Premio Nobel de Física por el descubrimiento del antiprotón para Emilio Gino Segré.

Nacido en Tívoli, Lacio, Italia, fue un físico ítalo-estadounidense que, juntamente con Owen Chamberlain, ganó en 1959 el Premio Nobel.

Hijo de padres sefardíes estudió ingeniería en la universidad romana de La Sapienza. En 1927 cambió de carrera por la física y se doctoró en 1928 con una tesis dirigida por Enrico Fermi. Pertenecía al llamado Grupo de Roma.

Después de hacer el servicio militar, desde el 1928 hasta el 1929 trabajó con Otto Stern en Hamburgo y con Pieter Zeeman en Ámsterdam, como miembro de la Fundación Rockefeller (Rockefeller Foundation). Segrè fue profesor de física de la Universidad de Roma “La Sapienza” de 1932 hasta 1936. De 1936 hasta 1938 será director del laboratorio de física de la Universidad de Palermo.

Después de la visita que hizo en el Laboratorio de Radiación de Berkeley (Berkeley Radiation Laboratory) a Ernest O. Lawrence. Ernest le envió en 1937 a Segrè una muestra de molibdeno que había sido bombardeado con núcleos de deuterio (deuterones) en el ciclotrón de Berkeley para que la analizase, ya que estaba emitiendo formas anómalas de radioactividad. Tras cuidadosos análisis químicos y teóricos, Segrè fue capaz de probar que parte de la radiación estaba siendo producida por un elemento químico desconocido que fue llamado tecnecio por haber sido el primero sintetizado artificialmente (del griego tecnetos, que significa “»artificial”). A posteriori ha sido encontrado en la naturaleza, aunque en muy pequeñas dosis.

Mientras Segrè estaba de visita a California, en verano del 1938, el gobierno fascista de Mussolini expulsó de las universidades a los judíos con sus leyes antisemitas. Como judío, a Segrè se le otorgó un permiso de emigrante por tiempo indefinido. En el Laboratorio de Radiación de Berkeley, Ernest O. Lawrence le ofreció un puesto de trabajo como Asistente de Investigación (una posición bastante baja para alguien que había descubierto un elemento) con un sueldo de 300 dólares al mes. Además, cuando Lawrence se enteró que Segrè estaba legalmente atrapado en California, le bajó el sueldo a 116 dólares (muchos, incluido Segrè, vieron en esto una situación de explotación). Segrè, empero, pudo encontrar otro trabajo como profesor del departamento de física en la Universidad de California en Berkeley. Mientras estaba allí, ayudó a descubrir el elemento conocido como astato y el isótopo plutonio-239 (que luego se utilizó para crear la bomba atómica lanzada en Nagasaki).

Desde 1943 a 1946, trabajó en el Laboratorio Nacional de Los Álamos / Los Alamos National Laboratory, dentro del grupo encargado del proyecto Manhattan. En 1944 obtuvo la ciudadanía estadounidense y, cuando regresó a Berkeley en 1946, trabajó como profesor de física allí hasta 1972. En 1974, volvió a la Universidad de Roma “La Sapienzaפ como profesor de física nuclear.

Segrè, además, fue un fotógrafo aficionado y sus instantáneas documentaron eventos y retrataron personas para la historia de la ciencia moderna. El Instituto Americano de Física (American Institute of Physics) dio su nombre al Archivo Fotográfico de la Historia de la Física en su honor.

Murió a la edad de 84 años, de un ataque cardíaco, en Lafayette, California (Estados Unidos).

Imagen de portada: Los “chicos” de Vía Panisperna en el patio del Instituto de Física de la Universidad de Roma en Vía Panisperna. De izquierda a derecha: Oscar D’Agostino, Segrè, Edoardo Amaldi, Franco Rasetti y Enrico Fermi – Foto: Wikipedia – Dominio Público

FUENTE RESPONSABLE: Aurora. Israel.

Sociedad y Cultura/Ciencia/Física/Investigación/Premio Nobel

La otra cara de los Premios Nobel: el sinfín de controversias que opaca el brillo de los galardones.

Machismo, eurocentrismo, omisiones, oscurantismo y hasta una distinción inventada.

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El industrial sueco que inventó la dinamita los creó hace más de un siglo para distinguir a quienes en el año previo a su entrega realicen «el mayor beneficio a la humanidad». Su historia está marcada por polémicas en torno a la elección de los premiados.

El 27 de noviembre de 1895, el industrial sueco Alfred Nobel firmó su testamento en París. Tenía 62 años. Además de legar su fortuna a familiares y conocidos, dispuso la creación de un premio “a aquellos quienes durante el año anterior hayan otorgado el mayor beneficio a la humanidad”. Instituyó galardones para literatura (dado por la Academia Sueca), química, física (ambos a cargo de la Academia Sueca de Ciencias) y medicina (en manos del Instituto Karolinska), a entregarse en Estocolmo; y un premio a la paz que otorgaría el Parlamento noruego. Nobel murió el 10 de diciembre de 1896 en San Remo, Italia. A partir de 1901, en el aniversario de su muerte, comenzaron a entregarse los premios que llevan su nombre.

La leyenda sobre la ausencia del Nobel de Matemática

Nacido en Estocolmo el 21 de octubre de 1833, Nobel fue el creador de la dinamita. Heredó la fortuna de su padre, que lo mandó a estudiar a San Petersburgo (donde el progenitor había cosechado éxito como fabricante de explosivos). En 1867 creó la dinamita, después de haber desarrollado un detonador para explosiones de nitroglicerina. Hombre de inclinaciones literarias que no pudo concretar, Nobel sufrió acusaciones por las muertes que causó su invención. De hecho, en una explosión accidental de nitroglicerina perdió a un hermano. Soltero toda su vida, mantuvo una relación platónica con su secretaria Bertha Kinsky, diez años menor, que se convirtió en pacifista y, en 1905, ya conocida por su apellido de casada (Von Suttner), en la primera mujer en recibir el Nobel de la Paz.

Sin embargo, la relación más intensa de Nobel con una mujer fue con Sophie Hess, a quien se señala como la culpable de que no haya un Nobel de Matemática. Nunca se pudo comprobar, pero se dice que fue amante del matemático Gösta Mittag-Lefler y le habría pedido grandes sumas de dinero a Nobel. El industrial, para complacerla, decía siempre que sí. Al parecer, el dinero iba al bolsillo de Mittag-Leffler. Lo cierto es que se instaló la leyenda del encono de Nobel al matemático y que por eso no legó dinero para un premio a esa disciplina.

Alfred Nobel, el industrial que legó su fortuna para los premios que llevan su nombre.

Algunos datos de los Nobel

La estadística básica del Nobel señala que el ignoto francés Sully Prudhomme fue el primer Nobel de Literatura. Que, por haber descubierto los rayos X, Wilhelm Röntgen fue el primer Nobel de Física. Que Marie Curie resultó la primera mujer premiada (Física, 1903), y la primera persona en recibir un segundo Nobel, el de Química en 1911. Que la sueca Selma Lagerlöf fue la primera mujer que se llevó el de Literatura, en 1909.

También se puede apuntar que Malala Yousafzai es la persona más joven en ganar un Nobel: el de la Paz de 2014, con 17 años. Y que en el otro extremo aparece el Nobel de Química de 2019, John Goodenough, con 97. Linus Pauling se llevó el Nobel de Química en 1954, y ocho años más tarde le dieron el de la Paz. John Bardeen recibió el de Física en 1956 por el efecto transistor y repitió en la misma categoría en 1972 por sus estudios de superconductividad. Frederick Sanger ganó en Química en 1958 y 1980.

Cinco argentinos, todos graduados de la Universidad de Buenos Aires, fueron reconocidos: Carlos Saavedra Lamas y Adolfo Pérez en 1936 y 1980, respectivamente, se alzaron con el Nobel de la Paz. Los otros tres lo fueron en ciencias, algo sin parangón respecto del resto de los países de América Latina: Bernardo Houssay (1947) y César Milstein (1984) en Medicina, y Luis Federico Leloir (1970) en Química.

Bertha von Suttner: la primera mujer que ganó el Nobel de la Paz. 

Un premio que trae polémicas

En literatura, no hay un premio con la prosapia del Nobel a nivel mundial. Cada mes de octubre se disparan las quinielas sobre posibles ganadores. Las listas de candidatos son secretas (de acuerdo al estatuto del premio, por medio siglo), pero se suelen filtrar nombres que aparecen en las casas de apuestas. Como el lauro suele ser individual, por cada autor premiado hay decenas, por no decir cientos, que son desairados. Por eso es más frondosa la lista de no premiados, lo cual permite constatar un largo rosario de omisiones.

León Tolstoi, James Joyce, Marcel Proust, Franz Kafka, Jorge Luis Borges, Fernando Pessoa. Philip Roth, Vladimir Nabokov, Graham Greene, son solamente algunos de los que murieron sin el honor del 10 de diciembre. También es cierto que Proust, Kafka y Pessoa murieron relativamente jóvenes y eran casi desconocidos. A Borges, se afirma, lo perjudicaron sus posiciones políticas, aparte de que su obra no sedujo a unos académicos más proclives a novelistas. Tolstoi fue el protagonista de la primera gran polémica: murió en 1910. Ya se habían dado diez Nobel de Literatura y la Academia lo ignoró durante la primera década del galardón.

Alberto Moravia, el autor de El desprecio, La romana y El conformista, es otro de los que murió sin los oropeles de Estocolmo. Y que sufrió una broma cruel. Al escritor italiano lo llamaron por teléfono y le hicieron creer que en diez minutos más se haría el anuncio oficial de que era el ganador. En algunos casos, la llamada previa a ese anuncio se produce, por diferencia horaria, de madrugada, con lo que el flamante Nobel pasa por el breve trauma de dudar si lo llaman para anunciarle alguna desgracia familiar antes de recibir la gran noticia.

En dos ocasiones el premiado desistió de los honores. La primera vez fue en 1958. Boris Pasternak había conquistado Occidente con Doctor Zhivago, editada en Italia. La Guerra Fría le impidió viajar a Suecia. El escritor ruso lo rechazó en medio de presiones de las autoridades soviéticas. Seis años más tarde y, en nombre de su compromiso político, Jean-Paul Sartre declinó el Nobel. Pese a ello, en 1975, el padre del existencialismo tanteó a la Academia, ya no por el diploma y la medalla, sino por el dinero. No tuvo suerte.

Nombres ignotos figuran en el listado de premiados. Algunos saltan a la fama a partir del Nobel. Otros permanecen lejos de las luces aún después del premio. El chino Gao Xingjian es quizás el caso extremo. Exiliado en Francia, su nombre era desconocido a un nivel tal que, consultado sobre la noticia en 2000, el encargado del edificio en que vivía en París declaró que ni siquiera sabía que era escritor. Hubo una suspicacia: su primera traducción a una lengua occidental fue al sueco. La realizó Goram Malmqvist, miembro de la Academia. No deja de ser un detalle al lado del escándalo de 2018.

El francés Jean-Claude Arnault, casado con la académica Katarina Frostenson, fue acusado de abuso sexual. La Academia decidió romper vínculos con el gestor cultural y estalló la interna en la institución, ya que esos vínculos pasaban por apoyos económicos para el centro cultural que regentaba Arnault. Esto era incompatible, ya que se financiaba a alguien casado con una integrante de la Academia. Se sucedieron renuncias de académicos y entonces la opción fue posponer la entrega del Nobel. Así, en 2019 se entregaron dos premios, uno por el año anterior. En el medio, Arnault fue condenado a treinta meses de prisión.

El machismo de los Nobel

El Nobel es marcadamente eurocéntrico, sobre todo en Literatura. Pero, antes que nada, es machista. A la fecha hay 975 laureados. Apenas 58 son mujeres, y hay que contar el doble Nobel a Marie Curie en Física y Química (1903 y 1911, respectivamente). En Física, apenas hay cuatro laureadas y siete en Química. Son doce en Medicina, 16 en Literatura, 18 en Paz y apenas dos en Economía.

A esto sumemos elementos machistas e invisibilizaciones. Tim Hunt, galardonado en Medicina en 2001, se manifestó a favor de laboratorios segregados por sexo. Dijo: “Ocurren tres cosas cuando compartes el laboratorio con ellas: tú te enamoras de ellas, ellas se enamoran de ti, y, cuando las criticas, lloran. Quizá deberíamos hacer laboratorios separados para hombres y mujeres”.

Pierre y Marie Curie: compartieron el galardón en Física y ella fue la primera mujer premiada y la primera persona con dos Nobel. 

En 1962, se reconoció en Medicina uno de los avances decisivos de la ciencia: el ADN. Maurice Wilkins, Francis Crick y James Watson compartieron la gloria, pero el Nobel perpetuó en el olvido a Rosalind Franklin, fallecida en 1958. A lo que se suma que no se puede premiar a más de tres personas en una categoría, con lo que de no haber muerto a los 37 años, quizás hubiera habido una polémica.

Joshua Lederberg fue premiado en 1958 por sus investigaciones en bacterias. Ese trabajo fue en conjunto con su esposa Esther, pero ella fue ignorada. En 1974, el descubrimiento de los púlsars le valió el Nobel de Física a Antony Hewish y Martin Ryle. Se obvió a Jocelyn Bell, estudiante de posgrado de Hewish, quien fue la primera en detectar la señal de un púlsar.

Oscurantismo en el laboratorio

Los Nobel en ciencias no han sido ajenos a polémicas. Sobre todo respecto de un aspecto que parece inimaginable en científicos: la adhesión a teorías conspirativas y a cuestiones oscurantistas. Luc Montagnier, que identificó el virus de VIH, fue premiado en 2008 y pasó sus últimos años envuelto en el repudio. Al momento de morir, en febrero de 2022, era un crítico de las vacunas. Llegó a decir que la ingesta de papaya podía frenar el avance del mal de Parkinson, y que “una buena alimentación” era recomendable en África para evitar los contagios de HIV.

William Schockley se llevó el Nobel de Física en 1956 por uno de los avances del siglo: los transistores. Años más tarde, escandalizó con declaraciones racistas y propuso incentivos financieros para que la población con coeficiente intelectual menor a 100 se esteriliza. Por su defensa de la eugenesia, el Atlanta Constitution lo comparó con el régimen nazi. Schockley querelló al diario. Ganó y como compensación recibió un dólar.

El caso más notable es el de Kary Mullis. Le dieron el Nobel de Química en 1993 y, hasta su muerte en 2019, fue un connotado negacionista del cambio climático y del HIV como causante del SIDA. También creía en la astrología. La muerte lo sorprendió pocos meses antes de un acontecimiento del siglo XXI que lo hubiera puesto en primerísimo plano: la pandemia de coronavirus. A Mullis lo premiaron por haber desarrollado el test de PCR.

Economía, el premio que no legó Nobel

Como si no hubiera suficiente polémica con los Nobel de Literatura y de la Paz (a la cabeza, el rechazo a Henry Kissinger, premiado por su negociación para detener la guerra de Vietnam mientras auspiciaba el golpe en Chile), más las discusiones que suelen envolver a los galardones en ciencias, se sumó la controversia del Nobel de Economía. Primer punto: la economía no figura en el testamento de Nobel entre las ramas a premiar. De hecho, Nobel no solamente no la incluyó sino que además tenía una pésima opinión de la economía. Para fines del siglo XIX tenía más prestigio la matemática, que bien podría haber sido considerada, pero no lo fue. “Es un golpe de relaciones públicas de los economistas para mejorar su reputación”, ha dicho Peter Nobel, descendiente del industrial.

¿Cómo es que se creó un sexto Premio Nobel? Obedeció a una cuestión de lobby que culminó en 1968 cuando el Banco de Suecia, que cumplía 300 años, donó dinero a la Fundación Nobel para instituir un lauro que hasta los propios descendientes del industrial critican. Lo cierto es que cada año, y con dinero del Banco de Suecia, la Academia Sueca de Ciencias elige a los ganadores.

Los críticos señalan a grupos neoliberales como impulsores de un premio que podría legitimar su discurso. De hecho, el grueso de los premiados son de esa corriente. Se atribuye a la Sociedad Mont Pelerin un rol importante tras el fin de la Segunda Guerra, cuando el auge de las ideas keynesianas. Liderada por Friedrich von Hayek, despreció todo programa económico con participación estatal. Varios de sus integrantes formaron parte del Banco de Suecia y desde allí impulsaron el lobby para crear un premio que le sería otorgado a Hayek en 1974.

Admirado por Margaret Thatcher y admirador a su vez de la economía de Pinochet en Chile, Hayek compartió el premio con el sueco Gunnar Myrdal. Cuando el Nobel de Economía cayó en la controversia en 1976 al dárselo a Milton Friedman, patriarca de la escuela de Chicago y asesor de la dictadura chilena, se plantearon dudas sobre el prestigio del premio que no legó Nobel. De hecho, Friedman fue increpado al momento de recibir el galardón con consignas que recordaban su rol en Chile.

En esa ocasión, Myrdal admitió públicamente que él no debería haber aceptado el Nobel porque no precisaba el dinero y porque la Economía no es una ciencia dura como las otras tres que se premian. En privado, sostuvo que Hayek era un reaccionario, que el premio blanqueaba las peores ideas y que debía ser abolido. Cuatro premiados en ciencias firmaron un texto repudiando el lauro a Friedman.

De 89 premiados, apenas dos 2 son mujeres. Y entre ellas no figura una eminencia: la post-keynesiana Joan Robinson, fallecida en 1983 a los 79 años. Tres galardonados no se graduaron en Economía: Herbert Simon (1978) era politólogo; Daniel Kahnemann (2002) es psicólogo. Entre medio se premió a John Nash (1994), que era matemático. Ese premio trajo discusiones: era matemático y se planteó que el Nobel reconocía aportes de otras ramas. La historia de Nash como esquizofrénico derivó en la película Una mente brillante, que obvió las referencias al antisemitismo fanático del matemático.

En el otro extremo de Nash se halla Robert Aumann (2005), cuyo premio generó rechazos por sus posiciones ultraconservadoras en defensa de Israel. Incluso se señaló que utilizaba sus análisis para justificar los asentamientos de colonos en los territorios palestinos.

Errar es humano

Desde el punto de vista técnico, la mayor polémica del Nobel de Economía fue en 1997 con Robert Merton (hijo homónimo de un sociólogo de fuste) y Myron Scholes. Los reconocieron por sus aportes en los mercados financieros. Tres años antes se habían asociado en un fondo de inversiones, Long Term Capital. Cuando llegó la crisis rusa de 1998, los modelos de Scholes y Merton hicieron agua: su empresa perdió 4500 millones de dólares. Quizás por ello, los suecos quisieron resarcirse y un año después del Nobel a dos especuladores premiaron a Amartya Sen, experto en pobreza y desarrollo.

Cuando el centenario del premio, en 2001, los descendientes de Nobel publicaron una carta en la que afirmaron que el premio en Economía era una deshonra. Tres años más tarde, un grupo de científicos suecos también cuestionó el galardón que honró a Hayek y Friedman.

En 2013 se produjo otra controversia al premiar a Eugene Fama y Robert Schiller. Al primero, por sus aportes en cuanto a que los mercados financieros se autorregulan, son racionales, y que nadie puede ganar más dinero a través de la especulación. Al segundo, por describir la incidencia de la psicología en los mercados y su componente irracional, lo cual lleva a precios errados y burbujas financieras. O sea: compartieron el Nobel por decir cada uno lo opuesto del otro. Como señaló el economista chileno José Gabriel Palma: algo así como reconocer al mismo tiempo a Claudio Ptolomeo por afirmar que la Tierra está inmóvil con el Sol que gira a su alrededor y a Nicolás Copérnico por asegurar lo contrario.

El Nobel de Economía le deparó a William Vickrey la última noticia buena que recibió en vida. El economista canadiense fue premiado en 1996. Apenas tres días después del anuncio, falleció a los 82 años. Un año antes, Robert Lucas, uno de los galardonados de la Universidad de Chicago, acaso haya maldecido el momento en que le dieron el Nobel. Se había divorciado en 1988. Al momento de firmar los papeles, Rita, su exmujer, metió una cláusula: si en el transcurso de los siguientes 7 años él recibía el Nobel, debía cederle la mitad del dinero. Esa cláusula vencía en 1995, así que Rita, que le tenía fe a Lucas, se quedó con medio millón de dólares. 

Imagen de portada: El Premio Nobel fue creado para distinguir a quienes en el año previo a su entrega realicen «el mayor beneficio a la humanidad».

FUENTE DE PORTADA: Página 12. Por Juan Pablo Csipka. 30 de septiembre 2022.

Sociedad y Cultura/Premio Nobel/Controversias.

¿Quién gana el premio Nobel de Física 2022?

Se otorga la semana que viene; investigadores de Buenos Aires, La Plata y Bariloche jugaron a proponer nombres y explican por qué los eligieron.

Como ocurre desde hace más de un siglo, los primeros días de octubre están jalonados por un acontecimiento que atrae la atención de la comunidad científica global: se otorgan los premios Nobel de Fisiología o Medicina, de Física y de Química. Aunque los veredictos de cada año no están exentos de discusiones, es innegable que la suma que distribuyen y el prestigio que implican no pasan desapercibidos.

Una ventana al cerebro

Para ir palpitando la entrega del próximo martes, el Departamento de Física de la la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA y el Instituto Balseiro les pidieron a algunos investigadores que arriesgaran candidatos.

El elegido por Enzo Tagliazucchi, físico y neurocientífico, profesor e investigador del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, investigador del Conicet y director del laboratorio “Ciencia, cultura y complejidad”, es Seiji Ogawa, físico japonés de 86 años. “Lo que hizo es interesante porque se trata de uno de esos pocos casos en los que no hay controversia acerca de que la autoría de su descubrimiento –explica Tagliazucchi–. Lo presentó en un paper de 1990 publicado en el Proceedings of the National Academy of Science (PNAS) y tuvo un impacto enorme”.

Seiji Ogawa

El logro de Ogawa fue darse cuenta de que cuando las neuronas se activan y procesan información, se disparan “potenciales de acción”, y luego necesitan energía que suministra la sangre para recuperar su estado basal. El mecanismo por el cual se genera esa energía es una reacción química que involucra el oxígeno que llevan las moléculas de hemoglobina. Al mismo tiempo, las neuronas que no están oxigenadas tienen propiedades magnéticas diferentes.

“Así, la señal que mide la técnica de resonancia magnética se distorsiona [en las distintas regiones del cerebro de acuerdo con su actividad] y uno la puede traducir en el volumen de sangre oxigenada que está llegando a esa zona –explica Tagliazucchi–. Eso, sumado a la muy buena resolución espacial de estos equipos, permitió construir un mapa del cerebro que hoy cartografía con precisión de milímetros cúbicos qué áreas están recibiendo flujo sanguíneo, y esto es un marcador indirecto de donde hay neuronas ‘disparando’. O sea, lo que él inventó fue la técnica conocida como ‘resonancia magnética funcional’, que permite mapear en tiempo real y de forma no invasiva la actividad del cerebro de la persona que está dentro del resonador”.

El hallazgo tiene aplicaciones en muchas áreas, algunas de las cuales, como la neurociencia cognitiva, son posibles casi en su totalidad gracias a este avance. “Antes, uno tenía que esperar que hubiera una guerra para poder estudiar el cerebro, analizar déficits comportamentales y localizar distintas funciones –dice Tagliazucchi–. Ahora, cualquiera puede hacer un estudio sin provocar daños. Y lo mismo con otros órganos. Ogawa le dio un impulso notable a la neurociencia”.

Revolución cuántica 2.0

Los favoritos de Alex Fainstein, físico, egresado y docente del Instituto Balseiro, además de investigador del Conicet, que dirige el Laboratorio de Fotónica y Optoelectrónica del Centro Atómico Bariloche, son dos franceses: Michel Devoret y Alain Aspect.

Michel Devoret

“La primera revolución cuántica transformó el siglo pasado, hizo posible la existencia de transistores, la electrónica, los láseres –comenta Fainstein–. Michel Devoret tiene que ver con lo que se conoce como ‘segunda revolución cuántica’, que es la que presenta los aspectos más ‘esotéricos’, como el entrelazamiento [un concepto introducido en 1935 por Einstein, Podolsky y Rosen, que se verifica cuando dos partículas que se encuentran físicamente separadas se comunican entre sí y que no tiene equivalente en la física clásica] o la ‘teleportación’ [un proceso en el cual se transmite información cuántica de una posición a otra alejada de la primera] . Son ideas ‘locas’, pero en las que muchos países están haciendo inversiones enormes, de miles de millones de dólares, y que prometen transformar nuestra realidad”.  

Alain Aspect

Devoret es un pionero en el desarrollo de circuitos electrónicos muy pequeños que funcionan como qubits cuánticos (la base de las computadoras cuánticas). Alain Aspect probó experimentalmente que algo que ocurre muy lejos puede afectar lo que sucede en otro punto del universo.

“La aplicación más llamativa de estos avances dio lugar a la actual computadora cuántica –destaca Fainstein–. Es una forma de computar en la que no tenés ‘bits’ clásicos, que solo pueden tener dos valores (1 o 0), sino que pueden ser cualquier combinación entre dos valores con cierta probabilidad. Está demostrado que ese carácter probabilístico de la física cuántica se puede usar para hacer  computación en paralelo y romper todos los algoritmos, por ejemplo de seguridad. Podrías saber no solo todo lo que la gente está haciendo y diciendo, sino también lo que hizo y dijo en los últimos 20 años. Para eso se desarrolla la criptografía cuántica, que nadie puede espiar. Pero también se anticipa que con esta tecnología se podrán calcular estructuras de átomos, de moléculas para uso médico… Las aplicaciones que se imaginan son enormes”.

Augusto Roncaglio, investigador de la UBA e integrante del grupo de información cuántica, coincide con Fainstein respecto de Alain Aspect (“lo que logró fue entrelazar una cantidad muy grande de fotones en poco tiempo”, aclara)  y agrega al físico austríaco Anton Zeilinger, que también contribuyó en esta área. El equipo de este último fue el primero en comprobar una interferencia cuántica entre macromoléculas. Durante sus investigaciones en fotones entrelazados logró teletransportar dos de una orilla a la otra del Danubio.  

Los Borges de la física

Daniel Dominguez, egresado y docente del Instituto Balseiro, investigador del Conicet y de la CNEA en el área de materia condensada, comenta que también en física hay casos como el de Borges, que todos los años era candidato, pero nunca llegó a recibirlo. “Uno de ellos podría ser Aspect”, desliza.

David Deutsch

Entre su grupo de elegidos está Charles Bennett, uno de los pioneros en el campo de la computación cuántica que en este momento trabaja en IBM en los problemas del intercambio de información, y al físico nacido en Israel David Deutsch, miembro de la Royal Society. “Ambos dieron forma a la idea de programación cuántica y de computadora cuántica universal”, explica Domínguez. También incluye a John Martinis, líder del proyecto cuántico de Google.

Para fundamentar sus elecciones, Silvia Goyanes, directora del Laboratorio de Polímeros y Materiales del Departamento de Física de la UBA, revisó el testamento de Nobel. “Allí dice que la distinción se instaura ‘para premiar a aquellos que durante el año anterior hayan conferido el mayor beneficio a la humanidad’ –subraya–. Y en el área de física, a ‘una persona que haya realizado el descubrimiento o la invención más importante en el campo de la física’. 

Pero si uno mira el reporte de la Sociedad de Inventores Suecos, encuentra que el 80% de los Premios Nobel están destinados a investigaciones, mientras que sólo el 20% van a invenciones. En cuanto a temática, pareciera que un año le toca a cosmología, otro, a partículas, y otro, a óptica. 

Aunque el tercer premio Nobel en Física fue para Marie Curie, solo el 10% se otorgaron a mujeres. Un dato llamativo es que si bien se premia a científicos y científicas por sus investigaciones, esas mismas personas tienen varias patentes. 

Algo que a mí me sorprendió es que, si uno revisa la bibliografía, puede ver que el propio Einstein tiene 50 patentes. Entonces, si uno se pregunta cuál es el tema que revolucionó nuestras vidas, todo indica que es lo que tiene que ver con la física de nanoestructuras para la electrónica flexible, supercapacitores [con densidades de energía mayores que los convencionales], celdas solares orgánicas, pantallas flexibles…  Todo esto va a ser una revolución desde el punto de vista de las nuevas energías”.

Cherie Kagan

Aunque aclaró que no es especialista en el tema, seleccionó tres figuras de especial relevancia en el campo: Yongfang Li, Xiangfeng Duan (ambos nacidos en China, pero actualmente en los Estados Unidos) y Cherie Kagan. “Esta última se da cuenta de cómo se pueden colocar partículas nanométricas o nanocristales de un semiconductor adentro de una tinta, un líquido, y así armar circuitos para crear una electrónica flexible de alto rendimiento”, destaca.

Lucía Cabrera, estudiante de doctorado en Física en el Instituto Balseiro y becaria del Conicet en el grupo de Partículas y Campos del Centro Atómico Bariloche, propone a Takashi Taniguchi. 

“Es un científico japonés que trabaja en el Instituto Nacional de Ciencia de Materiales de Tsukuba, Japón –comenta Cabrera–. Generó cristales hexagonales de nitruros de carbono que lo catapultaron a la fama con su colega académico, Kenji Watanabe. ¿Por qué es importante? 

Estas estructuras permiten estudiar muy bien materiales bidimensionales; es decir, de un átomo de espesor. El más popular de estos es el grafeno y, de hecho, las láminas que ellos producen permitieron en los últimos años producir algunos dispositivos que se llaman ‘de ángulo mágico’, cuyas propiedades superconductoras o aislantes dependen (como su nombre lo indica) del ángulo con que se deposite la siguiente capa de grafeno. Es maravilloso”.

Chalres Bennett

De acuerdo con Guillermo Silva, físico de la Universidad Nacional de La Plata, otro que podría ganar un Nobel este año sería Alexander Polyakov, una figura cardinal en la teoría cuántica de campos: “Representa dos aspectos complementarios: es alguien que estuvo aislado –dice Silva– y formuló ideas fundamentales para el descubrimiento del  ‘instantón’, que permite explicar una anomalía a la hora de describir las partículas fundamentales. Para mí, es un crack. Se dio cuenta de que había fenómenos muy disímiles que se explicaban con las mismas herramientas y llevó a un cambio de paradigma con respecto a cómo entendemos que funciona la naturaleza en el nivel microscópico”.

David Ruelle

Por último, Julian Amette Estrada, doctorando en el Grupo de Fluidos, confesó que eligió a alguien de su área de investigación, David Ruelle, físico-matemático belga, que trabajó en sistemas dinámicos y desarrolló una teoría de la turbulencia. “No me parece probable que gane, porque el año último se distinguieron avances relacionados, pero es alguien que llena varios de los casilleros necesarios para el Premio Nobel”, afirma.

Imagen de portada: Watanabe y Taniguchi

FUENTE RESPONSABLE: El Destape. Por Nora Bár. 30 de septiembre 2022.

Sociedad y Cultura/Física/Premio Nobel.

Cultura.21 – Por qué Stephen King nunca ganará el Premio Nobel

¿Es usted fan de Stephen King? ¿Por qué este escritor superventas estadounidense nunca gana el Nobel de Literatura? Nuestra experta en Literatura, Traci Kim, investiga las razones, pregunta a los críticos y repasa la obra de este maestro del terror.

Stephen King es uno de los grandes maestros del terror. El estadounidense es uno de los autores más leídos y de mayor éxito comercial de nuestro época. Sus libros han vendido unos 400 millones de ejemplares en todo el mundo. Ha escrito más de 100 obras y cada año publica uno o dos nuevos libros. Su bibliografía abarca más de 70 novelas, además de relatos cortos y no ficción.

Con sus libros de terror y sus novelas históricas Stephen King ha aportado personajes icónicos a la cultura pop estadounidense y, en realidad, a la de todo el mundo. Un buen ejemplo es el malvado payaso Pennywise de «Eso” o el perro rabioso Cujo. El propio autor se convirtió incluso en un personaje de la serie de dibujos animados «Los Simpson». Stephen King ha ganado prácticamente todos los premios que podía ganar. 

En 2014, el presidente Obama le concedió la Medalla Nacional de las Artes. Solo hay un galardón que probablemente nunca recibirá: el Premio Nobel de Literatura. Hasta ahora nunca ha sido considerado como digno aspirante y jamás ha sido nominado al premio literario mejor dotado y más prestigioso del mundo. Pero, ¿por qué no? La experta en Literatura de DW, Traci Kim, indaga las razones por las que este autor de bestsellers probablemente nunca ganará el Premio Nobel de Literatura. 

Traci Kim charla con admiradores de Stephen King, como la escritora francomarroquí Lëila Slimani, y repasa las opiniones de críticos literarios como el legendario Harold Bloom, que en su día tachó de literatura barata las obras de Stephen King. Una cosa está clara, Stephen King no necesita el Premio Nobel para obtener fama, pues hoy en día es ya uno de los escritores más conocidos del mundo. El 21 de septiembre de 2022 cumple 75 años.

Imagen de portada: Stephen King

FUENTE RESPONSABLE: Cultura 21. Made for Minds. 

Sociedad y Cultura/Premio Nobel/Literatura.

 

 

La vida, después, la última novela del Premio Nobel de Literatura 2021.

Una conmovedora historia de amor con la guerra y el colonialismo como telón de fondo.

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Cuando todavía era un niño, Ilyas les fue arrebatado a sus padres por las tropas coloniales alemanas; tras años de ausencia y de batalla contra su propio pueblo, regresa a la ciudad de su infancia, donde sus padres han desaparecido y su hermana Afiya ha sido dada en adopción. Otro joven regresa al mismo tiempo: a Hamza no lo robaron para que combatiera, sino que lo vendieron. Con tan sólo sus ropas a la espalda, se limita a buscar trabajo y seguridad… y el amor de la hermosa Afiya.

Apenas acaba de comenzar el siglo XX y alemanes, británicos, franceses y demás países se han repartido el continente africano. A medida que estos jóvenes supervivientes intentan rehacer sus vidas, la sombra de una nueva guerra en otro continente amenaza con llevárselos de nuevo.

Traductora: Rita da Costa García

Colección: Salamandra Narrativa

EL AUTOR

Abdulrazak Gurnah (Zanzíbar, 1948) es un escritor de origen tanzano afincado en Inglaterra desde hace más de medio siglo. Doctorado en 1982 por la Universidad de Kent, ejerció la docencia en las universidades Bayero (Kano, Nigeria) y Kent, donde impartió literatura inglesa y poscolonial hasta su jubilación de 2017. Es miembro de la Royal Society of Literature desde 2006 y autor de numerosos cuentos, ensayos y una decena de novelas, entre las que destacan Paraíso  (1994), nominada para los premios Booker y Whitbread, A orillas del mar (2001), Desertion (2005) y Afterlives (2020).

Considerado uno de los escritores poscoloniales más relevantes, ha sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 2021 por su «conmovedora descripción de los efectos del colonialismo y la historia de los refugiados en el abismo entre culturas y continentes».

Criticas 

«Fascinante y desgarradora […]. Una novela convincente, que abraza a todos aquellos destinados al olvido, y rechaza su anulación.»

The Guardian

«Pocas veces en la vida se puede abrir un libro y descubrir que su lectura encierra las cualidades encantadoras de una relación amorosa… uno apenas se atreve a respirar mientras lo lee por miedo a romper el encanto.»

The Times

«Una evocación poética y vívida sobre el continente africano y el inquietante poder de lo desconocido.»

Independent on Sunday

«Un archivo resonante de una África desaparecida, que cobra vida de forma sorprendente. En él, un mundo perdido es recuperado de manera fascinante.»

Sunday Times

«Un libro brillante y revelador de un escritor asombroso.»

New Statesman

«Una novela vibrante y vívida que muestra a los seres humanos en toda su generosidad y codicia, mezquindad y nobleza, de modo que incluso los personajes menores parecen capaces de cargar con novelas enteras por sí mismos.»

Herald

«Desde las primeras páginas de La vida, después, un libro de tranquila belleza y tragedia, está claro que uno está en manos de un maestro de la narración.»

Financial Times

«Un tierno relato sobre lo extraordinario de las vidas ordinarias, La vida, después combina una narración fascinante con una escritura cuya exquisita precisión emocional confirma el lugar de Gurnah entre los destacados estilistas de la prosa inglesa moderna. Al igual que sus predecesoras, ésta es una novela que exige ser leída y releída, por su humor, su generosidad de espíritu y su clarividente visión de las infinitas contradicciones de la naturaleza humana.»

Evening Standard

«Con una prosa limpia y mesurada, Gurnah inspecciona los actos individuales de violencia… y los actos inesperados de bondad. Conmovedor en su ordinariez, La vida, después es una convincente exploración de la necesidad de encontrar lugares de refugio.»

Daily Telegraph

«Abdulrazak Gurnah es un maestro de su oficio … Una novela intrincada y delicada, vitalmente necesaria.»

New Internationalist

Imagen: Portada de “La vida, después”

FUENTE RESPONSABLE: El Placer de la Lectura. 2 de septiembre 2022.

Sociedad y Cultura/Literatura/Premio Nobel/Abdulrazak Gurnah

 

«Elias Portolu» de Grazia Deledda, Premio Nobel de 1926.

Premio Nobel de Literatura en 1926, Grazia Deledda había nacido en Cerdeña y desarrolló su tarea de escritora en Roma. Elias Portolu fue su principal novela, donde se narra un conflicto pasional extremo en un ámbito rural. Publicada en 1903, olvidada por mucho tiempo, ahora se publica en castellano en una edición de Losada. 

Obtuvo el Premio Nobel en 1926, segunda mujer en lograr tal distinción y primera y única hasta hoy de lengua italiana que lo obtuviera en Literatura. Y sin embargo, su nombre no ha figurado en el lugar destacado que tuvieron otros compatriotas, aunque con el tiempo fue logrando un merecido reconocimiento.

Grazia Deledda había nacido en 1871 en la localidad sarda de Nuoro. No es dato menor para la historia de una mujer que hubo de enfrentar difíciles situaciones personales y culturales como políticas sobre todo en los años iniciales de su consolidación como escritora. La unificación italiana se había producido en 1861, y entre otras muchas cuestiones, esto involucraba la imposición de una lengua común para toda la nueva nación. Y aunque el toscano ostentaba la condición de ser el idioma italiano, la realidad era que se hablaba una cantidad de idiomas o dialectos distintos como bien lo observó Luigi Pirandello.

Grazia, una chica sarda con inquietudes que ponían en cuestión tradiciones, idioma y entorno, no contó con el apoyo familiar para su educación.

Necesitaba conocer la lengua de la cultura, el italiano, pero también saber qué se escribía y publicaba en otros países. Y lo consiguió, menos por una breve educación formal o por un preceptor, que a través de sus numerosas y heterogéneas lecturas.

Al casarse y lograr otra residencia que su Cerdeña natal, se instaló con su marido en Roma y allí publicó la que se considera su principal novela Elias Portolu (1903), pivote de un sostenido proyecto narrativo que se había iniciado con algunos relatos y que fue desplegándose en la narrativa y el teatro. Su numerosa producción incluye Cenizas (1904), La hiedra (1906), Hasta el límite (1911), Colombi e Sparvieri (1912), Cañas al viento (1913), El incendio en el olivar (1918), El Dios de los vientos (1922). entre otros. Se publicaron póstumos Cósima en 1937 y El cedro del Líbano, 1939. Grazia murió en agosto de 1936.

Poco mencionada, pese a la notoriedad que adquirieron muchas de sus obras (algunas llevadas al cine), Deledda destaca sobre todo por una brillante escritura que quizá no fue la mayor virtud que señalaron los jueces del Nobel, al parecer más afines a destacar sus méritos como escritora regional por la representación de campesinos y aldeanos de una isla periférica a los centros urbanos, tópicos que no tendrían mayor relieve de no ser por el estilo y el tratamiento de los temas que superan ampliamente un relato costumbrista rural. 

Esto afirma la cualidad literaria, lo que tiene que ver con la lengua como materia prima y que la más que esmerada traducción de Pablo Imberg ofrece al lector junto con su prólogo en el que hace importantes comentarios sobre la escritura de Grazia, la tensión entre la lengua natal y la prosa en italiano y también expone criterios que adoptó para esta versión castellana, la primera fuera de España.

Gracia efectivamente sitúa la historia del protagonista que da nombre a la novela en la localidad sarda de Nuoro, a la que este regresa, lo cual implica el reencuentro con la familia y tradiciones que lejos de desafiarlas, quiere preservar y vivir acorde con ellas. De ahí los conflictos que tendrá que enfrentar cuando una pasión incontenible le trastoque su propósito y tenga que buscar posibles salidas (incluido el proyecto de hacerse cura). 

Deledda no propone una fácil resolución sino que ahonda, intensifica, deja en suspenso o acelera la lucha interior de Elias, imprimiendo al relato un peculiar ritmo narrativo en la dosificación de escenas trabajadas en un lenguaje no convencional. La relación entre Elias y Maria Maddalena, amor correspondido e ilimitado parece en cierto modo un drama de destino que opone el deseo a los interdictos de forma irresoluble.

Pero además no se trata sólo de una historia de amor apasionado, porque es fundamental el entorno, y esto tanto en el aspecto de un imaginario de creencias que combinan el culto a los santos (en especial San Francisco) con una religiosidad popular, sobre todo a través de la madre y sus invocaciones, consultas a los espíritus y oraciones. Sumado esto a la vida consuetudinaria de la familia y a las descripciones, de modo que queda establecido un ámbito social, cultural y natural enlazados: la experiencia del paisaje, las vivencias del tiempo cíclico de las estaciones y festividades, y magníficas descripciones de los cambios de clima en los días y las noches.

Hay una dimensión dialógica en la novela, no sólo en las controvertidas posturas y reflexiones del protagonista, sino también en dos voces que lo interpelan: la de un cura y la de un pastor campesino, cuyos puntos de vista no coincidentes no hacen sino sumirlo en mayores dilemas, así como hay otras voces que pautan hechos en una dimensión coral. 

La novela está movida por el constante intento de Elias de saber qué debe hacer. Las oscilaciones de sus pensamientos, mezclados con sueños y visiones entre medio de hechos reales dan cuenta de una sostenida lucha -con sus actos de alejamientos y recaídas- en matices que se vinculan con lo que sucede en esa comunidad familiar según van desarrollándose los acontecimientos que no hacen sino agrandar el conflicto.

La historia de Elias Portolu se ubica en el trance entre las postrimerías del siglo XIX y los comienzos del XX, donde coexisten novelas más afines a la tradición realista de la novela burguesa con propuestas que exploran otros procedimientos. 

Deledda propone una escritura que sin dejar de ser fuertemente referencial (verista) incorpora sin solución de continuidad, actos y parlamentos de los personajes junto con ensoñaciones, formas fragmentarias, diferentes puntos de vista así como palabras sardas tejidas en la prosa como parte de la atmósfera propia del lugar. El relato trata de un conflicto de mayor envergadura protagonizado por sencillos campesinos sardos, lo que recuerda la hipótesis de Eric Auerbach: los mayores conflictos no son privativos de personajes altos o nobles, sino de cualquier ser humano.

A lo largo de la historia Elias no deja de solicitar a la providencia señales que le aclaren qué camino debe tomar tensado entre una pasión persistente e incontrolable y la preservación del honor individual y familiar, el respeto a las costumbres y una conducta digna. El tiempo, como la luna, se desplaza linealmente, y los cambios que van produciéndose suponen mayores inquietudes y padeceres, la muerte que acecha es vivida como culpa y castigo. Y el desenlace sin embargo, en toda su amarga realidad, parece por fin atisbar la tan buscada paz del alma.

Imagen de portada: Grazia Deledda

FUENTE RESPONSABLE: Página 12. Argentina. Por Susana Cella. 28 de agosto 2022.

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Alice Munro y la importancia de los cuentos y relatos breves.

Cuando le preguntaron a Alice Munro, la escritora canadiense ganadora del Nobel de Literatura en 2013, y que hoy cumple noventa y un años, por qué no se había atrevido a escribir una novela, respondió que, en efecto, le habría gustado intentarlo, sin embargo siempre se había sentido cómoda con la extensión del cuento y del relato: “El cuento estaba puramente determinado por el largo de las siestas de mis hijos, pero después resultó que esa fue la manera en la que aprendí a escribir, y ya no pude hacer otra cosa”. 

Así pues, sirviéndome del nacimiento y figura de esta gran escritora, considero oportuno reivindicar la importancia de las narraciones breves que han trascendido a lo largo de los años hasta el punto de ocupar un lugar relevante en la historia de la literatura. 

Sin ir más lejos, Dublineses de Joyce; Catedral de Raymond Carver; En mitad de ninguna parte de Julio Llamazares; A la hora en que cierran los bares de Soledad Puértolas; Cuentos de Cheever, Todos los cuentos de Clarice Lispector e incluso los completos de Flannery O’Connor; Fiesta en el jardín de Katherine Mansfield o Rock Springs de Richard Ford, entre muchos, muchísimos otros. 

En estos meses que tenemos por delante, donde quien no se va a la playa se queda en la piscina de su casa, se va a la montaña o aprovecha para hacer el Camino de Santiago, seguro que una de las cosas que nos hemos apuntado en la lista y que no pueden faltar en la maleta, o en la mochila, es un libro.

Ese que no hemos podido leer a lo largo del año por no tener tiempo, y ahora que nos hemos cogido las dos semanas, o el mes que nos corresponde, podemos leerlo con ganas y tranquilamente. Degustarlo. Sin pensar en nada más que en la historia que tenemos entre manos. Por eso, en lugar de recurrir a las novelas grandes, voluminosas, esos «tochos» conocidos por todos, no está de más entretenerse con ese otro tipo de narraciones que comprimen la acción y la información que se quiere dar a lector, donde la brevedad del relato no da opción a la dispersión, y además están cargadas de misterio, de simbolismo, de metáfora, de preguntas sin respuesta, de paradojas e ironías.

Del azar que escapa a nuestro control, de las personas que pasan por nuestra vida fugazmente, y de esas otras que, aun pasando, desaparecen por un tiempo para después volver a ellas con más impacto. Relatos que no hablan más que de nosotros, de ti y de mí.

Esa naturalidad basada en la vida es lo que caracteriza la pluma de Munro. Todo aquel que se haya acercado, o quiera hacerlo, a Secretos a voces, Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio, Escapada, La vida desde Castle Rock o Demasiada felicidad (entre otras) podrá comprobarlo. Y puede que hasta sienta cierto alivio al encontrar en sus relatos una identificación que, sin esperarlo, es lo que andaba buscando. Por otro lado, no debe de ser fácil para un autor ser comparado con un clásico, y menos todavía cuando ese clásico ha influido considerablemente en tu literatura. A la que llaman “la Chéjov canadiense” dichas comparaciones no son de su agrado, más bien al contrario. Conllevan, como cabe esperar, cierto reparo.

Andarse con cuidado. No dejar que la equiparación reste calidad en su trabajo ni se le exija más de la cuenta porque lo se espere de ella es que esté a la altura de semejante autor. Y es que muchas veces los escritores caen en la pretensión de hacer grandes obras, de trascender. 

Me decía un editor hace tiempo: “Los jóvenes y no tan jóvenes que están empezando vienen aquí y sólo quieren vender libros, hacerse ricos. Dicen: «Yo quiero ser como Fulanito o Menganito, que con cada libro que escriben vende millones», y olvidan que esto no va de ser como los otros, mucho menos de hacerse millonario, sino de ser uno mismo. De tener tu propia voz”. Precisamente como la tuvo Chéjov, y como la tiene Munro. Y tantos otros que no se devanan los sesos para crear la historia más compleja jamás planteada antes, sino que hacen lo opuesto, recurriendo a la sencillez, a «lo de casa», a lo que más conocen porque es lo que han visto y vivido desde niños. 

A ese trabajo de campo, por ejemplo, cultivando y cuidando lo que es de uno. A buscarse la vida sin depender ni necesitar a nadie. A sacar a la familia adelante. A los sueños truncados de Tío Vania. A la reconstrucción de nuestra vida, de nuestra realidad, cuando una noticia que no se esperaba, que ni siquiera se intuía, pone todo patas arriba y, una vez meditado, nos ponemos a recoger, a reordenar, a intentar que todo vuelva a su lugar, como hace Corrie, o Gabriel, el protagonista del último cuento Dublinés titulado Los muertos, que en un momento dado, sin esperarlo, arropado por la canción que  llena la casa, contempla a su mujer y es como si la viera por primera vez: 

“Había misterio y gracia en su pose, como si fuera ella símbolo de algo. Se preguntó de qué podía ser símbolo una mujer de pie en una escalera oyendo una melodía lejana (…)”, y el alma de Gabriel se llena de gracia. Sólo ese instante le basta para intentar recuperar el fuego que una vez existió, que una vez les unió y que el paso del tiempo ha apagado, convirtiéndolo prácticamente en cenizas. Es la historia de un matrimonio, de otro más, de una relación que, aun creyéndola perdida para siempre, intentamos recuperar.

Releyendo estas historias, además de las citadas al comienzo de este texto, lo más seguro es que el lector quede deslumbrado o alumbrado por los pequeños detalles en los que apenas nos fijamos debido a la aceleración del día a día a la que estamos sometidos, y en las que gracias al realismo que las impregnan volvemos a reparar. Para eso están. Para que no olvidemos cómo mirar, recordar, vivir… e incluso escribir.

Imagen de portada: Alice Munro

FUENTE RESPONSABLE: Zenda. Apuntes, Libros y Cía. Por Beatriz Duarte. Editor: Arturo Pérez-Reverte. 10 de julio 2022.

Sociedad y Cultura/Literatura/Premio Nobel/Alice Munro

¿Quién fue la poetisa Wislawa Szymborska?

“Cuando escribo siempre tengo la sensación de que alguien está detrás de mí haciendo muecas. Por eso huyo, todo lo que puedo, de las grandes palabras”: Wislawa Szymborska, Premio Nobel de Literatura 1996.

Wislawa Szymborska decide incursionar en la poesía para despojarse en sus versos de toda retórica y profundizar en las esencias del ser humano. Quienes la conocieron, aseguran que su mirada era profunda y libre de metáforas, como si su naturaleza interior brotara a través de sus ojos.

Así era Szymborska, una de las poetisas más relevantes y singulares de Polonia, nacida el 2 de julio de 1923 en Kórnik, una localidad cercana a Poznán.

En 1996 obtuvo el Premio Nobel de Literatura gracias a la majestuosidad de su obra, capaz de moverse entre la coloquialidad, la sencillez, la brevedad y el clasicismo, sin renunciar a ciertos tintes humorísticos, que propiciaron el reconocimiento de los lectores de todo el mundo.

Wislawa Szymborska se trasladó definitivamente a la ciudad de Cracovia en 1931, con ocho años de edad, junto a su familia. En esa ciudad estudió en la escuela primaria Jozef Joteyko, cursó estudios secundarios y concluyó el Bachillerato en plena guerra mundial. Para evitar ser deportada, comenzó a trabajar.

Posteriormente, en la Universidad Jagellónica estudió filología polaca y sociología, pero para lograr esos lauros académicos debió esperar al fin de la Segunda Guerra Mundial.

Su formación universitaria la condujo a dar los primeros pasos en la literatura, con énfasis en la poesía, expresando mediante ella los aspectos más genuinos de la vida real. Sus versos demostraron el valor del lenguaje cotidiano para transmitir sentimientos y sensaciones, arrasar los sentidos y descubrir la susceptibilidad de las palabras.   

En pleno periodo de postguerra, justo en 1945, vio la luz su primer poema en el Diario Polaco, titulado Busco la palabra, que conmovió a más de un lector; pero el reconocimiento público mayor lo obtuvo luego de 1952, cuando se publicó el poemario Por eso vivimos.

El estilo de Wislawa Szymborska también va a estar marcado por el contexto en el que se encamina hacia su madurez intelectual. Su etapa de despunte está sujeta a las normativas de la corriente del realismo socialista, muy mediada por los crímenes de guerra del pasado reciente, los sufrimientos de la nación polaca y su esfuerzo por superarlos.

En ese momento sociohistórico también publicó Preguntas hechas a una misma, en 1954, un poemario con ciertos guiños a la ironía y donde deja entrever la inquietud por ciertos dilemas filosóficos, a pesar del compromiso ideológico con la filosofía marxista.

Sin embargo, con la obra Llamada al Yeti, de 1957, se evidencia una ruptura con los códigos inherentes al realismo socialista, a tono con el escenario de rechazo hacia la imposición soviética que comenzó a ocurrir en la esfera pública polaca.

Comienza a emerger entonces una Szymborska que opta por la reflexión ético-filosófica, se distancia de ciertos debates políticos y ofrece pintorescos tonos de humor a su poesía, sin renunciar a la sublime belleza que siempre le caracterizó.  

Szymborska también incursionó en géneros como el ensayo, la crónica y la traducción, así como en el ejercicio responsable de la crítica que comenzaron a aparecer en publicaciones periódicas como Vida Literaria desde 1968. Posteriormente, esas críticas, fueron compiladas en los dos grandes volúmenes Lecturas facultativas, publicados en 1973 y en 1981, respectivamente.

Una serie de textos comenzaron a aparecer en librería polacas y de todo el mundo, una vez alcanzada su etapa de madurez intelectual y literaria, como: La sal (1962), Cien alegrías (1967), Todo caso (1972), Gran número (1976), Gente en el puente (1986), Fin y principio (1993), Instante (2002), Aquí (2009) y Saltaré sobre el fuego (2015), este último editado póstumamente.

Por favor; pincha el siguiente link para ver el vídeo de la premiada poetisa.

Wislawa Szymborska leyendo su poema «Nada sucede dos veces» | MÁS LITERATURA

En esos años de actividad literaria, su poesía expresó una buena voluntad hacia lo bien hecho, una inquietud espiritual por atender asuntos cotidianos y una disertación filosófica fundamentada en aspectos de su vida personal.

La belleza y majestuosidad de su lírica, le valieron el Premio Nobel en 1996. En su discurso de recepción del lauro, dejó entrever la sencillez que caracterizaba a su persona.

“En estos tiempos bulliciosos es más fácil que admitamos vicios propios, con tal de causar efectos fuertes; mucho más difícil es reconocer las virtudes, ya que están escondidas más profundamente, y hasta uno mismo no cree tanto en ellas”, expresó.

El 1 de febrero de 2012 el mundo se estremeció ante la noticia del deceso de esta singular mujer, a los 88 años de edad, víctima de un cáncer de pulmón.

Imagen de portada:La poetisa Wislawa Szymborska nació en Polonia el 2 de julio de 1923. | Foto: PL

FUENTE RESPONSABLE: teleSURtv.net 10 de julio 2022

Sociedad y Cultura/Literatura/Poesía/Premio Nobel/

Wislawa Szymborska

Cómo el bosón de Higgs cambió nuestra comprensión del universo (y por qué le arruinó la vida al físico que lo descubrió).

El 4 de julio de 2012 los investigadores en el Gran Colisionador de Hadrones anunciaron que habían encontrado la última pieza de un rompecabezas que llevaba 48 años incompleto.

El Gran Colisionador de Hadrones es la máquina más grande y compleja que jamás se haya construido; la pieza que encontró, es una partícula del mundo subatómico, y es uno de los bloques elementales que componen todo lo que conocemos.

Esa pieza es el bosón de Higgs, y la comprobación de su existencia es uno de los mayores logros de la física moderna.

Con el hallazgo del bosón de Higgs se completaba el Modelo Estándar, que describe el conjunto de partículas elementales que componen todo lo que conocemos, y las fuerzas que interactúan entre ellas para que funcionen como piezas de lego que se ensamblan.

La hazaña del Gran Colisionador de Hadrones fue la culminación de una aventura que comenzó en 1964, cuando el físico británico Peter Higgs publicó una teoría que predecía que el bosón debía existir.

Según el propio Higgs, esa fue «la única buena idea» que tuvo en su vida, y en un principio creyó que su teoría no eran más que cálculos inútiles.

Lo en realidad pasó, sin embargo, es que la partícula que teorizó y que luego el colisionador comprobó que existe, revolucionó la comprensión de nuestro universo.

Esa única buena idea le valió el Higgs el Premio Nobel de Física en 2013, y paradójicamente, le arruinó la vida, según el mismo lo cuenta.

En 2022 se cumple el décimo aniversario de que el Gran Colisionador de Hadrones detectara el bosón de Higgs.

En BBC Mundo conversamos con dos especialistas sobre cómo esta diminuta partícula cumple una década ayudándonos a responder dos grandes preguntas de la humanidad: ¿de dónde venimos y de qué estamos hechos?

Peter Higgs en el Gran Colisionador de Hadrones, ubicado en la frontera entre Francia y Suiza.

FUENTE DE LA IMAGEN – CERN. Peter Higgs en el Gran Colisionador de Hadrones, ubicado en la frontera entre Francia y Suiza.

El Modelo Estándar

Durante mucho tiempo se pensó que los átomos eran las partículas más elementales de lo que todo está hecho.

Luego, aprendimos que esos átomos en realidad están hechos de partículas aún más pequeñas: los protones y neutrones que conforman el núcleo del átomo, y los electrones que orbitan ese núcleo.

Pero hoy, sabemos que incluso esos protones y neutrones se pueden dividir en partículas aún más pequeñas.

En total, se han detectado 17 partículas fundamentales, que al interactuar entre ellas por la influencia de unas fuerzas, conforman todo el universo que conocemos.

A ese conjunto de 17 partículas y fuerzas se le conoce como el Modelo Estándar.

Estas partículas se dividen en dos grandes familias: los fermiones y los bosones.

Los fermiones: que son los ladrillos de los que está hecho todo el universo. Son como piezas de Lego que, según cómo se combinen, forman distintos átomos. Hay 12 fermiones, divididos en seis quarks y seis leptones. En otras palabras: toda la materia que conocemos está hecha de combinaciones de quarks y leptones. O de manera más general: todo lo que vemos está hecho de fermiones.

Los bosones: son las partículas que transportan las fuerzas que hacen interactuar a los fermiones. En total son cinco tipos de bosones, cada uno de ellos transportando una de las tres fuerzas fundamentales que hacen interactuar la materia:

1. El gluon que transportan la fuerza fuerte que mantiene unidos a los quarks;

2 y 3. El bosón W y el bosón Z, que llevan la fuerza débil, que causa que el núcleo de un átomo se desintegre y forme otro átomo;

4. Los fotones, que llevan la fuerza electromagnética.

También hay una cuarta fuerza, quizás la más famosa de todas: la gravedad.

Lo que ocurre es que la gravedad a nivel subatómico es tan débil que su influencia puede ser mayormente ignorada, por eso no es parte del Modelo Estándar.

De esta manera tenemos casi completo el modelo estándar: la familia de fermiones interactúa con la familia de bosones para conformar el universo.

Gráfico mostrando el Modelo Estándar de la física de la partículas

Pero aún nos falta hablar del quinto bosón…

¿Qué es el bosón de Higgs?

Ya hemos visto 12 fermiones y 4 bosones, es decir, 16 de las 17 piezas del Modelo Estándar.

Solo nos falta la pieza que completa el modelo: el bosón de Higgs.

El bosón de Higgs es necesario para responder una pregunta clave: partículas como los quarks y los leptones tienen masa con la cual forman la materia.

 ¿Pero de dónde obtienen la masa esas partículas?

La respuesta es el llamado campo de Higgs, un entorno invisible que permea todo el universo y que impregna de masa a las partículas que navegan en él.

En ese campo de Higgs están los bosones de Higgs, que son los que untan de masa a las partículas que forman la materia.

«El descubrimiento del bosón de Higgs nos mostró que existe una cosa extraña en la que estamos todos inmersos, y que se conoce como el campo de Higgs», le dice a BBC Mundo Frank Close, profesor emérito de Física teórica en la Universidad de Oxford.

Una representación artística del campo de Higgs.

FUENTE DE LA IMAGEN – CERN. Una representación artística del campo de Higgs.

«Así como los peces necesitan estar inmersos en el agua, nosotros necesitamos el campo de Higgs», dice Close, autor del libro «Elusivo: cómo Peter Higgs resolvió el misterio de la masa» (en su traducción literal al español).

En 1964 Peter Higgs fue de los primeros en teorizar la existencia de ese campo y el primero en predecir que debía existir una partícula asociada a ese campo.

Pero fue solo en 2012 gracias al Gran Colisionador de Hadrones, que se pudo observar que efectivamente esa partícula, que hoy conocemos como bosón de Higgs, existe más allá de la teoría.

¿Por qué fue tan importante este hallazgo?

Para Saúl Noé Ramos Sánchez, investigador del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México, hay tres grandes hitos que marcó el descubrimiento del bosón de Higgs y que marcaron nuestra comprensión del universo.

1. Nos dio un conocimiento completo de las partículas elementales que nos conforman

«Todas las partículas que conforman nuestros átomos han sido finalmente comprendidas, incluyendo sus relaciones con otras partículas», le dice Ramos Sánchez a BBC Mundo.

2. Se encontró una partícula diferente a todas las demás

El bosón de Higgs no se parece a los electrones, ni se parece a los protones, y es responsable de ciertas interacciones que conducen al conocimiento de la masa de estas partículas.

Es decir, el bosón de Higgs es la pieza clave que nos dice por qué las otras partículas son como son.

3. Se logró la teoría más precisa que exista

Ramos Sánchez sostiene que el Modelo Estándar «es la teoría más exacta que tiene la humanidad».

Es la teoría que se conoce con mayor precisión.

Close tiene una opinión similar: «con algunas pequeñas excepciones, explica muy bien todo lo que vemos», dice el profesor.

Colisión de partículas

FUENTE DE LA IMAGEN – CERN

Los residuos que dejó un choque de partículas en el Gran Colisionador de Hadrones, mostraron rastros que coinciden con las características del bosón de Higgs.

El futuro

Los expertos concuerdan en que después de ese histórico 4 de julio de 2012, no ha habido otro gran hallazgo relacionado con la física de partículas.

Algunos experimentos recientes en el Gran Colisionador de Hadrones y en Fermilab, otro acelerador de partículas en Estados Unidos, han dado señales de lo que podría ser una nueva partícula o una nueva fuerza hasta ahora desconocidas.

Si eso eso es así, podría generar cuestionamientos al Modelo Estándar.

Sin embargo, los resultados de estos experimentos no son concluyentes.

«Después del descubrimiento del bosón de Higgs, el Modelo Estándar está más sólido que cualquier otra cosa», dice Ramos Sánchez.

Pero también es cierto que hay varias preguntas que el Modelo Estándar no logra responder.

Por ejemplo, no explica qué es la materia oscura, un misterio componente del que está hecho el 27% del universo.

Peter Higgs (derecha), compartió el Nobel con el físico belga François Englert (izquierda).

FUENTE DE LA IMAGEN – CERN. Peter Higgs (derecha), compartió el Nobel con el físico belga François Englert (izquierda).

Tampoco explica por qué en el universo hay más materia que antimateria, o por qué se está acelerando la expansión del cosmos.

Y otro gran vacío: no logra incluir la fuerza de la gravedad.

Respecto a varios de estos enigmas se han elaborado varias teorías, pero ninguna ofrece una respuesta contundente.

Pero eso no quiere decir que el Modelo Estándar esté equivocado, dicen los especialistas.

«¡Ojalá estuviera en crisis!», dice Close.

«Si estuviera en crisis eso nos daría pistas de que tenemos que construir una gran teoría que explique qué es todo esto», añade el profesor.

«El ‘problema’ del Modelo Estándar es que funciona muy bien».

«Sabemos que no es la teoría definitiva, pero es una descripción completa de todo a lo que hasta ahora tenemos acceso».

GETTY. Higgs en la ceremonia del Premio Nobel, el 10 de diciembre de 2013.

Truco matemático

Según cuenta Close, quien durante años lo entrevistó para escribir su biografía, Higgs sostiene que el bosón «es la única buena idea que jamás ha tenido».

De hecho, al principio, Higgs pensaba que su descubrimiento era algo «completamente inútil», según cuenta Close.

«Él pensaba que había logrado un simple truco matemático con el que en teoría podía darle masa a los fotones».

Gran Colisionador de Hadrones.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY. La teoría del bosón de Higgs estimuló en gran parte la construcción del Gran Colisionador de Hadrones.

Y además, Higgs no fue especialmente prolífico.

En toda su carrera escribió solo 12 estudios, de esos 12, solo tres, que estaban relacionados con el bosón de Higgs, tuvieron alguna relevancia, los demás fueron irrelevantes, según indica Close.

«Y después de eso tampoco siguió trabajando en ello, no hizo prácticamente nada más en ese sentido», dice el profesor, fueron otras personas quienes tomaron sus ideas y siguieron construyendo conocimiento sobre ellas y estimularon todo el entusiasmo que llevó a la construcción del Gran Colisionador de Hadrones.

«Higgs cambió la idea de cómo funciona el universo, y es la única cosa que hizo en toda su vida», dice Close.

«Entonces, puede que haya sido cierto que el bosón haya sido la única buena idea de Higgs, pero yo me pregunto ¿cuántas ideas realmente buenas tenemos cualquiera de nosotros?».

Ilustración artística del bosón de Higgs.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY. Ilustración artística del bosón de Higgs.

Más allá del papel

En 1964 Higgs no era el único trabajando en la idea de la existencia de lo que hoy conocemos como el campo de Higgs.

De manera simultánea, otros científicos presentaban estudios que apuntaban en ese sentido.

Higgs, sin embargo, fue el único en darse cuenta de que su idea matemática era verdadera, es decir, que de verdad está presente en la naturaleza y no solo era un truco para resolver problemas teóricos.

«Su truco matemático asume que existe algo extraño, que es a lo que llamamos campo de Higgs», dice Close.

«Entonces si ese campo es real, deberíamos ser capaces de detectarlo, y la forma de detectarlo debería ser lo que hoy llamamos el bosón de Higgs».

«Higgs fue la única persona que notó eso, por eso el bosón fue bautizado correctamente en su nombre».

«Arruinó mi vida»

Luego de que el Gran Colisionador de Hadrones confirmara la existencia del bosón de Higgs en 2012, entre la comunidad científica era casi obvio que el Nobel de Física en 2013 sería para Higgs.

El propio Higgs sabía que era el favorito, por eso, el 8 de octubre de 2013, cuando debía hacerse el gran anuncio, su decisión fue… desaparecer.

Salió de su casa, tomó un bus a un pueblo cercano y se refugió en un bar a disfrutar una cerveza.

En una de sus entrevistas, Close le preguntó a Higgs cuál había sido el impacto de haber ganado el Nobel.

La respuesta descolocó a Close.

«Me arruinó la vida», le dijo Higgs.

«Mi existencia relativamente pacífica se terminó, no disfruto este tipo de publicidad, mi estilo es trabajar aislado y, ocasionalmente, tener una idea brillante», continuó el físico.

El bosón de Higgs cambió la comprensión del universo.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY. El bosón de Higgs cambió la comprensión del universo.

Esa forma de ser explica por qué huyó el día del anuncio del Nobel.

Según Close, sin embargo, haberse escondido tuvo el efecto contrario al que Higgs esperaba.

«¿Qué es más atractivo para un periodista?», se pregunta Close. «Un hombre que gana el Nobel y está ahí listo para que lo entrevistes, o alguien que gana el Nobel y desaparece?».

En 2022 Peter Higgs tiene 93 años y vive retirado en Edimburgo, Escocia.

No utiliza internet, solo el teléfono y vive en un edificio sin ascensor en el que debe bajar 84 escalones para llegar a la calle.

Para Close, todo eso muestra lo elusivo que es Peter Higgs, tan elusivo como el famoso bosón que pasó años escondido y al dejarse ver nos cambió para siempre la percepción del universo

Imagen de portada: CERN.Peter Higgs.

FUENTE RESPONSABLE: BBC News Mundo. Por Carlosa Serrano. 2 de julio 2022.

Sociedad y Cultura/Ciencia/Física/Nobel.

 

Mario Vargas Llosa, lector de Letras Libres

Un agradecimiento al escritor por sus palabras como lector de Letras Libres.

Si es de tu interés profundizar en esta entrada, cliquea por favor donde se encuentre escrito en “negrita”. Muchas gracias.

El pasado 16 de abril, Mario Vargas Llosa publicó en el El País un artículo llamado “Las revistas”, en el cual dedica palabras muy generosas a Letras Libres.   

El escritor comparte en el artículo detalles de su biografía de lector de revistas. Como adolescente, cuando se ganaba la vida en Lima escribiendo artículos para publicaciones locales, se suscribió a las francesas Les Temps Modernes, dirigida por Sartre, y Les Lettres Nouvelles, por Maurice Nadeau. Más adelante, instalado en Londres, fue todavía un ávido lector de revistas, dice, “hasta que me di cuenta que leer The Economist, por ejemplo, en todas sus secciones, me tomaba casi una semana y me impedía leer los libros —las novelas, los poemas, los ensayos— donde están las verdaderas ideas”. Hoy, continua, “solo leo dos revistas semanales y mensuales, The Times Literary Suplement, para saber qué se escribe en el vasto mundo, y, en español, Letras Libres, que sale en México y en España. Estas dos últimas, creo, son las mejores revistas en nuestro idioma y aconsejo a los buenos lectores que no prescindan de ellas.”

Vargas Llosa recuerda los tiempos en que, con Enrique Krauze a la cabeza, inició la aventura de Letras Libres, bajo la convicción de que era necesario “que España y América Latina tuvieran una misma revista que expresara sus problemas, sus realizaciones literarias y sus críticas políticas”, dice el novelista.

Relata enseguida haber recibido nuestra edición de abril, titulada “Ucrania heroica”, en la cual quisimos escuchar a quienes hoy son víctimas de una tragedia de proporciones universales. Con textos de Mira Milosevich, Ilya Kaminsky, Marci Shore y Christopher Domínguez Michael recorrimos la historia y la rica tradición literaria ucraniana, que abarca a Mijaíl Bulgákov e Isaak Bábel, a Joseph Conrad y a Joseph Roth. Aurelio Asiain –“un mexicano universal, capaz de traducir del ucranio y del japonés al español y que es poeta, ensayista y, por supuesto, traductor”, dice Vargas Llosa– reunió sus propias versiones de poemas de Hryhory Skovoroda, Mykola Zerov, Mariya Zaturenska, Mykola Bazhan, Natalka Bilotservikets y Oksana Zauzhk.

El Nobel peruano prodiga a continuación palabras que reproducimos con humildad y gratitud. “Leer este número de Letras Libres me ha informado más sobre la literatura de Ucrania que los tres o cuatro días que pasé en Kiev hace algunos años”, dice en su artículo.

“Ante un acontecimiento como el que tiene lugar en estos días en Ucrania no hay nada mejor que conocer algo de su literatura, en la que todo ello está ya insinuado y condenado, y a veces hasta alabado, y Letras Libres ha hecho lo que debía haciendo esa excelente selección de su literatura”, continua. “Nadie pudo, entre las revistas a que tengo alcance, resumir como lo hace Letras Libres presentando este pequeño panorama literario de Ucrania. Es necesario leerlo para saber cómo, tras los horrores de que nos informan los diarios, hay seres vivos, como lo estamos provisionalmente nosotros, que de la noche a la mañana son asesinados, violados, expulsados de su propio país, por la locura imperialista de un gobernante, como los tenemos —hasta para regalarlos a quien quiera disfrutar de ellos— en América Latina”, sigue.

Una revista se debe siempre a sus lectores. Sus inquietudes encauzan la labor de editores y autores. Saber que un lector ha encontrado lecturas interesantes y estimulantes en nuestras páginas es siempre motivo de orgullo. Cuando ese lector es, además, un querido amigo y colaborador que ha acompañado la labor de Letras Libres desde el inicio, y un escritor cuya obra admiramos y reconocemos como una de las más importantes de la actualidad, ese orgullo no puede sino multiplicarse.

Agradecemos, pues, a Mario Vargas Llosa por sus generosas palabras. Y a todos nuestros lectores por hacernos la revista que somos.

Nuestro número “Ucrania heroica” puede leerse aquí.

No.240 / mayo 2022. Anatomía de un asesino. VER CONTENIDO. EDICIÓN MÉXICO

Imagen de portada: Gentileza de Letras Libres

FUENTE RESPONSABLE: Letras Libres. Mayo 2022

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Mario Vargas LLosa/Premio Nobel