Visión en túnel

Cada año, de agosto a principios de octubre, los meros goliat del Atlántico -Epinephelus itajara- se reúnen frente a la costa este de Florida para desovar. 

En las noches oscuras, cuando la luna es nueva, los machos producen sonidos de baja frecuencia al contraer sus vejigas natatorias, llamando a otros meros a congregarse alrededor de naufragios o arrecifes rocosos. Hace cincuenta años, más de 100 peces podrían responder a la llamada. Pero en 1990 la especie había sido pescadas casi hasta la extinción, y las congregaciones de apareamiento a menudo se reducían a solo un puñado de peces. 

Ese año, los meros goliat fueron protegidos bajo prohibiciones de pesca federales y estatales, y la población comenzó a recuperarse lentamente. Si bien las congregaciones de apareamiento de Florida aún no han alcanzado los números que los pescadores locales recuerdan de la década de 1970, ahora es común ver de 20 a 40 meros juntos durante la temporada de reproducción.

El fotógrafo y ecologista de arrecifes de coral Tom Shlesinger ha sido testigo de este espectáculo muchas veces en los últimos años, pero nunca ha renunciado a nadar con estos gentiles gigantes de 350 kilogramos. 

Durante una inmersión en septiembre pasado, observó, cautivado, cómo un gran macho nadaba tranquilamente a través de un enorme cardumen de pequeños peces de la especie Decapterus punctatus. «Parecía que estaba nadando a través de un túnel de peces», recuerda Shlesinger, «e inmediatamente supe que este era el momento perfecto para capturar una perspectiva única». 

Shlesinger apreció la experiencia, en parte porque sabe que la especie está una vez más en peligro. En marzo, a pesar de la fuerte oposición de los científicos que estudian la especie, la Comisión de Conservación de Pesca y Vida Silvestre de Florida votó para reabrir la pesca recreativa para los meros goliat a partir de 2023. 

Bajo el nuevo plan, se venderán hasta 200 permisos cada año por un valor de entre 150 y 500 dólares, cada uno de los cuales permitirá la pesca de un mero adulto. Los expertos en meros Goliat, Felicia Coleman y Chris Koenig de la Universidad Estatal de Florida han redactado una larga lista de razones sobre porqué la decisión es desacertada, entre las cuales destaca que la población no es actualmente tan estable como cabría esperar.

Si bien el número de meros juveniles ha aumentado en los últimos años, el número de adultos reproductores en realidad ha disminuido, probablemente debido a la caza furtiva y la degradación del hábitat. 

Además, desde una perspectiva económica, los meros goliat valen mucho más vivos que muertos. A medida que las congregaciones de apareamiento han crecido, un próspero negocio de ecoturismo ha surgido a su alrededor, generando ingresos que superan con creces el precio de los permisos de pesca. Además, los meros goliat se alimentan de especies que de otro modo comerían langostas juveniles; las poblaciones sanas de peces se han relacionado con cosechas de langosta más robustas. «Abrir la pesquería para esta especie icónica en las circunstancias actuales parece bastante miope», lamenta Shlesinger. 

Sin embargo, hay esperanza en lo que los científicos han aprendido desde 1990: que si se adoptan medidas para proteger a la especie, esta es capaz de recuperarse.

Imagen de portada: Epinephelus itajara- Por Tom Shlesinger / Big Picture Natural World Photography Competition 2022

Esta imagen fue publicada originalmente en bioGraphic, una revista independiente sobre naturaleza y conservación impulsada por la Academia de las Ciencias de California y socio del concurso de fotografía BigPicture: Natural World.

FUENTE RESPONSABLE: National Geographic en Español. Por Héctor Rodriguez. 2 de septiembre 2022.

Océanos/Biodiversidad/Peces.

Así es el pez robot creado para controlar a otras especies invasoras.

Si deseas profundizar en esta entrada; por favor cliquea donde se encuentre escrito en “negrita”. Muchas gracias.

El pez robot es idéntico a una lubina negra, el depredador natural del pez mosquito, considerado una de las especies invasoras más nocivas del mundo.

El pez mosquito (Gambusia affinis) es originario del Golfo de México. Con un tamaño máximo de siete centímetros y una cola abierta en forma de abanico, se trata de una especie que difícilmente resalta del resto de su familia; sin embargo, posee una característica que lo ha llevado a ser introducido por la mano humana a todo el mundo: 

Especializado en rondar justo debajo de la superficie en busca de alimento, el pez mosquito (también conocido como gambusina) es un depredador natural de larvas y pupas de mosquito que cuelgan bocabajo en la superficie de aguas estancadas. 

Esta habilidad, aunada a la necesidad de controlar al mosquito como vector de distintas enfermedades, provocó su introducción a Europa y el resto del mundo a inicios del siglo XX. Y aunque al principio la población de mosquitos se redujo drásticamente, su habilidad para adaptarse a distintas temperaturas y competir con peces y anfibios nativos los llevó a convertirse en una de las 100 especies exóticas invasoras más nocivas del mundo, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Foto: NOZO / Wikimedia

Un siglo después, un grupo de científicos de la Universidad de Australia Occidental desarrolló una solución novedosa para reducir el efecto de las gambusinas en los ecosistemas donde fue introducido: 

Se trata de un pez robot que nada, se comporta y posee una apariencia idéntica a la lubina negra (Micropterus salmoides), una especie que multiplica el tamaño de la gambusina y se considera uno de sus principales depredadores en su hábitat natural.

Durante las pruebas en laboratorio, el equipo dispuso de doce tanques con seis peces mosquito en cada uno, además de un renacuajo de Litoria moorei, una especie nativa de Australia que es habitualmente presa del pez mosquito. Cada vez que una gambusina se acercaba a morder al renacuajo, el pez robot la atacaba para provocar su huida.

Después de analizar el comportamiento de los peces mosquito en los tanques donde se introdujo el pez robot y compararlo con las peceras donde no se introdujo, los investigadores concluyeron que la presencia del robot provocó cambios físicos, en el comportamiento y la reproducción del pez mosquito que se prolongaron durante semanas después del experimento.

En presencia del robot, los peces mosquitos decidieron nadar juntos en lugar de explorar el tanque y por lo tanto, sus ataques hacia el renacuajo se redujeron drásticamente. Además, todos los individuos que compartieron tanque con el robot mostraron una pérdida ligera de peso (probablemente debido al estrés y temor que causaba el pez robot). 

Más aún: la habilidad reproductiva de los peces mosquito se redujo significativamente. Tras analizar la calidad y cantidad de espermatozoides de los machos de tanques con y sin robot, el equipo descubrió que las células sexuales de los individuos expuestos al pez robot disminuyeron en aproximadamente 50 % comparado con el resto de peces mosquito.

Y aunque el resultado del estudio no pretende probar robots similares en la naturaleza, se trata de una muestra de que es posible desarrollar alternativas distintas a las usadas hasta el momento para minimizar el impacto de las especies invasoras:

“NUESTRO PLAN NO ES LIBERAR A CIENTOS DE MILES DE ESTOS ROBOTS EN LA NATURALEZA Y PRETENDER QUE RESUELVAN EL PROBLEMA, PERO PUEDE HABER MÁS DE UNA FORMA DE ASUSTAR A UN PEZ MOSQUITO. DARLE A LOS PECES UN OLOR SIMILAR AL DE SU DEPREDADOR, POR EJEMPLO, PODRÍA INDUCIR CAMBIOS SIMILARES”, EXPLICA GIOVANNI POLVERINO, ECOLOGISTA CONDUCTUAL Y AUTOR PRINCIPAL DEL ESTUDIO.

Imagen de portada: Gentileza de Giovanni Polverino

FUENTE RESPONSABLE: NATIONAL GEOGRAPHIC en Español. Por Alejandro I. López. Diciembre 2021.

Animales/Especies invasoras/Peces/Ciencia/Tecnología/Robot