Llevame contigo…

No juegues
conmigo,
ninfa
que has llegado
desde
ese lugar
encantado,
porque se que
tus juegos
son parte
de tu esencia,
ser divino
virgen retoño
que vaga
en su paraíso,
y a los hombres
les está
vedado
conocerlo.

Allí donde fluyen
manantiales
de agua cristalina,
donde el canto
de los pájaros,
dibuja melodías
en el aire.

No le digas
que no
a este mortal,
deslumbrado
por una
belleza,
como
la tuya
tan
encantadora,
rizos
de trigal dorado
que caen
sobre
tus hombros,
labios
que he sentido
húmedos
como sabrosa
fruta,
cuando solo
un beso
me has dado.

No deseo
que te vayas,
se que
te han dado
poco tiempo,
para estar
aquí,
se que eres
renuente
al matrimonio,
pero no
por ello,
puedes dejar
de intentar amarme,
porque mi
corazón, sabes
ya te pertenece.

¿Qué me dices?
¿Qué debes irte?
llévame contigo
mi vida
no sería vida,
sin ti a mi lado,
hazlo de una vez,
no lo pienses,
tendrás en mi
un amor
tan infinito,
que te abrazara
por todos
los rincones,
de ese
tu vergel eterno..

La espera…

Esperando
como es
habitual en mi,
es lo que hago
con alguno
de mis amores;
le pregunto a ella
si quiere
acompañarme
a un bar cercano,
me mira con
ojos encendidos,
que entiendo
como siempre
que es un si.

Es tarde
para desayunar,
temprano
para almorzar,
elijo un light
ella lo disfrutara
como yo,
si le conoceré
los gustos
a esta pícara
acompañante.

El camarero
lo trae a la mesa,
unto las tostadas
de salvado,
con distintos
cuchillos,
uno para el
queso light,
otro para
la mermelada
de durazno
también light.

El café con leche,
más café
que leche está
inmejorable,
compartimos
las tostadas
que ella come
con fruición,
llega la hora
desato la correa
de la silla
que ocupa
y salta al piso,
mi encantadora
fiel mascota,
Daysi, moviendo
su cola
como reloj
de péndulo.

Esto es vida…

5 poemas de ‘Lírica erótica de la India clásica’

Lírica erótica de la India clásica (Hiperión) reúne dos breves colecciones de poesía erótica sánscrita, el Śṛṅgāratilaka (“la señal de la pasión”), con treinta y siete epigramas, y el Ghaṭakarpara (“la olla rota”), oda de veintiún estrofas en la que una mujer expresa su añoranza por el amado; su título parece esconder el nombre del autor, que presume con orgullo de su habilidad con la rima. 

La sencillez de su estilo sitúa estas obras en una fecha anterior al gran poeta Kālidāsa (ss. IV-V d. C.); el ser muestras tan tempranas de la lírica sánscrita clásica tipo kāvya les confiere especial relevancia. La poesía kāvya se caracterizaba por un estilo de gran elegancia formal, con sus propios códigos estéticos y técnicos. 

En la lírica amorosa de la India clásica, el autor no refleja necesariamente sus propios sentimientos: da voz a situaciones y personajes codificados, lo que sin embargo le permite expresar una sutil gama de sentimientos. Sorprenden la hondura de los sentimientos femeninos, o la finura con que se reflejan los cambios de humor de los amantes.

El traductor y editor del texto, Francisco J. Rubio Orecilla, es profesor de sánscrito en la Universidad de Salamanca. Formado como filólogo clásico e indo europeísta, se especializó en filología védica y lingüística indoirania en Salamanca y en diversas universidades alemanas, y desde hace años trabaja en la interpretación de los textos sánscritos más antiguos: los Vedas y las grandes epopeyas de la India.

1

Sus dos brazos son tallo de nenúfar;

un loto su rostro,

agua juguetona su gracia

y piedras del estanque sus caderas,

pececillos sus ojos,

un bejuco su trenza;

de la amada son los pechos

parejita de patos canela;

es ella un lago placentero que formó el creador

para sumergir a los que Amor quemó con sus flechas.

***

2

La dulce noche ha llegado; si no ha vuelto aún mi esposo,

váyase mi vida en la pira, si volver a nacer yo suplico.

El cazador, en el lazo que al cuco tendió;

y el planeta Rāhu, en el eclipse de la luna esquiva;

el destello mismo del ojo de Śiva, en Amor;

así mi pasión ha sucumbido al que es dueño de mi vida.

***

3

Loto azul tu mirada;

tu rostro, loto blanco;

de jazmín los dientes;

el labio superior, tierno capullo;

los miembros, de pétalos de magnolia;

si así el creador te creó,

mi amada, ¿cómo es que en piedra

te modeló el corazón?

***

4

La mejor lavandera, sola sobre el pétalo de un loto

muestra al verla el señorío de cuatro divisiones del ejército;

qué me harán en el loto de tu rostro

ese par de lavanderas, tus ojos, yo no lo sé.

***

5

Quienes una lavandera por ventura ven,

donde sea, sobre un loto,

todos ellos se convierten en poetas en extremo famosos,

cual rey que la tierra detenta.

Ese par de lavanderas, tus ojos,

en el loto de tu rostro: quienes los ven,

inválidos quedan en la red de las flechas del Amor.

¡Incauta, qué milagro!

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Imagen de la portada: Gentileza de Zenda. Autores, Libros y Cía.

FUENTE RESPONSABLE: Zenda. Autores, Libros y Cía.

VV.AA. Edición, traducción y notas: Francisco J. Rubio Orecilla. Título: Lírica erótica de la India clásica. Editorial: Hiperión. 

Dejar de creer

Tuviste una vida
en zona de confort,
y por mi amor por ti
se alimentaron otros,
no me importa
se que lo volvería hacer,
ya que si lo hice
fue por lo sublime
y el todo que eras
en ese momento,
dentro de mi ser.

Mis errores
tan evidentes,
siempre conocidos
que utilizaste
a la perfección,
para rezumar
en mi rostro,
sin saberlo traiciones
pequeñas al principio.

Grité a viva voz
mi imperfección divina,
por propios y ajenos
errores que cometí,
en cambio tu
los negaste
y los supiste
guardar
bajo un manto
de hipocresía,
así
sutilmente mudaste
tu piel de víctima,
a diabólica
víctimaria 
que no dudó
en ser infiel,
tratando
de convertirse
en alguien distinta,
con aires
de libertad
que deseo
obtengas,
sin embargo
por conocerte
con el tiempo
te darás cuenta
que quedaras
prisionera
de tu
propio engaño.

Imagen: Gentileza Pinterest

Inconfesable

:Puedo darte un masaje
en tus pies me dijiste»,
presentí en ello
que sería el inicio,
de ese juego al que tanto
nos entregabamos,
en todo encuentro furtivo
dentro de las tinieblas
de tu cuarto donde hasta
el mismo Satanás parecía
estar presente
con su lasciva mirada.

Cuando te acomodaste
entre las almohadas de plumas,
dejando al descubierto tus piernas,
comencé suavemente a acariciarlas,
sintiendo tu temblor y ansiedad
cuando desde abajo hacia arriba,
una y otra vez tocaba tu pubis.

Minutos después tu humedad
mojo levemente mis manos,
supimos que deseábamos fuegos
interminables desde nuestros cuerpos
que nos inflamaran de placer.

Nos lanzamos como salvajes
a hundirnos en ese placer
al que al mismo tiempo
llegamos a la explosión
de todos los sentidos…