas semanas hemos conocido las hazañas, aparentemente portentosas, de ChatGPT, un programa inteligente que redacta, con velocidad pasmosa, informes, estudios y artículos, al tiempo que supera las pruebas y exámenes de exigentes universidades y escuelas de negocios. Y si esto lo logra el primer fogonazo de IA, ¿qué no conseguirán los modelos avanzados que conoceremos dentro de cinco o diez años? 

Por lo pronto, el tenaz Google apuesta por su propio producto Anthropic para competir con Chat GPT y anuncia una inversión de 350 millones en su desarrollo y mejora. Todo apunta a que los sistemas inteligentes de escritura alcanzarán unos niveles increíbles a día de hoy. Nos guste o no, es más que probable que los sistemas inteligentes igualen o superen pronto la capacidad humana en lo que la escritura se refiere.

Al igual que ocurre con otros muchos oficios y sectores, escritores y editores debemos entonces preguntarnos. ¿Qué será de los oficios editoriales? ¿Desplazará la IA a los escritores? ¿Publicaremos obras de IA con pseudónimo humano? ¿Qué futuro tendremos los editores y las editoriales?

Esas preguntas básicas no son fáciles de responder, una vez comprobada la altísima capacidad de la IA. El consuelo fácil, cómodo y motivador sería contestar que la IA nunca podrá superar la creatividad y sensibilidad de la escritura humana. Pero mentiríamos entonces. La IA ya nos sorprende y, seguramente, sus creaciones serán del todo indistinguibles de las netamente humanas. 

Pensábamos que la digitalización sólo sustituiría el trabajo humano en los trabajos mecanizables y repetitivos, pero ya se atreve con oficios artísticos y de conocimiento, lo que obligará al sector cultural en su conjunto, y al editorial en particular, a adaptarse al nuevo ecosistema creativo hombre/máquina, en el que los productos de la IA convivirán con los netamente humanos. ¿Ciencia ficción? No, simple constatación de la realidad que ya habita entre nosotros.

Recientemente participé en un debate entre editores, organizado por la agencia de conferenciantes y agencia literaria Thinking Heads. Virginia Fernández -Random House-, Roger Domingo de Deusto –Planeta-, y quien escribe estas líneas -de la mucho más modesta Almuzara– reflexionamos sobre el futuro de la edición en su preciosa sede de la calle Velázquez de Madrid, abrazados por cartas manuscritas de pensadores, científicos y escritores, pues no en vano su fundador Daniel Romero-Abreu es un destacado bibliófilo. 

Ante un público, interesado e inteligente, de escritores y conferenciantes, desgranamos algunos de los principales retos de la industria editorial, en la que la irrupción de la IA adquirirá un protagonismo creciente y determinante.

Mucho va a cambiar la industria cultural, como veremos. ¿Podrán los sistemas inteligentes pintar, componer, escribir o producir películas de animación? La respuesta es, sin duda alguna, sí. Lo harán. 

Y lo harán muy bien, además. Por ejemplo, causa asombro la IA MusicAL, que compone música a partir de pocas indicaciones. La calidad de sus obras, indistinguibles de las humanas, sorprenden a los músicos y expertos que han tenido acceso a sus creaciones. 

Por ahora, debido entre otros a los posibles problemas derivado de la propiedad intelectual, no se ha abierto al uso público. Pero pronto lo hará y cualquier persona podrá «crear» música a partir de pocas indicaciones. Que nadie se llame a engaño ni albergue falsas esperanzas. La IA irrumpirá con fuerza en el terreno artístico/creativo, limitado hasta ahora al genio humano.

«Nos guste o no, conviviremos con productos de la IA de manera progresiva»

Siento no compartir la opinión de quienes confían en que la creatividad humana y su originalidad artística será capaz, por siempre, de derrotar a la pérfida máquina con alma de silicio, eficaz pero insensible. 

La genialidad humana convivirá/competirá/colaborará con la IA, al menos durante un tiempo. Si más adelante se produjera la singularidad –explicaré el palabro más adelante– otro gallo nos cantaría. Pero, por ahora, nos guste o no, nos motive o nos aterre, conviviremos con productos de la IA de manera progresiva y creciente.

Y, ¿qué pasa con la escritura? 

Pues lo mismo. Que, también, la IA es realmente potente a la hora de redactar textos, al punto del pasmo. 

En décimas de segundo pueden leer infinidad de documentos y extraer su información, lo que nos llevaría a cualquiera de nosotros años de arduo trabajo. Los sistemas inteligentes son capaces, a nuestra petición, de extraer información del ciberespacio, sintetizarla, estructurarla y redactarla de manera lógica y comprensible. 

También puede conocer, por su rastreo de redes sociales y millones de otros rastros digitales, lo que interesa, preocupa, emociona o irrita a la sociedad actual. Incluso, por determinadas métricas, podrá anticipar tendencias, lo que le permitirá componer artículos o libros que realmente nos interesen o emocionen.

A buen seguro, nos parezca inspirador o aberrante, la IA también podrá escribir libros, tanto de ficción como de no ficción. Y lo hará bien, como decíamos, pues dispone de millones de textos para aprender de los mejores, tanto en fondo como en forma. 

Y como nos conoce mejor que nosotros mismos, sabrá que teclas emocionales debe tocar para que su obra nos subyugue. Y, en conjunción con escritores, creadores o editores, podrá adquirir una voz singular, con un estilo propio, arriesgando y anticipando. 

Algunas voces critican su lenguaje impersonal, vacuo, pero es que, a buen seguro, está así programada. Pronto tendremos modelos de escritura con distintas jergas y estilos, o, directamente, imitando al del escritor que admiramos. No despreciemos, pues, el potencial de la IA y preparémonos para el escenario en el que tendremos que habitar… y sobrevivir.

¿Significa todo ello que los escritores desaparecerán? 

No, en absoluto. Significará que tendrán, tendremos, que convivir -utilizar- cooperar-competir con los diversos sistemas digitales, al igual que ocurrirá con los editores y con el conjunto de los oficios editoriales. Ya existen, por ejemplo, sistemas avanzados de traducción, de diseño de portadas, de redacción de contraportadas, de corrección de textos. 

Su uso, aún escaso, irá adquiriendo mayor peso a medida que avancen y perfeccionen. ¿Significa esto que traductores, correctores, diseñadores, maquetadores, portadistas y editores de mesa perderán su puesto de trabajo? 

Creemos que no, aunque tendrán que adaptarse a profundos cambios en su forma de hacer y en la propuesta de valor de su trabajo, al igual que ocurrirá con la de escritores y editores.

«La realidad editorial y su contexto profesional va a cambiar notablemente»

Los sistemas inteligentes pueden servir de herramienta a los creadores humanos. De hecho, diseñadores gráficos y portadistas usan con cierta frecuencia sistemas inteligentes –Midjourney, por ejemplo- como apoyo a su obra, al igual que incorporaron, hace tiempo ya, herramientas más primarias como el Adobe InDesign. Los oficios editoriales –correctores, maquetadores, portadistas, diseñadores– tendrán que adaptarse a la nueva realidad que configura las posibilidades de la IA, sobreponiendo su propia capa de valor, calidad y personalidad sobre la creación digital. 

Pero preparémonos todos, porque con la irrupción de la IA, la realidad editorial y su contexto profesional van a cambiar notablemente, sin que podamos, todavía, delimitar formas y límites.

Los escritores tendrán futuro, en función de su calidad y originalidad. Lo importante será la propia subjetividad, la visión singular, la particular forma de ver, opinar y escribir de cada autor. 

Por eso, el nombre propio adquirirá aún mayor importancia. No sólo nos interesará lo que se escribe, sino que, de manera creciente, quién lo escribe. La mismidad de la creación humana será valorada por editores, libreros y lectores, sin que ello signifique la renuncia a las creaciones IA.

A buen seguro, pronto saldrán a librerías libros escritos por IA, probablemente ateniéndose a los arquetipos de los géneros más repetitivos. El editor que lo lance, en su caso, lo publicará probablemente bajo pseudónimo humano. 

O sea, que el comprador y lector del libro no diferenciará de si fue escrito por mano humana o por programa digital. Serán frecuentes los textos escritos en colaboración humana e IA, los primeros creando y matizando personales, valores y tramas y corrigiendo posteriormente el texto, mientras que la IA aportará ideas, guiones y desarrollos de texto.

Nos tendremos que acostumbrar, pues, a trabajar con contenidos netamente humanos, con otros mixtos y, también, con los puramente IA. De todo habrá en la viña del Señor. Como editores, podríamos establecer que sólo las obras humanas figuren en nuestro catálogo, una alternativa digna de estudio y valoración. 

Pero nos resultará del todo imposible el comprobar si el escritor usó, o no, sistemas inteligentes en la redacción de su obra, sea de ficción o no de ficción. Algunas revistas científicas ya han advertido que revisarán los textos para tratar de evitar el «copia y pega» de productos IA, ya veremos si lo consiguen. 

Otras voces piden que los sistemas inteligentes sobrepongan una especie de marca de agua digital sobre sus creaciones, a fin de que pueden ser identificadas y, en su caso, rechazadas. 

Ya veremos en qué queda todo esto. Por lo pronto, se abrirá un gran debate en torno a los derechos de propiedad intelectual. 

¿A quién pertenecen? ¿Al algoritmo? ¿A la empresa que lo creó? ¿Al escritor que trabaja con ellos y presenta la obra? Son muchas las preguntas que quedan en el aire y que las normas, los jueces y el sentido común tardarán un tiempo en responder todavía.

«No posee, todavía, iniciativa ni voluntad propia, ni, menos aún, autoconciencia»

Pero mientras la nueva realidad se asienta, mantengamos los ojos bien abiertos y el ánimo presto. La Inteligencia Artificial que ahora nos deslumbra es todavía, permítaseme, una inteligencia tonta. Se limita, eficientemente, eso sí, a cumplir nuestras órdenes. No posee, todavía, iniciativa ni voluntad propia ni, menos aún, autoconciencia. 

El instante en el que la Inteligencia Artificial tome conciencia de sí misma, es decir, adquiera personalidad y voluntad propia, se conoce como singularidad. 

¿Se producirá esta singularidad? Existe división de opiniones. Para una mayoría de científicos se trata de algo imposible, mientras que otros opinan que es inevitable que se produzca en un momento no demasiado lejano, con todo lo que ello conllevará, incluidos grandes riesgos para nuestra propia especie.

Y es que, al fin y al cabo, la IA es hija de nuestra inteligencia, por tanto, de alguna manera, también es humana. La inteligencia es algo que todavía no logramos comprender demasiado bien. Podrá tener soporte humano o soporte digital, bien sea éste consciente o inconsciente. 

Si se produjera la singularidad, una inteligencia artificial podría gestionar su propia editorial, con su particular gusto en la selección de temas o autores. Y, mientras se produce, podríamos encargarle la dirección de una colección, por ejemplo. 

Probablemente nos indicaría los mejores autores y los temas más adecuados. Un lío, vamos. ¿Estaremos cebando nuestro propio fin? 

No lo sabemos, creemos que no. En todo caso, al menos en la versión papel y por un tiempo, la editorial tiene el control de la distribución física a librerías, una barrera de entrada frente a la pura edición IA. Pero si se impusiera el formato POD, impresión a la demanda, esa barrera se desmoronaría y la editorial IA podría llegar al lector también en papel, no sólo bajo formato digital.

Muchas son las dudas, ciertos los temores, inseguras las esperanzas. Pero, salvo catástrofe, la evolución continuará imponiendo sus leyes férreas y deterministas y la IA avanzará, entre otras cosas porque nos resultará del todo imposible dejar de alentarla. Sobrevivirán los que mejor se adapten a estos futuros escenarios de esperanza y terror.

Pronto descubriremos que tras un rutilante bestseller internacional se ocultaba, embozada, la IA. Y es que, a buen seguro, a los humanos nos gustarán muchas de las creaciones IA. Pero, una vez producida la singularidad, ¿le gustará a la IA alguna de las creaciones artísticas humanas? ¿Se emocionará con ellas? Quién sabe…

Y, para finalizar, le dejo abierta una pregunta. ¿Habrán sido escritas estas líneas por algún algoritmo inteligente?

Pues eso. Arrieritos somos y en el camino nos encontraremos.

Imagen de portada: Ilustración de Erich Gordon.

FUENTE RESPONSABLE: The Objective. Por Manuel Pimentel. 9 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/Arte/Editorial Planeta/Editoriales/Escritores /Inteligencia Artificial/Música/Random House

Paul McCartney se «apodera» de Mijas Costa.

El cantante interpretará al mítico integrante de la banda The Beatles.

Gracias a la magia de la caracterización, Paul McCartney se “apoderará” de Mijas Costa el próximo 18 de febrero, en el Teatro Las Lagunas, de la mano de José Luis Blanco, un policía local sevillano que es uno de los mejores imitadores del mundo del ex Beatle.

Si deseas profundizar en esta entrada; cliquea por favor donde se encuentre escrito con “azul”. Muchas gracias.

El aforo está prácticamente vendido, habida cuenta de la importancia de esta especie de tributo a McCartney, al que Blanco venera. De hecho, pertenece al grupo musical “Los escarabajos”, que versionan los temas más emblemáticos del extinto conjunto británico.

Imagen perteneciente al vídeo inédito de 1966: los Beatles, en Japón

El policía y cantante ha actuado con su grupo en diversas ocasiones en el mítico local The Cavern de Liverpool, donde se dieron a conocer The Beatles a principios de la década de los sesenta. Un escenario al que tienen acceso solamente los mejores grupos del mundo que versionan los grandes temas de Paul, Ringo, George y John.

Y “Los escarabajos” está situado en el top ten de los imitadores actuales de tan carismáticos artistas. Blanco nos cuenta que han actuado en el citado local en unas diez ocasiones, ocho de ellas en otros tantos años seguidos, representando a España frente a otros conjuntos de características similares.

Imagen de portada: Paul McCartney, en la azotea de Apple La Razón

FUENTE RESPONSABLE: La Razón. España. 7 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/Música/The Beatles/Paul McCartney/Teatro/ Musical.

Music is (not always) math: la música del romanticismo.

El placer que nos proporciona la música se basa en cifras inconscientes. La música no es otra cosa que aritmética en el subconsciente.

Primer movimiento. La música es abstracta, la música es matemática.

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Lento moderato

Es de común conocimiento el hecho de que la música, como manifestación artística, tiene un desarrollo mucho más tardío que el resto de las artes.

Sin necesidad de remontarnos a Fidias o a Sófocles, es interesante comprobar que más allá del cancionero popular, no se conserva apenas ninguna composición contemporánea a Giotto, que cuando Miguel Ángel esculpe el David o Cervantes publica Don Quijote de la Mancha, los músicos más relevantes no pasan de ser religiosos como Josquin des Prés y Tomás Luis de Victoria, que hay que llegar hasta Canaletto para encontrar un coetáneo de El clave bien temperado, y que de hecho, el segundo volumen de dicho tratado no es terminado y compilado por Bach hasta 1744, tan solo dos años antes del nacimiento de Francisco de Goya.

Hay dos características inherentes a la propia concepción de la música como arte que pueden explicar este fenómeno del desarrollo tardío. Una es sin duda, que al contrario del resto de las artes, el sentido predominante en la comprensión musical es el oído y no la vista, por lo que la dimensión de trabajo de la música no es el espacio, sino el tiempo. 

Por tanto, y hasta la aparición de los medios de grabación y reproducción (Thomas Edison no concibe el fonógrafo hasta 1877), la única manera que existía para conservar y «reproducir» música era a través de las partituras.

Podría argumentarse que tanto la literatura como el teatro también debían conservarse en papel, y que de alguna forma también trabajan con el tiempo, aunque no sea su dimensión principal. 

Sin embargo — y es esta la segunda característica que nos permite comprender ese desarrollo tardío de la música— tanto en la literatura como en el teatro, el artefacto artístico representado es idéntico al medio de representación (en el caso de la literatura es exactamente el mismo: el libro). La literatura y el teatro, al igual que las artes plásticas hasta la aparición de las vanguardias del siglo XX, son figurativas.

Por el contrario, la partitura, como elemento de representación de la música es completamente abstracta. Más allá de tarareos, se requiere del conocimiento de un lenguaje distinto al propio de la disciplina para poder representarla. 

¿Y por qué esto explica el tardío desarrollo de la música frente al resto de la artes? ¿No se conservan partituras antiguas, romanas, griegas o medievales?

La respuesta corta es «sí», y la respuesta larga es «sí, pero».

Se conservan restos arqueológicos de notaciones musicales talladas en piedra o tablillas de arcilla de las civilizaciones egipcia y mesopotámica; de igual manera en la Grecia antigua existían varios modos de representación musical. 

Sin embargo, al contrario que en la literatura, estás protopartituras no se conservaron tras la invasión romana; lo cual unido a la propia condición abstracta de la notación musical (esta necesidad de conocer el lenguaje), no permitió la transmisión de estas notaciones, pues no existe una piedra de Rosetta que las traduzca. Debemos pues limitarnos a una interpretación aproximada de las mismas, ya que tampoco sabemos como sonaban.

Luego llegaría la Edad Media y la escasas partituras escritas se producirían en forma de manuscrito con apenas copias, si es que llegase a haberlas. Pero lo malo es que, aún existiendo ya una cierta escritura musical aceptada desde el canto gregoriano del siglo VIII y la importante aportación de Guido de Arezzo en el XI (definidor de la escala diatónica, el do re mi fa sol la si, vamos), aún no había la capacidad de transmisión directa que si se producía en las demás artes. 

Un escultor podía ver un bajorrelieve e intentar copiarlo o inspirarse en él, como hacían los maestros de obra con las catedrales o los escritores con los relatos; pero en la música aún no existía una verdadera convención universal (o al menos occidental) sobre la notación musical, que era su único elemento de transmisión.

Las primeras partituras gregorianas eran apenas símbolos sobre la letra a cantar, pero sin haber oído la música, no eran capaces de reproducirla. 

Además los intervalos entre las notas de la escala diatónica no había alcanzado aún un acuerdo común a músicos y mucho menos a intérpretes. La afinación pitagórica, que era la más frecuente, dividía la octava en cuarenta y ocho partes o comas, con la comprensible dificultad para igualar tonos, más aún con los medios disponibles en la época.

Expresión matemática de la coma pitagórica. En serio que es así, lo prometo.

No es hasta 1558 cuando el Istitutioni harmoniche de Gioseffo Zarlino define la escala cromática de doce semitonos por octava, favoreciendo así el sistema armónico basado en la tonalidad: los modos mayor y menor. 

Este hecho, unido a que tres décadas antes se había perfeccionado un sistema para imprimir partituras (aunque ochenta años después de la invención de Gutenberg) contribuiría sin duda a la adopción de esa escala cromática como una suerte de estándar para los músicos de la época. 

Pero aun así, todo este contubernio de tonos, semitonos, comas de Zarlino (aún no semitonos), escalas diatónicas, cromáticas, armonías mesotónicas, tempos, aires y demás características del lenguaje abstracto de la música no se unificarían de manera más o menos definitiva hasta que Johann Sebastian Bach publicase los dos tomos de El clave bien temperado en 1722 y 1744 respectivamente, casi un siglo después de que Diego Velázquez hubiese terminado de pintar Las Meninas.

En El clave bien temperado, Bach escribe un total de cuarenta y ocho preludios y cuarenta y ocho fugas, una por cada una de las cuarenta y ocho tonalidades de la escala cromática (do mayor, do menor, do sostenido mayor, do sostenido menor, etc.), estableciendo así, aunque no sin ciertas reticencias iniciales, el sistema temperado: un patrón para la notación musical y para la afinación que dividía la octava en doce intervalos logarítmicamente iguales (los semitonos), que acabaría siendo aceptado por la mayoría de los músicos occidentales como el sistema correcto hasta el punto de que se le denominaría buen temperamento.

Curiosamente, este sistema, que define de una vez por todas la notación musical con su apuesta por la armonía tonal y que además recoge las ya establecidas duraciones entre notas, el sistema de compases, los silencios y los aires, se presenta en su frontispicio con un gráfico que elude el lenguaje de la partitura que se convertiría en convencional, y que según algunas interpretaciones codificaba el sistema temperado dotándolo de un significado que el lenguaje puramente abstracto de la partitura no era capaz de otorgar a primera vista.

El rizo de la portada de El clave bien temperado, que parece dotar a cada una de las tonalidades de un color diferente, más «dulces» las bemol, más «afiladas» las sostenido. También puede ser que le gustase garabatear con su pluma de ganso cuando no sabía cómo rellenar el espacio de la página.

Y es que parecería como si el propio Bach no confiase plenamente en la abstracción matemática para describir la música en su totalidad. Porque sin interpretación (e incluso el músico más experto necesita a menudo de un piano para escuchar lo que lee) es imposible experimentar en su totalidad la música. 

Cada matiz nuevo es información que debe añadirse a la partitura, y por compleja que sea esta como sistema abstracto, no deja de ser una aproximación a la realidad de la música, que es la que llega a través de lo oídos.

El compositor tendría la intención de desarrollar, de manera musical, las diferentes situaciones de la vida de un artista. Se debe establecer de antemano que las condiciones propias del drama instrumental privan al mismo de cualquier texto o palabra. El siguiente programa* por lo tanto, debe ser considerado como el texto hablado de una ópera, suministrando a la música el motivo de su carácter y expresión.

   *La distribución de este programa al público, en los conciertos donde figure esta sinfonía, es indispensable para la comprensión completa del plan dramático de la obra.

(Hector Berlioz. Prefacio al programa de la Sinfonía Fantástica. Versión de 1845)

Segundo movimiento. La música es abstracta, la música es absoluta

Allegro con brio

A pesar de la evidente diferencia de concepto, la clasificación cronológica de la música no es más que una adscripción a la de las demás artes coetáneas. 

Esto es, la música renacentista es la que se hacía en el Renacimiento, si bien no responde de ningún modo a renacimiento o recuperación de la tradición grecolatina como si pasaba en escultura, pintura o arquitectura. De igual modo, la música barroca poco tiene que ver con las operaciones del Barroco en las demás artes, que exploraban fundamentalmente el contraste, la diferenciación.

En este sentido volvemos a encontrarnos como la música sigue un camino independiente al de las restantes expresiones artísticas.

La música no es figurativa. Hasta finales del siglo XIX, las artes plásticas siguen un camino basado esencialmente en la figuración, con mayor o menor realismo, pero figuración al fin y al cabo. 

Más allá de la simbología o la importancia de la que se le quiera dotar, Las meninas son una representación de la familia de Felipe IV de igual manera que el David de Miguel Ángel es la representación de un cuerpo humano. 

La música no es narrativa. O al menos no totalmente narrativa, como sí lo es la literatura o el teatro. El reducto para la narración que tiene la música son las canciones, sean populares o religiosas; y la ópera, que no deja de ser teatro cantado. 

En ambos casos, y al menos hasta el Romanticismo, la componente narrativa de música es prácticamente inexistente. La narrativa reside de manera exclusiva en la letra, en el texto o en el libreto; la música es independiente a esa condición. No es acompañamiento, desde luego, pero no existe una verdadera intención narrativa en la composición, la música no cuenta nada, lo que la cuenta son las palabras.

La música no es espacial. Aunque la arquitectura trabaja también con el tiempo como dimensión (ya vimos en otro artículo a Bruno Zevi decir que «Toda obra de arquitectura, para ser comprendida y vivida, requiere el tiempo de nuestro recorrido, la cuarta dimensión»), sus dimensiones esenciales son las del espacio. Y aun cuando trabaja con el tiempo, sus operaciones no se parecen a las de la música, posiblemente por ese desarrollo tardío del que hablamos antes.

La operación arquitectónica más característica del Barroco, por ejemplo, es la de la compresión-dilatación: un recorrido que atravesará un espacio comprimido para desembocar en uno de gran amplitud. En cambio, esta operación tiene más que ver con la música del Romanticismo que con la barroca, que era esencialmente academicista, sobria y sin especial floritura.

Así, la música instrumental (la música orquestal), despojada de letra y de cantantes, libre de necesidad narrativa o figurativa, desnuda de cualquier intención representativa, es pura, es abstracta, es absoluta.

(El concepto de la música absoluta) consiste en la convicción de que la música instrumental, precisamente porque carece de concepto, objeto y objetivo, expresa pura y simplemente el ser de la música. (Carl Dahlhaus, La idea de la Música Absoluta; 1989, ed.1999)

Tercer movimiento. El río y el mar. La musica es realidad aumentada

Moderato espressivo

Pero en estas que llegó el Romanticismo. Y todas esas diferencias que habían existido entre la música y las demás artes empezaron a acortarse. 

Mientras las demás artes comenzaban a prestar atención a la pincelada y a la cincelada en detrimento del realismo, avanzando inexorables hacia el siglo XX y la abstracción, la música decidió que ya no iba a ser absoluta.

A finales del XIX, Van Gogh ya no prestaría ninguna atención a lo que pintaba, sino a cómo lo pintaba; Rodin escaparía de la mímesis tridimensional en Las puertas del Infierno; y Baudelaire soñaría con «una prosa poética y musical, aunque sin ritmo ni rima, lo suficientemente flexible y contrastada» para describir «la vida moderna o, mejor dicho, […] una vida moderna y más abstracta». 

En cambio, para ese momento, la música ya había tomado decididamente el camino de la figuración, de la evocación de imágenes extramusicales: Camille Saint-Saëns ya nos había llevado de carnaval con los animales y Modest Musorgski nos había abierto su particular Exposición para enseñarnos La cabaña sobre patas de gallina o La gran puerta de Kiev; habíamos recorrido la patria de Bedrich Smetana Moldava abajo y pronto desembocaríamos en El mar, de la mano de Claude Debussy.

Pero algo más de medio siglo antes, como dos curvas que se intersectan en el plano, como un encuentro en las cruzadas líneas temporales del Doctor y River Song, el Romanticismo musical coincidiría en carácter, motivo y expresión con el resto de las artes. 

No es que los compositores del XIX se reuniesen un día y decidiesen quitarse las pelucas, pues ya existían anteriores composiciones orquestales con intención extramusical (Las cuatro estaciones de Vivaldi es posiblemente el ejemplo más significativo). 

Aun así, se tiende a considerar el estreno de la Sinfonía Fantástica de Hector Berlioz como el punto de partida de la denominada música programática, como contraposición a la música absoluta.

Estrenada en París en 1830, se divide en cinco partes (Berlioz no quiso llamarlos movimientos, quizás para establecer una distinción inicial con los cuatro movimientos que conformaban una sinfonía académica) e incluía un programa escrito por el propio compositor que debía repartirse al público. 

Este programa es un breve texto para cada una de las partes, que de alguna manera serviría para ilustrar a la audiencia el contenido no musical de la obra (que es puramente orquestal). En este caso, se trata de episodios de la vida de un artista y cada parte tiene un título independiente: Sueños y pasiones; Un baile, Escena en el campo, La marcha del cadalso y Sueño de una noche de aquelarre.

La música ya no era solo música, no era solo abstracción, sino que evocaría desde la propia intención del compositor imágenes y contenidos ajenos a la pura experiencia auditiva.

Mozart lleva peluca; Berlioz no lleva aunque lo parezca… y además gasta unas buenas patillas.

Esta condición extramusical tiene mucho que ver con las propias características del Romanticismo como expresión artística global. Si el motivo del Romanticismo es la búsqueda de lo sublime —lo extremo, lo agitado, lo bellísimo o lo nefando—, la música de ese periodo, al contrario de lo que había sucedido antes y de lo que sucedería a partir del XX, se uniría a esa misma búsqueda.

Pero claro, para encontrar lo extremo debía de apartarse del academicismo clásico y barroco y adentrarse en terrenos sin mapas. Es posiblemente Beethoven el primero que comienza esa exploración, alargando la duración de sinfonías y conciertos e introduciendo un quinto movimiento en la Sinfonía nº 6. Sinfonía que, además, se llama Pastoral, y que como la Heroica (la nº 3) añadía un título al nombre aritmético.

Porque para encontrar lo sublime no podíamos quedarnos en la pura expresión abstracta. Para encontrar lo sublime había que atravesar la matemática y añadir otra realidad a la realidad musical (auditiva).

Tras la Fantástica, la mayoría de los compositores adoptarían la música programática en su propia obra (aunque algunos siguieron siendo defensores de la música absoluta hasta el final, como Brahms). Bien con verdaderos programas, bien con solo el añadido de un título a la composición, fueron apareciendo distintas obras que abogaban por esa evocación externa.

Felix Mendelssohn escribiría las Sinfonías nº 3 y 4, Escocesa e Italiana y Robert Schumann la nº 3, Renana.

Además, Franz Liszt publicaría sus trece poemas sinfónicos, alejándose definitivamente de la estructura compositiva clásica (sinfonías y conciertos) y dando paso a las suites, que serían abrazadas con fervor por los compositores del romanticismo nacional. Nikolai Rimsky-Korsakov estrenaría Scheherezade, Pyotr Tchaikovsky haría lo propio con la Obertura 1812, Jean Sibelius nos hablaría de Finlandia y Edvard Grieg nos contaría sin palabras el Peer Gynt de Ibsen.

Pero no solo la música orquestal pasaría a ser evocadora, sino que esto, de alguna manera serviría como pistoletazo de salida al ballet y empujón para que la ópera pasase a ser definitivamente un género mayor. 

Las particulares características inherentemente extramusicales de ambos géneros se vieron favorecidos por esta búsqueda del Romanticismo. Y con todo, la importancia de la música es, a mi juicio, muy superior a la de los distintos montajes escénicos: La Bella Durmiente o el Lago de los cisnes de Tchaikovsky y El Anillo del Nibelungo de Richard Wagner (en realidad, todas las composiciones de Wagner) son buenos ejemplos de ello.

Luego llegaría el impresionismo, que en música no es más que una suerte de ultra-Romanticismo, y Debussy nos diría que La nieve está Bailando y Maurice Ravel nos enseñaría los Reflejos de unos Pájaros Tristes.

Seguiría habiendo sinfonías y conciertos, pero siempre intentarían añadirnos otra realidad: Gustav Mahler nos cantaría la Canción de la Noche en su Sinfonía nº 7 y Antonin Dvorak nos llevaría al Nuevo Mundo con la nº 9.

Cuando el 29 de Mayo de 1913, Igor Stravinsky estrenó La consagración de la primavera en París, los gritos y los abucheos que recibió durante la interpretación parecían adivinar lo que iba a ser el final de la comunión entre la música orquestal y el público, y de alguna manera, el último punto de contacto entre la música y las artes plásticas, que en adelante avanzarían hacia la pura abstracción mientras que la música sería cada vez menos ensimismada y más figurativa.

El siguiente programa se distribuirá a la audiencia cada vez la sinfonía fantástica se interprete al modo dramático y por tanto, servirá de prefacio al Monodrama de Lélio, que completa y complementa el Episodio en la vida de un artista.

Si se ejecuta la sinfonía en un concierto en forma aislada, esta disposición ya no es necesaria: incluso podemos prescindir de la distribución del programa, manteniendo solo el título de las cinco partes; la sinfonía (eso espera el autor) en sí misma puede proporcionar un interés musical independiente de cualquier intención dramática.

(Hector Berlioz. Prefacio al programa de la Sinfonía Fantástica. Versión de 1855)

Finale

Vivace con fuoco

¿Por qué me traería la música del Romanticismo (y del post-Romanticismo, y del ultra-Romanticismo) al siglo XXI? ¿No podemos escucharla tranquilamente en nuestros equipos de música, nuestros mp3, nuestros teléfonos móviles y nuestros proveedores de música de internet?

De nuevo, la respuesta corta es «sí», y la respuesta larga es «sí, pero».

Porque la música programática siguió desarrollándose en el siglo XX, si bien adentrándose en otros caminos modales y armónicos, que la fueron alejando del público. Y cuando mantuvo los propios del Romanticismo, empezó a perder parte de su importancia como música pura y comenzó a ser acompañamiento.

La mayoría de la música orquestal que se produce a partir de la segunda mitad del XX es la relacionada con la música incidental o cinematográfica. 

Es fácil entender cualquier banda sonora como si fuese un poema sinfónico. De hecho, el propio Peer Gynt se concibe como música incidental para la pieza teatral de Ibsen, aunque luego alcanzase autonomía propia. 

Y aquí, por mucha calidad que tenga la obra, siempre va a estar supeditada al contenido audiovisual al que acompaña.

De igual manera, con el advenimiento de la música popular, la música dejó de ser narrativa en sí misma y toda esa componente recaería en la letra. La canción, como género mayoritario de la cultura popular aparta a la música de la ambición narrativa que había despertado en el Romanticismo.

Porque aunque existieran los programas y los títulos, la música romántica acabo adquiriendo esa capacidad narrativa y figurativa en su propia genética musical. El propio Schumann dijo de la música programática que «la buena música no podía verse afectada por malos títulos, pero que los buenos títulos no servían para salvar una mala obra». 

Porque para buscar lo sublime, la música debía explorarse sobre sí misma y empujar hasta los límites de la armonía cromática (la que Bach había asentado cien años antes).

Porque no es necesario saber el título del Capriccio Espagnol de Rimsky-Korsakov para encontrar un Canto Gitano, ni saber que tipo de Pájaro es el que escuchamos cuando Pedro va caminando con la orquesta antes de encontrarse con el Lobo de cuatro trompas de Sergei Prokofiev.

Porque no es necesario saber alemán para sentir La caída de los dioses de Wagner, ni italiano para entender por qué Calaf no quiere que Nadie duerma mientras espera a la princesa Turandot de Giacomo Puccini.

Así que lo que me gustaría traerme al siglo XXI no es tanto la música, que efectivamente podemos disponer de ella con facilidad, sino la manera de componer del Romanticismo. 

Me gustaría que se creara música nueva que me enseñase otros mundos, que me añadiese otra realidad.

Música que me contara una historia sin necesidad de letra, sin necesidad de imagen y casi casi, sin necesidad de título.

Imagen de portada: Partitura Viola Sonata No.1 solo.

FUENTE RESPONSABLE: Jot Down. Por Pedro Torrijos.

Sociedad y Cultura/Música/Bach/Ciencia/Matemáticas/Romanticismo

La canción de The Beatles que marcó la vida de Dolly Parton.

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La influencia de los Beatles en las personas que alguna vez los escucharon es tal que todos tienen una canción que los ha impactado. 

En el caso de Dolly Parton, el tema de los de Liverpool que marcó su vida fue «I Want To Hold Your Hand» del disco Meet the Beatles!. 

Según recuerda Far Out Magazine, el tema debutó en Estados Unidos en el puesto 45 de los rankings, pero progresivamente fue escalando hasta llegar al número 1, convirtiéndose así en la primera canción del cuarteto británico en conseguir esa hazaña.

Un tema que generaba «todo tipo de emociones»

Por otro lado, el citado medio reportó que, durante una entrevista con Entertainment Weekly, la cantante nombró a «I Want To Hold Your Hand» como el primer track con el que se obsesionó y dijo: «Me encantaban todo tipo de canciones, y crecí cantando todo tipo de temas, pero la primera vez que recuerdo estar totalmente alterada y sintiendo todo tipo de emociones fue cuando salió esa pista. No me cansaba de ella”.

“Una amiga mía tenía un viejo auto, así que solíamos pasear -ella era un poco mayor que nosotros- y solo recuerdo que escuchábamos ese track en la radio cada vez que teníamos la oportunidad, porque lo pasaban día y noche cuando los Beatles aparecieron por primera vez en escena”, agregó la también actriz y empresaria de 77 años. 

Cabe recordar que Parton tiene una estrecha relación con otros dos tracks relacionados con los Beatles: para su disco de 1979, Great Balls of Fire, grabó su propia versión de “Help!”, mientras que unos años más tarde hizo lo propio con “Imagine” de John Lennon.

The Beatles – I Want To Hold Your Hand – Performed Live On The Ed Sullivan Show 2/9/64

Imagen de portada: Gentileza de Indie Hoy.

FUENTE RESPONSABLE: INDIE HOY. Por Maximiano Rivarola. 29 de enero 2023.

Sociedad y Cultura/Música/The Beatles/Dolly Parton

La obra pianística de Friedrich Nietzsche

Friedrich Nietzsche es conocido como filósofo por su idea de proponer revalorizar los sentidos frente a la razón, y el cuerpo frente al alma, que han sido injustamente denostadas por los demás filósofos. Su obra pianística nos ayuda a conocer más a uno de los pensadores más relevantes de todos los tiempos y a profundizar en sus contradicciones

‘Crítico despiadado del pasado e “intempestivo” profeta del futuro, desmitificador de los valores tradicionales y propugnador de un hombre que aún ha de venir […] Friedrich Nietzsche es un pensador cuya obra ha dejado una impronta decisiva’. Giovanni Reale y Dario Antiseri. Historia de la filosofía. Vol. III. (2010).

Nietzsche y ‘el nacimiento de la tragedia’

La importancia de la música en Nietzsche se hace patente desde el principio de su producción, ya que titula una de sus primeras obras como El nacimiento de la tragedia desde el espíritu de la música (Die Geburt der Tragödie aus dem Geiste der Musik), libro en el que dedica el prólogo a Richard Wagner y que está inspirado en Schopenhauer, el filósofo que, según él, trata de manera más precisa y ajustada la música. 

El filósofo afirma que el nacimiento de la tragedia griega se debe a la fusión de dos principios contrapuestos, pero ambos presentes en el espíritu griego: lo apolíneo y lo dionisiaco. 

El primero, encarnado por el dios Apolo, es el símbolo de la serenidad, dios del sol, de la luz y la claridad. Representa la belleza, la medida, el equilibro y la racionalidad. 

El segundo, encarnado en el dios Dionisos, es el símbolo de lo impulsivo y lo enérgico, de todo lo problemático y duro que tiene la vida, del erotismo y de lo orgiástico como culminación de ese afán de vivir. Por eso, Dionisos es la deidad que representa la aceptación de la vida; el dios que canta, ríe y danza rechazando de ese modo todo intento de fuga de la vida. 

El equilibrio entre lo apolíneo y lo dionisiaco se identifica con el arte y la tragedia griega, representados en especial con dos de sus héroes: Edipo y Prometeo, los dos conocedores de lo terrible de la existencia; ambos condenados eternamente por los dioses a cumplir perpetuos tormentos que llevan con orgullo y dignidad, sin la menor conciencia de pecado, sin calumniar en ningún momento la vida, sin arrepentimiento. 

Por eso, el artista trágico es dionisiaco. Esta conciencia heroica de la tragedia griega se rompe, según Nietzsche, hacia la mitad del siglo V a. C. con la aparición de la nueva forma racional de ver el mundo y los hechos humanos (surgimiento del racionalismo griego) inaugurado por Sócrates. 

Características generales de su producción pianística

Entre su considerable legado musical (Lieder, oratorios, misas, etc.) encontramos una variada producción para piano. Tras el análisis estilístico de las partituras para piano solo acabadas de Nietzsche llegamos a la conclusión de que su escritura está más cerca de Schumann que de compositores de música del futuro. 

De ahí podemos extraer que mediante la composición no pretende innovar, ni buscar un estilo propio, ni destacar en este campo. Las ideas compositivas que utiliza son una compilación de sus autores de referencia por excelencia. Por tanto, a diferencia de la filosofía, no pretende realizar una música a martillazos. 

También, mediante el análisis del pianismo de sus obras, se ha observado la gran cantidad de pasajes susceptibles de arreglos y la gran cantidad de fragmentos que no son cómodos en piezas que llevan indicaciones de tempo rápidos. 

De esto podemos comprobar, que, como se dice, Nietzsche tenía facilidad para improvisar y es observable en las partituras, puesto que algunas posiciones son fruto de la improvisación del momento y no de unos conocimientos técnicos del piano ni de una técnica compositiva gestual a la hora de su transcripción. 

En lo que se refiere a los títulos de las obras para piano completas del filólogo clásico observamos, por un lado, el uso indiscriminado de su lengua materna como del italiano genérico, como por el otro, títulos con carácter evocador y títulos derivados de la tradición: Helden Klage, Ungarischer Marsch, Édes titok, So lach doch mal, Da geht ein Bach, Im Mondschein auf der Puszta, Ermanarich, Unserer Altvordern eingedenk, Albumblatt, Maestoso Adagio, Vivace und Allegro, Schluß eines Klavierstücks y Einleitung. 

Edición de partituras y grabación

Hasta 1976 no hubo una publicación de la obra musical de Nietzsche, cuando Curt Paul Janz se encargó de la primera y única edición: Friedrich Nietzsche, Der Musikalische Nachlass, Bärenreiter. 

Esta edición está muy cuidada, pues hay tras ella una gran labor de investigación, recogiendo tanto las obras completas como las obras incompletas y los esbozos.

La mayor parte del legado musical de Nietzsche se halla en el Archivo Nietzsche de Weimar. 

Se sabe que habría más composiciones, ya que constan en cartas y escritos, pero no se conservan. Más allá de los manuscritos del propio autor en la biblioteca de la Universidad de Basilea o manuscritos que forman parte de propiedades particulares, no se han encontrado otros textos musicales.

Algunos manuscritos fueron enviados a Leipzig para ser publicados, pero la ciudad sufrió un bombardeo. 

Todos los manuscritos de Nietzsche se encuentran ahora en el archivo Goethe. Cada hoja del manuscrito lleva la firma del editor Lenzewski a lápiz. Las partituras y las libretas se encuentran paginadas. La paginación puede estar hecha por el propio Nietzsche, o bien por los copistas. Lenczewski intentó ordenar los manuscritos en orden cronológico. Sin embargo, la cronología en algunos casos es segura, pero en otros no lo es.

Las grabaciones, sin embargo, sí que han sido más numerosas: The music of Friedrich Nietzsche (1998), Friedrich Nietzsche: Compositions of his youth, 1857-63 (1995), Friedrich Nietzsche: Compositions of his mature years, 1864-82 (1996), Nietzsche: Su música (2003), The music of Friedrich Nietzsche (2007) y Nietzsche: Piano music (2017).

Música absoluta

La música absoluta defiende la capacidad intrínseca de la música de tener significado por sí misma sin tener que hacer uso del lenguaje verbal. 

Música absoluta versus música programática será uno de los grandes debates estéticos durante el siglo XIX: música absoluta, tesis defendida por el filósofo Wackenroder a finales del siglo XVIII, y, por otro lado, la otra vertiente sostenida por Rousseau, quien afirma que la unión de la música con la poesía es el arte más completo. 

Nietzsche opina que sobran los cantantes en el Tristán, y que sería interesante transformarlo en una sinfonía debido a la gran calidad de su música siendo un acérrimo partidario de la música absoluta: ‘Que el teatro no se convierta en dueño y señor de las artes. Que el actor no se convierta en el seductor de quienes son auténticos. Que la música no se convierta en un arte para mentir’. 

No obstante, como humano demasiado humano lleno de contradicciones compone Ermanarich, un poema sinfónico para piano, donde cada fragmento musical es acompañado de un texto descriptivo. 

Ermanarich, rey de los greutungos

Para Nietzsche, la poesía es la máxima expresión de la individualidad popular, por lo que antes de ser filólogo había que ser poeta. 

Así́, los temas preferidos por el Nietzsche niño y adolescente, tal y como aparecen en sus escritos autobiográficos, son los de las leyendas germánicas, de entre las cuales su héroe favorito es Hermanarico, rey de los godos, cuya muerte le inspira un poema épico, el esbozo de una tragedia, una composición musical, un ensayo filológico y otro histórico. 

Los versos finales del poema parecen sugerir anticipadamente un tema del Nietzsche maduro, el de la aceptación gozosa de la muerte y su advenimiento a mediodía.

Hermanarico fue rey de los greutungos (descendientes directos de los ostrogodos) en el siglo IV. Este rey aparece tanto en la fuente ‘De origine actibusque Getarum‘ de Jordanes como en ‘Res Gestarum  de Amiano Marcelino. El reino de Hermanarico correspondería con la actual Ucrania. Todo parece apuntar que, tras ser derrotado por los hunos, se suicidó.

El interés de Nietzsche por este rey se hace patente en sus escritos: ‘Fue en San Miguel, en 1861, en pocos días, cuando comencé y concluí el siguiente fragmento de la sinfonía Ermanarich, concebida para dos pianos según el modelo de la sinfonía Dante, que yo había conocido hacía poco tiempo. 

Fue una época en la que me sentía más atraído que nunca por la leyenda de Ermanarich; todavía me hallaba demasiado conmovido como para poetizar y no poseía aún la suficiente distancia como para lograr la composición de un drama objetivo; sin embargo, fue en la música donde se encarnó mi estado de animo, embriagado por la leyenda. 

A pesar de esto, todavía dudaba sobre el nombre con el que debía bautizar la obra, Sinfonía Ermanarich o Serbia, pues yo albergaba el plan, similar a como sucedía en la Hungarica de Liszt, de abarcar en una composición el mundo sentimental de un pueblo eslavo, ya que no me hallaba ahora de ningún modo preparado para analizar imparcialmente el flujo de sentimientos que animaba la obra y solo tenía una idea vaga de cuanto quería expresar en ella. 

Ahora, justamente un año después, recuerdo exactamente aquel estado de ánimo y la alternancia de los sentimientos que lo oprimían y sacudían, unos sentimientos a menudo demasiado inmediatos y ásperos que envolvían a los personajes principales de la historia de Ermanarich y que entonces llenaban mi alma. 

Al revisar hoy el fragmento, he procurado mostrar de forma mucho más precisa aquello que en la primera versión solo aparecía como esbozo. He completado algunos momentos aislados que faltaban; el final, en particular, es enteramente nuevo, y es tan intensa su furia que sobrepasa todo cuanto hice en la primera versión’.

La partitura 

Ermanarich, finalmente para piano solo, consta de 149 compases y se encuentra divida en secciones (A-O), y, como notas a pie de página, encontramos las indicaciones del autor para la interpretación de la pieza, dichas indicaciones de la partitura están escritas en alemán, como empieza a suceder en el Romanticismo de la mano de Beethoven y Schumann y que tal y como definirá Wittgenstein: ‘Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo’. 

De esta manera, Schumann se preguntaba el porqué de poner indicaciones genéricas en italiano, pudiendo ser más preciso con su propia lengua materna. 

Superado el Romanticismo y admirando al compositor, Nietzsche utiliza su idioma nativo para ser más preciso en sus indicaciones. Con lo que respecta al pianismo de la obra, encontramos una diversa paleta de explotación de la técnica pianística: acordes repetidos, trémolos, saltos, acciacaturas, uso del pedal tonal para poder mantener bajos de larga duración, etc. 

A nivel rítmico: numerosos cambios de tempo, así como pasajes polirrítmicos. Y, a nivel textural: pasajes contrapuntísticos. 

Uso del lenguaje y de la semiótica musical

En la sección A observamos una bajada cromática que representa un passus duriusculus en catábasis, recreando sensación de desolación y un ritmo de corchea con puntillo-semicorchea que otorga un carácter marcial (ritmo lombardo), en consonancia a la descripción heroica del rey. 

En la sección B, para reflejar la inquietud del texto, utiliza una armonía muy inestable y errante. En la sección C, para describir que ‘el cortejo se acerca’, utiliza un círculo de quintas ascendente. Otros ejemplos pueden verse en la sección M, donde representa el inmovilismo y la mudez a través de una séptima disminuida y dos silencios de corchea con calderón. 

Como se puede observar, estos ejemplos señalan el conocimiento de Nietzsche acerca de la semiótica musical, utilizando figuras retóricas y tópicos. También puede extraerse que, pese a la vehemencia de sus escritos en contra de la música del futuro o a la música que sigue un programa, Nietzsche abraza todas estas contradicciones que son tan habituales en las personas, puesto que una cosa es el ideal, y otra cosa muy distinta es la realidad en la que uno vive.

Escultura 3D de Friedrich Nietzsche realizada por Hadi Karimi

Manuscrito de Ermanarich

Para finalizar

El conocimiento y estudio de la obra musical del filósofo llevaría a comprender también mejor sus escritos sobre música. Pese a la imposición de algunos autores de la no valía de la obra musical de Nietzsche, cierto es que existen diversos trabajos discográficos de su obra pianística y han suscitado interés ya que son varios los intérpretes que han grabado sus obras. 

A lo largo del análisis interpretativo se ha tomado conciencia de que algunos pasajes son difíciles de llevar a la praxis, siendo susceptibles de ser arreglados por el intérprete. 

Por ultimo, romper una lanza a favor del filósofo de Basilea, ya que tuvo el tesón de componer a lo largo de casi toda su trayectoria un extenso y variado catálogo de obras de diversa naturaleza e índole, viéndose forzado a profundizar para no caer en superficialidades y como hecho material queda patente en una obra como Ermanarich, con elementos muy distintos, con explotación de distintos recursos idiomáticos para el piano y apta para la interpretación musical. 

Imagen de portada: Archivo

FUENTE RESPONSABLE: Digital Melómano. Claves para disfrutar la Música. Por María Francisca Sáez Escámez. 30 de enero 2023.

Sociedad y Cultura/Música/Filosofía/Friedrich Nietzsche.