Tres niñas wichí fueron separadas de sus padres.

En lo personal; esta noticia da verguenza propia y ajena, demostrando la inacción de los Organismos del Estado Argentino, frente a quienes se encuentran en una situación de extrema pobreza en el norte del país y los reiterados negociados entre algunos funcionarios corruptos con los mercaderes en la trata de personas. Indignante y reprobable, en donde lo federal pasa a último plano, debiendo intervenir las mas máximas autoridades del Ministerio de Desarrollo Social y concurrentes del Gobierno Nacional por sobre la autonomía del provincial.

La mayoría de la familia está indocumentada

Se trata de una familia del paraje victoriano Pozo El Toro, que estaba trabajando en una finca del departamento San Martín. 

Una beba trasladada a Salta en grave estado de salud y dos niñas que quedaron alojadas en una institución estatal, es el resumen de una denuncia que hizo una pareja de personas del Pueblo Wichí con la ayuda del Modesto Rojas, referente originario de Tartagal.

Ni las tres nenas, ni el padre, ni la madre tienen documentos de identidad. Esto pese a que, según pudo constatar Salta/12 en organismos del Poder Ejecutivo y el Judicial, el Estado ya venía interviniendo en relación una cuarta hija adolescente que es madre y que había estado institucionalizada por presentar una situación de extrema vulnerabilidad. “Es la única que tiene un DNI junto a su hijo”, indicaron las fuentes.

La familia es oriunda de Pozo El Toro, paraje ubicado a 40 kilómetros del pueblo de Santa Victoria Este, municipio de Rivadavia, el segundo departamento más pobre de Argentina y que alberga la mayoría de las comunidades originarias.

Según contó Rojas a Salta/12, la familia  (cuyos datos serán resguardados para poder proteger la identidad de las hijas), llegó hace unas dos semanas a Tartagal desde Puesto La Línea, cercano a la comunidad El Traslado en la jurisdicción del municipio de General Ballivián, en el departamento San Martín. 

El matrimonio habría estado trabajando en el corte de madera y de postes. Pero ante la situación de su beba (de entre 9 y 12 meses), que presentaba signos de malestar en su salud, el finquero a cargo los habría llevado en la camioneta hasta Tartagal.

La beba terminó internada en el Hospital Juan Domingo Perón, en donde no permitieron que su padre y su madre la vieran, dijo Rojas. “Ellos quedaron fuera del hospital horas y horas”, contó.

El referente wichí sostuvo que el martes último llamaron agentes de la Secretaría de Niñez y Familia de la provincia preguntando sobre la situación de la familia. En ese momento, buscaban dar con la madre porque la beba debía ser trasladada a Salta Capital ante su situación de salud que, según organismos estatales, era de extrema gravedad, al punto que el traslado fue en avión sanitario por presentar un grado de desnutrición muy elevado.

La institucionalización

“En idioma les avisé que los estaban necesitando”, contó Rojas. La madre fue con sus dos niñas “de 9 y capaz 6 años, (según) ellos calculan, porque como están indocumentados”, relató el referente. 

Dijo que cerca de las 11.30 le dijeron que pasara a la guardia para ver a su beba pero que las niñas debían quedarse afuera. “Pero la madre salió y ya no estaban”, sostuvo Rojas.

“No se institucionaliza de buenas a primeras”, dijeron a Salta/12 fuentes que actuaron en el caso. Afirmaron que la madre no quería viajar a Salta con la beba, por temor de dejar solas a sus niñas con el padre

Añadieron que el matrimonio tendría problemas de adicciones con el alcohol y que para internar a la beba tuvieron que “actuar con la fuerza pública”. No obstante, no se pudo conocer en detalle cómo fue el procedimiento. Rojas dijo que supo del hecho por lo que le comentaron los padres “en idioma”. El referente sostuvo que faltó información. 

Según pudo establecer Salta/12, en la familia habría al menos dos hermanas más grandes. Una de ellas, de 15 años y que es madre de un bebé, es la que se encontraba en situación de vulnerabilidad (que ocurrió cuando estaba sin sus padres), por lo cual fue ingresada al sistema y obtuvo su DNI, al igual que su bebé. Pero en ese momento no vivía con su madre. “Llevó meses poder acceder a la madre, saber dónde vivía, y son comunidades tan aisladas que cada vez que ven gente de los organismos se escapan. Es imposible hablar con ellos”, indicaron las fuentes oficiales.

Añadieron que la internación de la beba trasladada a Salta Capital tuvo que hacerse con la fuerza pública tras el alerta del sistema de Atención Primaria de la Salud (APS). Las fuentes afirmaron que hubo “ausencias prolongadas” de la madre y el padre para ver a la criatura internada. La versión se contrapone con la de Rojas, quien afirmó que el problema fue que no los dejaban ingresar.

Las fuentes reconocieron que se dispuso la prohibición de acercamiento. Pero ante el pedido de los especialistas de que la madre viajara con la beba a Salta Capital, se gestionó el levantamiento de la restricción. “Pero ella (por la madre), no quiso ir” y “no la podemos obligar”, afirmaron. 

Rojas, por su parte, contó que una vez que se dieron con la ausencia de sus hijas, el matrimonio “vino a verme llorando, preguntando afligidos, porque pensaban que les mataban a sus hijos”.

El escape “no es instintivo” 

Frente a las miradas lineales que cargan sobre las familias originarias su destino y la muerte de sus hijos, la docente e investigadora de la Universidad Nacional de Salta (UNSa), Norma Naharro entendió que es importante “no ir solamente a lo puntual y buscar responsabilidades personales y acusaciones judiciales que es lo que hace el Estado. Sino entender el contexto histórico y social”.

“Pozo el Toro es una comunidad muy chiquita en medio del monte. De 30 familias en condiciones de muchísima precariedad y el mismo hecho de que estén indocumentados habla de que su contacto con el Estado es negativo”, sostuvo la especialista.

Recordó que la figura recurrente que surge de los relatos de agentes estatales que intervienen en los territorios, es que la gente ve la camioneta de la Policía y sale al monte a esconderse. “No es porque son animales que se asustan por el ruido del motor. Tiene una historia y la llegada de la Policía tiene consecuencias negativas y entonces se alejan”, dijo. Y entendió que la representación del relato oficial estigmatiza y fortalece ideas racistas “de que la gente de los pueblos wichí son personas irracionales con las que no se puede tratar y con la cual el Estado no puede hacer más nada que meterlos presos”.

“Cada vez que los funcionarios apelan a esa figura les pregunto ‘¿Y no sabés por qué corren?’». El escapar, añadió “no es instintivo, sino producto de una historia social que está inscripta en esos cuerpos”.

La violación de derechos, sea por acción u omisión del Estado, también se extiende al hecho de que al ser una familia indocumentada, no recibe las prestaciones sociales. “Viven vendiendo su fuerza de trabajo para el corte de postes y actividades de desmontes en situaciones de explotación extrema”, señaló Naharro. 

En cuanto a las explicaciones estatales sobre el consumo de alcohol indicó “el consumo problemático es otro de los motivos que justifica la represión y criminalización”.

Al analizar el relato de Rojas, Naharro entendió que “se ven violaciones de derechos una tras otra”. Entre ellas, que la beba haya ingresado o sido trasladada sin su madre, la aparente falta de intérpretes, pese a que la Ley de Salud Intercultural existe pero no tiene reglamentación, la falta de acceso al DNI, la explotación laboral, e incluso la precariedad para acceder al agua.

“Entiendo que el pozo de agua de esa comunidad (Pozo El Toro) es con energía eléctrica y para tener necesitan un generador que funciona con combustible. O sea que además tienen que comprar combustible”, describió la especialista. De hecho, hace un par de meses, la comunidad de la zona tomó la escuela reclamando la excavación de un nuevo pozo de agua.

Todo esto, concluyó Naharro, ocurre en una zona donde existe una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) que exige “al Estado que se haga cargo de estas situaciones que son históricas de explotación de opresión y a las que el Estado no da respuestas”. 

Imagen de portada: Gentileza Página 12.

FUENTE RESPONSABLE: Página 12. Por Laura Urbano. 7 de octubre 2022.

Sociedad y Cultura/Pueblos originarios/Trata de menores/Derechos del Niño/Pobreza extrema/Pensamiento crítico.

 

Mo Farah: el campeón olímpico revela que fue traficado a Reino Unido cuando era niño y obligado a trabajar como sirviente.

Es la primera vez que el atleta cuenta cómo llegó realmente a Reino Unido.

Mo Farah fue llevado ilegalmente a Reino Unido cuando era un niño y lo obligaron a trabajar como sirviente.

La estrella olímpica reveló a la BBC que quienes lo sacaron de Yibuti, país de África oriental fronterizo con Somalia, entre otros, le dieron el nombre de Mohamed Farah.

Su verdadero nombre es Hussein Abdi Kahin.

Una mujer a la que nunca había visto lo sacó en avión desde Yibuti cuando tenía 9 años y lo obligó a cuidar a los niños de otra familia, afirmó.

«Durante años bloqueé lo que realmente pasó», dijo el atleta que ganó medallas de oro en los 5.000 y 10.000 metros en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y Río 2016.

El corredor de larga distancia había contado anteriormente que llegó a Reino Unido con sus padres desde Somalia como refugiado.

Sin embargo, en un documental de la BBC y Red Bull Studios que se emite este miércoles, reveló que sus padres nunca han estado en Reino Unido: su madre y sus dos hermanos viven en la granja de su familia en el estado separatista de Somalilandia.

Su padre, Abdi, murió víctima de una bala perdida cuando Farah tenía 4 años, en medio de la violencia civil en Somalia.

Somalilandia declaró su independencia en 1991, pero no es reconocida internacionalmente.

La mujer que se lo llevó dijo que iba a viajar a Europa para vivir con unos parientes.

El pequeño estaba «emocionado». «Nunca antes había estado en un avión», contó.

Mo Farah

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES

El atleta Mo Farah trabajó como sirviente cuando era niño.

La mujer le recomendó que dijera que se llamaba Mohamed. Él dice que ella tenía documentos de viaje falsos que mostraban su foto junto al nombre «Mohamed Farah».

Cuando llegaron a Reino Unido, explicó, la mujer lo llevó a su apartamento en Hounslow, en el oeste de Londres, y le quitó el papel donde tenía los datos de contacto de sus familiares.

«Lo rompió y lo tiró a la basura justo frente a mí. En ese momento, supe que estaba en problemas», contó.

Farah dice que tenía que hacer las tareas del hogar y el cuidado de los niños «si quería tener comida en la boca».

Aseguró que la mujer le dijo: «Si alguna vez quieres volver a ver a tu familia, no digas nada».

«A menudo me encerraba en el baño y lloraba», afirmó.

Durante los primeros años la familia no le permitió ir a la escuela, pero cuando tenía unos 12 años se matriculó en el séptimo año en Feltham Community College.

Se le dijo al personal que Farah era un refugiado de Somalia.

Su antigua tutora, Sarah Rennie, le dijo a la BBC que Farah llegó a la escuela «despeinado y descuidado», que hablaba muy poco inglés y que era un niño «emocional y culturalmente alienado».

Mo Farah muestra una copia escaneada del documento que fue usado para su entrada a Reino Unido

Un documento falso fue usado para llevar a Farah a Reino Unido.

Ella contó que las personas que dijeron ser sus padres nunca asistieron a las actividades para familiares de los estudiantes.

El maestro de educación física de Farah, Alan Watkinson, notó una transformación en el niño cuando llegó a la pista de atletismo.

«El único idioma que parecía entender era el de la educación física y el deporte», indicó.

Farah dijo que el deporte era un salvavidas para él, ya que «lo único que podía hacer para escapar era salir y correr».

Con el tiempo le confió a Watkinson su verdadera identidad, sus antecedentes y la familia para la que se vio obligado a trabajar.

«El verdadero Mo»

El profesor de educación física se puso en contacto con los servicios sociales y ayudó a Farah a ser acogido por otra familia somalí.

«Aún extrañaba a mi verdadera familia, pero desde ese momento todo mejoró», apuntó el atleta.

«Sentí que me quitaron un gran peso de los hombros. Fue entonces cuando apareció Mo, el verdadero Mo».

Farah comenzó a hacerse un nombre como atleta, y a los 14 años lo invitaron a competir para las escuelas inglesas en una carrera en Letonia, pero no tenía ningún documento de viaje.

Mo Farah celebra su triunfo en los Juegos Olímpicos de Londres en 2012.

FUENTE DE LA IMAGEN – GETTY IMAGES

Mo Farah ganó medallas de oro en los 5.000 y 10.000 metros en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y Río 2016.

Watkinson lo ayudó a solicitar la ciudadanía británica con el nombre de Mohamed Farah, y esta le fue otorgada en julio de 2000.

En el documental, el abogado Alan Briddock le dice a Farah que su nacionalidad fue técnicamente «obtenida por fraude o tergiversaciones».

Legalmente, el gobierno puede eliminar la nacionalidad británica de una persona si su ciudadanía se obtuvo mediante fraude.

Sin embargo, Briddock explica que el riesgo de que esto suceda en el caso de Farah es bajo.

«Básicamente, la definición de trata de personas es el transporte con fines de explotación», le dice a Farah.

«En su caso, usted mismo se vio obligado como un niño muy pequeño a cuidar a otros niños pequeños y a ser un sirviente doméstico. Y luego les dijo a las autoridades pertinentes: ‘Ese no es mi nombre’. Todo eso hace que disminuya el riesgo de que el Ministerio del Interior le quite la nacionalidad».

«Correr me salvó»

Farah dijo que quiere contar su historia para desafiar las percepciones públicas sobre el tráfico de personas y la esclavitud.

«No tenía idea de que había tanta gente que estaba pasando exactamente por lo mismo que yo. Simplemente muestra lo afortunado que fui», aseveró.

«Lo que realmente me salvó, lo que me hizo diferente, fue que podía correr».

La BBC se acercó a la mujer que llevó a Farah a Londres para conocer su versión, pero no obtuvo respuesta.

Imagen de portada: BBC News

FUENTE RESPONSABLE: BBC News. Por Ashita Nagesh. 11 de julio 2022.

Sociedad/Trata de menores/Esclavitud/Reino Unido/Atletismo/Mo Farah

 

Investigación BBC | «Las reclutan en los patios de las escuelas»: las niñas rumanas traficadas como esclavas sexuales en Reino Unido.

Muchas jóvenes no tienen otra opción que aceptar los términos de sus traficantes.

Por fuera, con su chimenea y ladrillos rojos, parece una casa como cualquier otra. Pero cuando la policía entra por la fuerza a esta residencia en la ciudad de Birmingham, en el centro-oeste de Inglaterra, nada en ella se asemeja a una típica vivienda familiar.

En medio de habitaciones semivacías, amuebladas pobremente con un colchón y unos cuantos trastos viejos, los agentes se encuentran con cuatro jóvenes rumanas en ropa interior, que se defienden apenas con monosílabos en un inglés precario.

Juguetes sexuales, artículos de belleza, cigarrillos, drogas y condones pueden verse desperdigados por cada uno de los ambientes.

Aunque ellas lo niegan, la policía sospecha que son víctimas de tráfico sexual de menores.

Casa que se utiliza como burdel en Reino Unido

Las casas que se usan como burdeles tienen poco más que un colchón y algún mobiliario viejo.

Dado que el trabajo sexual es legal en Reino Unido, después de llevárselas para interrogarlas en un entorno seguro, a las fuerzas de seguridad no les queda más remedio que devolverlas al sitio en el que las encontraron.

La escena es alarmante, pero tristemente familiar: en distintos rincones del país, mujeres y niñas son retenidas como esclavas y vendidas para que mantengan relaciones sexuales.

De todas las presuntas víctimas de tráfico sexual en Reino Unido en 2021, había más jóvenes procedentes de Rumania que de ningún otro lugar en el mundo.

Jean Mackenzie, periodista de la BBC, viajó hasta ese país del sureste europeo para entender cómo acaban estas niñas en el negocio del tráfico y la prostitución, y por qué son tan renuentes a aceptar ayuda de la policía cuando tratan de rescatarlas en Reino Unido.

Desamor

«Las reclutan en los patios de las escuelas», le explica a la BBC Iana Matei, quien dirige el único refugio del país para niñas que han sido víctimas del tráfico sexual.

Iana Matei

Iana Matei dirige el único refugio en el país para niñas víctimas de la trata.

El año pasado, en Rumania, se registraron 429 víctimas de tráfico sexual, según fuentes del gobierno. La mitad eran niñas.

«Los reclutadores van a los patios de las escuelas y les dicen: ‘Eres hermosa, inteligente, quiero casarme contigo’. Y ellas quieren creerlo. Les lavan el cerebro».

Es lo que se conoce como la táctica del lover boy (joven amante): las convencen de que están enamorados de ellas, que quieren un futuro juntos y al poco tiempo las inician en el camino de las drogas, el alcohol y la prostitución.

«Tengo aquí una niña (Daniella*, de 13 años) que está desesperada por volver junto a su ‘amante’ de 52 años».

«Cuando se escapa, le dice a la policía que se quiere ir con él. ‘Lo amo’, les dice», cuenta Matei, quien cree que el tráfico no es como muchos piensan solo consecuencia de la pobreza, sino de la falta de amor.

«Si el amante le dice te quiero y al día siguiente le pega para que vaya a trabajar a la calle, ¿qué importa? Les han pegado tantas veces, las han humillado tanto. Han pasado por todo lo que se te pueda ocurrir, pero nunca se encontraron con un ‘te quiero'», señala Matei.

Destaca que las niñas reclutadas son cada vez más jóvenes, de 12 o incluso 10 años. Cuando llegan a Reino Unido, con 18, explica, «esa es a única vida que conocen».

48 horas de vida

A Elena, sus traficantes en Reino Unido la abandonaron cuando la dieron por muerta, después de que sufriera una hemorragia y no parara de sangrar.

Niñas traficadas

Muchas jóvenes intentan ahora rehacer sus vidas.

Cuando la policía la encontró en una departamento en el condado de West Midlands, en el centro-oeste del país, la trasladaron inmediatamente al hospital.

Los médicos creen que no le quedaban más de 48 horas de vida. La habían golpeado, cortado, estaba desnutrida, con quemaduras.

Ahora, recuperada, cuenta que no tuvo otra opción que aceptar ser traficada. «(Mi traficante) me amenazó con lastimar a mi hijo y matar a mi madre», contó la joven, que tuvo que abandonar a su niño de un año.

Al llegar, dice, la ubicaron en una casa con otras jóvenes. «Éramos tres chicas. Tenía que acostarme con varios hombres todos los días».

«Eran entre 10 y 20. A veces ganaba unos US$1.300 y le entregaba todo el dinero».

En internet, lejos de la mirada pública

A Elena, al igual que a muchas otras jóvenes, la obligaban a ofrecer sus servicios en internet, en páginas que son legales.

Ward dice que como la búsqueda de clientes se hace a través de internet, a la policía le resulta muy difícil encontrar a las jóvenes.

«(Esta actividad) se trasladó de los burdeles a internet» le explica a la BBC Colin Ward, inspector de la Policía del Gran Mánchester, un condado del noroeste de Inglaterra.

«Ahora están un casa normal, en una calle cualquiera».

Como por consecuencia no tienen que salir a las calles por clientes, y así para la policía es mucho más difícil identificarlas.

«No sabemos a dónde ir a buscarlas», añade Ward, quien asegura que el negocio del tráfico sexual en Reino Unido es boyante y que no tienen clara su verdadera dimensión.

Desconfianza

Casi la totalidad de las jóvenes rumanas no se muestran dispuestas a tomar la ayuda que les ofrece la policía británica. Ward cree que eso se debe probablemente a la experiencia que tienen con la policía en su propio país.

«Trabajo en esto desde hace 14 años, y probablemente puedo contar con los dedos de una mano cuántas dijeron sí, soy víctima, necesito ayuda. Simplemente no ocurre», cuenta.

En parte se debe a que el trabajo de los traficantes con las niñas comienzan en muchos casos cuando estas apenas tienen 10 años, por eso muchas no se dan cuenta de que están siendo explotadas.

Niña traficada junto a la periodista de la BBC

Andrea no fue traficada una sino dos veces.

Pero sobre todo es la falta de acción de la policía rumana lo que genera en ellas una desconfianza profunda, como pudo comprobar la periodista de la BBC Jean Mackenzie cuando conversó con los padres de Andrea*, una niña traficada no una sino dos veces.

«Cuando fui a la policía me dijeron que no había nada que pudiesen hacer, que no tenían personal para buscarla», recuerda su madre.

Fue ella la que acabó rescatando a su propia hija haciendose pasar por un traficante de drogas y llegando a un acuerdo con el hombre que la retenía.

La policía le dijo a la BBC que investigó el caso de Andrea y lo derivó a una unidad especializada.

No obstante, no es la única historia en que los padres reportan que la policía hace la vista gorda.

Cosmin Andreica, presidente del sindicato de la policía en Rumania, reconoce que cada vez es mayor el número de jóvenes traficadas en Rumania.

«El sistema está sobrepasado», afirma.

Madre de Andrea

La madre de Andrea logró rescatar por sus propios medios a su hija la primera vez que fue traficada.

«Tenemos más de 100 casos de desapariciones por día en un condado, y solo tenemos entre uno y cinco policías que investigan este tipo de casos. Es imposible investigar».

Pero no es solo eso, el problema es que como los traficantes emplean la táctica del «amante joven» para atraer a las niñas, aprovechan para explotar un vacío legal: cuando una menor se va voluntariamente, la policía no puede tratar la situación como un delito.

«Al Estado de Rumania no le importa la vida de los niños. Esa es la conclusión», dice Andreica.

Entretanto en Reino Unido, pese a los esfuerzos de la policía, los resultados están lejos de ser óptimos, que la mayoría de los casos no llegan a los tribunales.

Refugio en Rumania

Según cifras oficiales, de las 6.000 víctimas de tráfico sexual identificadas en el país entre abril de 2018 y diciembre de 2020, solo 95 casos llegaron a los tribunales.

Para Matei, la única manera de generar un cambio es hacer que este delito se castigue con penas más altas.

«El tráfico es crimen organizado. Tal y como funciona ahora, la ganancia es alta y el riesgo es bajo», dice.

«Pero si revertimos la ecuación, encarcelas a los traficantes por un largo tiempo y confiscas todo lo que tienen, ya no va a ser tan fácil. Lo van a pensar dos veces (antes de hacerlo)».

*Los nombres en en esta historia han sido cambiado para proteger la identidad de las víctimas.

Imagen de portada: BBC News Mundo

FUENTE RESPONSABLE: Redacción BBC News Mundo. 11 febrero 2022

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