Electrocución y palizas: los horrorosos castigos impuestos a ucranianos en las ciudades capturadas por Rusia.

Andriy observó con ansiedad cómo los soldados rusos conectaban su móvil a su computadora, tratando de restaurar algunos archivos. Andriy, un director de marketing de 28 años, intentaba irse de Mariupol.

Había borrado todo lo que pensaba que un soldado ruso podría usar en su contra, como mensajes de texto sobre la invasión rusa de Ucrania o fotos de la devastación en su ciudad causada por semanas de bombardeos incesantes.

Pero en Mariupol, un puerto alguna vez bullicioso en el sur de Ucrania, el internet fue cortado como parte del asedio impuesto por Rusia, y Andriy no pudo eliminar algunas de sus publicaciones en las redes sociales.

Recordó los primeros días de la guerra, cuando compartió algunos mensajes y discursos anti rusos del presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky. «Estoy jodido», pensó.

Los soldados, dijo Andriy, ya habían puesto en él su atención.

La «filtración»

Ese día, a principios de mayo, cuando se unió por primera vez a las colas para lo que se conoce como «filtración», el proceso de escrutinio de civiles que desean abandonar el territorio ocupado por Rusia, uno de los soldados notó su barba.

Inmediatamente supuso que era una señal de que Andriy era un combatiente del regimiento Azov de la ciudad, una antigua milicia que tenía vínculos con la extrema derecha.

«¿Son usted y su brigada los que están matando a nuestros muchachos?», le preguntaron a Andriy. Él respondió que nunca había servido en el ejército, comenzó a trabajar directamente después de graduarse, pero «no querían escucharlo».

Cuando los soldados revisaron su teléfono, recurrieron a sus puntos de vista políticos y le preguntaron su opinión sobre Zelensky.

Andriy, con cautela, dijo que Zelensky estaba «bien», y uno de los soldados quiso saber qué quería decir con eso. Andriy le dijo que Zelensky era un presidente más, no muy diferente a los que le habían precedido, y que en realidad no le interesaba mucho la política.

«Bueno», respondió el soldado, «deberías decir que no te interesa la política».

Se quedaron con el teléfono de Andriy y le dijeron que esperara afuera. Se encontró con su abuela, madre y tía, que habían llegado con él para el proceso en Bezi Menne, un pequeño pueblo al este de Mariupol.

Ya les habían dado un documento que les permitía salir. Unos minutos más tarde, dijo Andriy, se le ordenó ir a una tienda de campaña donde los miembros del servicio de seguridad de Rusia, el FSB, estaban realizando más controles.

Cinco oficiales estaban sentados detrás de un escritorio, tres con pasamontañas. Le mostraron a Andriy un video que había compartido en Instagram de un discurso que había dado Zelensky el 1 de marzo.

Con este había una leyenda escrita por Andriy: «Un presidente del que podemos estar orgullosos. ¡Váyanse a su casa con sus buques de guerra!»

Uno de los oficiales habló primero. «Nos dijiste que eres neutral en política, pero apoyas al gobierno nazi», recuerda Andriy que le dijeron. «Me golpeó en la garganta. Básicamente, comenzó la golpiza».

Andriy mirando su teléfono

Los soldados descubrieron que Andriy había compartido discursos del presidente Zelensky después de conectar su teléfono a su computadora.

Igual que a Andriy, a Dmytro le confiscaron el teléfono en un puesto de control cuando intentaba salir de Mariupol a finales de marzo.

Dmytro, un profesor de historia de 34 años, dijo que los soldados encontraron la palabra «ruscista», un juego de palabras entre «Rusia» y «fascista», en un mensaje a un amigo. Los soldados, me dijo Dmytro, lo abofetearon y patearon, y «todo porque usé esa palabra».

Dmytro dijo que lo llevaron, con otras cuatro personas, a una estación de policía en el pueblo de Nikolsky, también un punto de filtración.

«El oficial de más alto rango me golpeó cuatro veces en la cara», señaló. «Parecía ser parte del procedimiento».

Sus interrogadores dijeron que maestros como él estaban difundiendo propaganda pro ucraniana. También le preguntaron qué pensaba sobre «los eventos de 2014», el año en que Rusia anexó la península de Crimea y comenzó a apoyar a los separatistas prorrusos en Donetsk y Luhansk.

Él respondió que el conflicto se conocía como la guerra ruso-ucraniana. «Dijeron que Rusia no estaba involucrada y me preguntaron si estaba de acuerdo en que era, de hecho, una guerra civil en Ucrania», cuenta.

Los oficiales revisaron su teléfono nuevamente y esta vez encontraron una foto de un libro que tenía la letra H en su título. «¡Te atrapamos!», le dijeron los soldados a Dmytro.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, afirma que su guerra en Ucrania es un esfuerzo por «desnazificar» el país, y los soldados, afirmó Dmytro, creían que estaba leyendo libros sobre Hitler.

A la mañana siguiente, Dmytro fue trasladado con dos mujeres a una prisión en Starobeshevo, un pueblo controlado por los separatistas en Donetsk.

Contó 24 personas en la celda de cuatro literas. Después de cuatro días y otro interrogatorio detallado, finalmente fue liberado y llegó al territorio controlado por Ucrania. Semanas después, aún no sabe qué pasó con sus compañeras de celda.

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De vuelta al interior de la tienda en Bezi Menne, Andriy se fijó en otras dos personas con las manos atadas a la espalda, que habían quedado en un rincón mientras los agentes se enfocaban en él.

«Empezaron a golpearme mucho más fuerte», me dijo Andriy, «en todas partes». En un momento, después de un golpe en el estómago, sintió que estaba a punto de desmayarse. Consiguió sentarse en una silla.

«Me preguntaba qué sería mejor», contó, «perder el conocimiento y caer o tolerar más el dolor».

Al menos, pensó Andriy, no lo habían enviado a otro lugar, lejos de su familia. Funcionarios ucranianos señalan que se cree que miles de personas han sido enviadas a centros de detención y campamentos establecidos en áreas controladas por Rusia durante la filtración.

En casi todos los casos, sus familiares no saben dónde están detenidos ni por qué. «Estaba muy enojado por todo», afirmó Andriy, «pero, al mismo tiempo, sé que podría haber sido mucho peor».

Su madre trató de entrar a la tienda, pero los oficiales la detuvieron. «Estaba muy nerviosa. Más tarde dijo que le habían dicho que mi ‘reeducación’ había comenzado», dijo Andriy, «y que no debería preocuparse».

Su calvario, me contó, continuó durante dos horas y media. Incluso lo obligaron a hacer un video que decía «¡Gloria al ejército ruso!», una burla a «¡Slava Ukraini!», el eslogan ucraniano.

La pregunta final, señaló Andriy, era si había «comprendido sus errores» y «obviamente respondí que sí».

Mientras lo liberaban, los oficiales trajeron a otro hombre, que anteriormente había servido en el ejército de Ucrania y tenía varios tatuajes.

«Inmediatamente lo empujaron al suelo y comenzaron a golpearlo», dijo Andriy. «Ni siquiera hablaron con él».

Andryi

«Incluso trato de justificar el proceso de alguna manera. Trato de convencerme de que hay algo de lógica», dijo Andriy sobre la filtración.

Las autoridades ucranianas dicen que las fuerzas rusas y los separatistas respaldados por Rusia han llevado a cabo filtraciones en los territorios ocupados como un intento de establecer los posibles vínculos de los residentes con el ejército, las fuerzas del orden e incluso el gobierno local, mientras las fuerzas invasoras intentan restaurar los servicios y la infraestructura.

Los hombres en edad de pelear son un objetivo particular, los revisan en busca de signos en el cuerpo que puedan sugerir el uso reciente de armas, como en los dedos y los hombros.

Los registros al desnudo son comunes, dicen los testigos, incluso para las mujeres. Oleksandra Matviychuk, directora del Centro para las Libertades Civiles, un grupo de derechos humanos con sede en Kiev, afirmó que el proceso, incluso cuando no es violento, es «inhumano».

«No hay necesidad militar para esto… Están tratando de ocupar el país con una herramienta que yo llamo ‘inmenso dolor de la gente civil’. Te preguntas: ‘¿Por qué tanta crueldad? ¿Para qué?'»

La «jaula»

Maksym, un trabajador siderúrgico de 48 años, contó que lo obligaron a desnudarse mientras los oficiales en Bezi Menne revisaban incluso las costuras de su ropa.

Le preguntaron si pertenecía al regimiento de Azov o si era simpatizante de los nazis -él negó serlo- y por qué quería dejar Mariupol.

«Contesté: ‘En realidad, eres tú quien está en suelo ucraniano'». Uno de los oficiales, que dijo que eran todos rusos, reaccionó golpeando a Maksym con la culata del arma en el pecho. Se cayó.

«Apoyé la cabeza en el suelo, agarrándome las costillas. No podía levantarme», señaló. «Fue muy doloroso respirar».

Lo llevaron a lo que describió como una «jaula», donde estaban recluidos otros.

Notó que un hombre, un levantador de pesas, tenía un tatuaje de Poseidón, el dios griego, con un tridente.

Los soldados, dijo Maksym, pensaron que era el escudo de armas de Ucrania. «Él les explicó, pero no entendieron».

A los detenidos en la «jaula» no se les dio agua ni comida, y tuvieron que orinar en un rincón frente a todos, me dijo Maksym.

En un momento, exhausto, trató de dormir en el suelo. Un oficial entró y lo pateó en la espalda, obligándolo a ponerse de pie.

Llevaban a las personas para interrogarlas y, cuando regresaban, «ves que la persona había sido golpeada», indicó Maksym. Vio a una mujer de unos 40 años acostada con dolor, aparentemente después de recibir un golpe en el estómago.

Un hombre, que parecía tener alrededor de 50 años, tenía un labio sangrante y moretones rojos en el cuello. Maksym creía que había sido estrangulado. Nadie en la «jaula» preguntó o dijo nada entre sí. Tenían miedo de que los oficiales del FSB pudieran disfrazarse de prisioneros.

Después de unas cuatro o cinco horas, Maksym fue liberado y se le permitió salir de Mariupol. Días después, llegó a un lugar seguro en territorio controlado por Ucrania y fue a un hospital para tratar el dolor persistente en su pecho. El diagnóstico: cuatro costillas rotas.

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Yuriy Belousov, quien dirige el Departamento de Guerra en la oficina del fiscal general de Ucrania, afirmó que su equipo había recibido denuncias de tortura e incluso asesinatos durante la filtración.

«[Parece ser] una política rusa diseñada de antemano y bastante bien preparada», me dijo. «Definitivamente no es un solo caso o [algo] hecho por un militar local».

Reconoció que era difícil verificar los casos o estimar la escala de la violencia. Las autoridades ucranianas no pueden llevar a cabo investigaciones en los territorios ocupados y la mayoría de las víctimas se muestran reacias a compartir sus historias, preocupadas de que sus familiares en Mariupol puedan ser atacados si se revela su identidad.

«Usaron electricidad. Casi muero»

Vadym, de 43 años, quien solía trabajar en una empresa estatal en Mariupol, dijo que fue torturado en Bezi Menne en marzo.

Los soldados separatistas habían interrogado a su esposa después de descubrir que había puesto «me gusta» a la página del ejército ucraniano en Facebook y de haber restaurado un recibo en su teléfono de una donación que les había hecho.

«Traté de defenderla», señaló, «pero fui derribado». Se levantó, pero fue golpeado una vez más. Un patrón, dijo, que sucedió una y otra vez.

Cuando los soldados rusos se dieron cuenta de dónde trabajaba, llevaron a Vadym a otro edificio. Allí, Vadym dijo que los soldados separatistas le preguntaron «cosas estúpidas» y comenzaron a golpearlo.

«Usaron electricidad. Casi muero. Me caí y me atraganté con los empastes dentales que se habían salido de mis dientes», indicó Vadym.

Vomitó y se desmayó. «Estaban furiosos. Cuando recuperé el conocimiento, me dijeron que limpiara todo y continuaron dándome descargas eléctricas».

La tortura, dijo Vadym, solo se detuvo después de que intervinieron los oficiales rusos. Llevaron a cabo otra ronda de interrogatorios antes de finalmente liberarlo.

Cuando Vadym salió del edificio, vio que se llevaban a una mujer joven, que había sido identificada durante el proceso como secretaria judicial.

«Le pusieron una bolsa de plástico en la cabeza y le ataron las manos», indicó Vadym. «Su madre estaba de rodillas, rogando que no se llevaran a su hija».

Traslados a Rusia

La liberación de Vadym vino con una condición: tendría que ir a Rusia. Aproximadamente 1,2 millones de personas en Ucrania, incluidos miles de residentes de Mariupol, han sido enviadas a Rusia en contra de su voluntad desde que comenzó la invasión en febrero, según funcionarios ucranianos.

Rusia niega que esté llevando a cabo una deportación masiva, lo que constituiría un crimen de guerra según el derecho internacional humanitario, y dice que simplemente está ayudando a quienes quieren irse. Ucrania rechaza esta afirmación.

Algunos de los enviados a Rusia han logrado escapar a otros países e incluso regresar a Ucrania. Cuántos, no está claro.

Vadym, con la ayuda de sus amigos, se mudó a otro país europeo; no quería revelar la ubicación exacta. Había perdido parte de su visión, me dijo, y los médicos dijeron que era el resultado de heridas en la cabeza por la golpiza.

«Me siento mejor ahora, pero la rehabilitación llevará mucho tiempo». Le pregunté qué pensaba sobre la filtración. «Separan a las familias. Están desapareciendo personas», dijo. «Es puro terror».

El Ministerio de Defensa de Rusia no respondió a varias solicitudes de comentarios sobre las acusaciones. El gobierno ruso ha negado previamente que esté cometiendo crímenes de guerra en Ucrania.

Andriy

Andriy cuenta que un soldado ruso le dijo a su madre que estaba pasando por una «reeducación».

Andriy y su familia se establecieron en Alemania, después de haber sido obligados también a ir a Rusia. Mirando al pasado, cree que las fuerzas de ocupación parecían estar usando la filtración para mostrar su «poder absoluto».

Los soldados, afirmó, actuaban como si fuera un «tipo de entretenimiento», algo para «satisfacer su propio ego».

Le hablé de otra ucraniana que había conocido, una ingeniera jubilada de 60 años llamada Viktoriia. Me contó que un soldado se enteró de que había agregado una bandera ucraniana a su foto de perfil en Facebook, y el mensaje «Ucrania por encima de todo».

Señaló que él la apuntó con su arma y la amenazó: «¡Te pondré en el sótano hasta que te pudras!» Luego la pateó, dijo. Viktoriia no podía entender por qué había actuado así. «¿Qué hice? ¿Qué derecho tenían ellos?»

Andriy afirmó que no podía explicar tal comportamiento. «Incluso trato de justificar el proceso de alguna manera. Trato de convencerme de que hay algo de lógica».

Pero, agregó, «no hay lógica».

Algunos nombres fueron cambiados para proteger identidades.

Con información adicional de Illia Tolstov; fotografías de Janne Kern.

Imagen de portada:

FUENTE RESPONSABLE: BBC News, Zaporiyia. Por Hugo Bachega. 21 de junio 2022.

Conflicto Rusia-Ucranica/Guerra/Denuncias/Torturas/Desplazados

«Bestia»: Íngrid Olderöck, la cruel torturadora conocida como «la mujer de los perros» que inspiró el cortometraje chileno nominado al Oscar.

Sugiero al lector considerando que el contenido de esta entrada puede herir su sensibilidad; de ser así recomiendo no leerla. Muchas gracias.

Conocida como «la mujer de los perros», Íngrid Felicitas Olderöck Bernhard fue una exagente de la Dirección Nacional de Inteligencia Nacional (DINA), el servicio de seguridad creado por Augusto Pinochet tras derrocar a Salvador Allende en 1973.

Pero no fue una agente más del órgano encargado de torturar y eliminar a los opositores políticos del régimen militar.

Olderöck, ex oficial de Carabineros, llegó a ser la mujer más destacada dentro de la DINA y tuvo entre sus funciones la formación de decenas de jóvenes a las que entrenó para enfrentarse a los enemigos políticos.

Relatos de víctimas la acusan de haber adiestrado a perros para violar a prisioneros y prisioneras políticas en los centros de detención donde muchos desaparecieron.

Especialmente en uno de los recintos clandestinos más brutales, «La Venda Sexy», una casa de dos pisos en un sector de clase media de la comuna de Macul, en Santiago, donde solía operar Íngrid Olderöck.

Los agentes le pusieron ese nombre al centro clandestino porque el método preferido de tortura eran las vejaciones sexuales, según quedó establecido en el primer Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, más conocido como informe Valech.

Violaciones con perros

Sobrevivientes que pasaron por la Venda Sexy, como Beatriz Bataszew, han denunciado la utilización de perros como método de tortura, además de colgamientos, ahogamientos, simulacros de fusilamiento, embarazos forzados, abortos forzados o descargas eléctricas en los genitales.

LA NACIÓN/U. DIEGO PORTALES. MUSEO DE LA MEMORIA.

Olderöck negó todas las acusaciones y nunca fue sometida a un proceso judicial.

«En la Venda Sexy había un perro llamado Volodia adiestrado para violentar sexualmente a las mujeres», dijo en declaraciones a la prensa local.

Un relato similar es el de Alejandra Holzapfel, quien con apenas 19 años fue detenida en aquella casa.

Fui «violentada sexualmente con un perro pastor alemán al que los agentes de la dictadura llamaban Volodia», dijo Holzapfel al diario The Clinic.

«Ingrid dirigía al animal, mientras los otros torturadores obligaban a los detenidos a adoptar posiciones que facilitaran el abuso. Hombres y mujeres que pasaron por La Venda Sexy fueron víctimas de esta atrocidad».

Olderöck negó todas las acusaciones y nunca fue sometida a un proceso judicial.

El cortometraje «Bestia»

Su figura ha vuelto al debate público luego de que se convirtiera en la protagonista del cortometraje animado «Bestia», del director chileno Hugo Covarrubias, que esta semana fue nominado al Oscar.

Bestia

FUENTE DE LA IMAGEN – CORTOMETRAJE BESTIA.

«Bestia» es el cortometraje animado nominado a un Oscar inspirado en la vida de Olderöck.

«Es un thriller psicológico sobre una mente siniestra», le dice Covarrubias a BBC Mundo.

Una de las pocas personas que tuvo la oportunidad de conversar extensamente con la exagente fue la periodista chilena Nancy Guzmán, quien publicó el libro «Ingrid Olderöck, la mujer de los perros», en el que -a partir de aquellas conversaciones- elabora una crónica donde la describe como «la mujer más poderosa y brutal de la DINA».

En la casa de Olderöck

En diálogo con BBC Mundo, Guzmán cuenta que un día de 1996 tocó la puerta de la casa de Olderöck en la calle Bremen, comuna de Ñuñoa.

«Apareció una mujer de cuerpo grueso, manos grandes y voz ronca, con un cigarro en la mano».

Era ella.

Cortesía Paz Errázuriz

FUENTE DE LA IMAGEN – CORTESÍA PAZ ERRÁZURIZ

«Vestía una falda floreada, un suéter hecho a mano de color rosado indefinido y unas botas cortas».

«Vivía completamente sola», dice Guzmán. «No tuvo hijos, no tuvo marido».

Olderöck, continúa la escritora en su relato, «fue la oficial que se hizo cargo del destacamento de mujeres dentro de la DINA entrenadas para torturar, perseguir y asesinar a opositores»

«Ella era como un comando en sí misma. Era especialista en tiro, en paracaidismo, en artes marciales, en equitación y en adiestramiento de perros».

«Ella fue la que adiestró un perro llamado Volodia que durante las sesiones de tortura se dedicó a violar a mujeres y hombres», afirma Guzmán.

«Hay exdetenidas que sufrieron esa tortura o que vieron lo que le pasó a otros. Todas recuerdan que una de las jóvenes, Marta Neira, llegó llorando desesperada y destruida porque fue víctima de la violacion del perro. Días después Marta desapareció».

«Yo soy nazi»

El padre de Íngrid Olderöck emigró desde Alemania en 1925, a los 29 años de edad.

Junto a sus hermanas, Hannelore y Karin, crecieron bajo un sistema familiar muy estricto.

No se les permitía hablar español ni tener amigos chilenos.

Fue así como crecieron prácticamente aisladas.

«Yo soy nazi desde pequeña, desde que aprendí que el mejor período que vivió Alemania fue cuando estuvieron los nazis en el poder, cuando había trabajo y tranquilidad y no había ladrones sinvergüenzas», cuenta Olderöck en el libro de Guzmán.

Bestia

FUENTE DE LA IMAGEN – CORTOMETRAJE BESTIA.

Cuando en 1967 Carabineros autorizó el ingreso de mujeres a su Escuela de Oficiales, Olderöck se anotó en el primer concurso.

Fue la primera mujer paracaidista de Chile y de América Latina. Decía ser experta en equitación y entrenamiento de perros, además de tener cinturón azul de judo.

También practicaba tenis, esquí, montañismo y aseguraba ser experta en tiro.

Con esas credenciales, rápidamente pasó a formar parte del servicio secreto que dirigía el coronel Manuel Contreras: la DINA.

A medida que demostró sus capacidades, Olderöck fue consolidando su posición de poder dentro del servicio.

Una bala en la cabeza y otra en el vientre

Pero en 1981 su vida dio un giro.

Saliendo de su casa, fue atacada por dos desconocidos que le dispararon a quemarropa en la cabeza y en el vientre, pero no la mataron.

De hecho, sobrevivió hasta el final de sus días con una bala alojada en su cabeza, cuenta Guzmán.

Acusaron del ataque a miembros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR.

Sin embargo, Olderöck siempre insistió en que el ataque había sido planificado en su contra por los propios servicios de inteligencia que intentaban castigarla por su supuesto intento de deserción.

Después del atentado se retiró de Carabineros y cuando la justicia la citó para declarar en las causas de detenidos desaparecidos de La Venda Sexy, ella pretendió tener amnesia, cuenta Guzmán.

«No tenía piedad»

«Era una mujer violenta, agresiva, que no tenía piedad», agrega.

Bestia

FUENTE DE LA IMAGEN – CORTOMETRAJE BESTIA.

En una de las conversaciones le contó que ella siempre tenía tres armas: una pistola en la cartera, otra en la mesa de noche y una en el horno de la cocina.

«Entonces ella se para, va a la cocina, vuelve y pone la pistola en la mesa. Yo no sabía qué hacer».

«Hasta que le digo ‘saque esta arma, no me gustan las armas’ y en ese momento se pone furiosa y me dice que odia a las personas como yo. Me repetía… ‘yo a usted la odio, odio a los pacifistas'».

Así eran las entrevistas, cuenta Guzmán. En otra ocasión le dijo que tuviera cuidado porque había una organización activa de exagentes que se llamaba la DINITA y que podría «pasarle cualquier cosa».

«Fue un personaje terrible dentro de un mundo de horror», reflexiona la escritora. «Las sociedades tienen estos monstruos. Y estos monstruos no terminan con las dictaduras. Los monstruos están permanentemente en las sociedades».

A los 58 años, Íngrid Olderöck murió sola, de una hemorragia digestiva aguda, sin haber sido condenada por ningún delito.

Línea

Primer extracto del libro «Ingrid Olderöck, la mujer de los perros» de Nancy Guzmán:

¿Usted estuvo en la Venda Sexy?

¿La Venda Sexy? ¿Dónde quedaba? ¡No!

La Venda Sexy era una casa de dos pisos con una escala central que subía al segundo piso y quedaba en Los Plátanos con Irán, en la comuna de Macul.

¿En Los Plátanos con Irán? No. No recuerdo. Yo no la conocí, nunca estuve ahí.

¿No recuerda el lugar? Ahí había perros y funcionó hasta diciembre de 1974.

No, estoy segura que no estuve nunca ahí. Si usted no me cree, puede hacerme una prueba con hipnosis; yo eso se lo he dicho mucho a la jueza: «Interrógueme con hipnosis», y no me ha hecho caso.

Y tampoco me quieren creer que yo no estuve en ninguno de los lugares donde se me acusa de haber torturado a personas. Usted no me va a creer, pero desde el accidente yo he olvidado muchas cosas.

Si cuando salí del hospital no sabía hablar castellano, hablaba en puro alemán. También se me olvidó tocar el violín. Yo había aprendido de chica a tocar el violín. No sé por qué me pasó eso. Yo tuve que aprender a hablar en castellano nuevamente y eso no me lo cree el juez.

Segundo fragmento de las conversaciones:

A usted se le acusa de haber entrenado perros para violar presas. Hay ex detenidas que dicen que usted les daba la orden a los perros para cometer aberraciones sexuales.

Sí, me acusan de eso en Naciones Unidas, pero yo quisiera saber cómo se hace para entrenar perros para hacer eso. Yo jamás he entrenado perros para violar, yo soy entrenadora de perros y tengo premios, pero lo primero que voy a decir es que yo solo he tenido perras, nunca perros.

Oiga, usted sabe que a mí se me acusa de muchas cosas terribles. No sé de dónde sacan esas cosas, pero yo estoy tranquila porque no he hecho nada de eso de torturar.

Si usted dice no haber entrenado perros para torturar, ¿quién lo hizo? ¿O la DINA la acusó a usted para que le hicieran el atentado?

Yo creo que todo es posible, pero no entiendo por qué.

¿Entonces, cómo explica que se le acuse de haber participado en ese tipo de torturas?

¡Ah! no sé de dónde sacan tanta tontera, si a mí me han acusado de no sé cuántas tonteras.

¿Y de dónde cree usted que sale esa información a los organismos de derechos humanos?

No sé. Yo he tenido que ir montones de veces a los juzgados porque se me acusa de tanta barbaridad y yo cumplí en la DINA solo labores de analista en la brigada Purén.

Imagen de portada: Gentileza de WIKIMEDIA COMMONS

FUENTE RESPONSABLE: BBC News Mundo. Por Cecilia Barría. Febrero 2022

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