Su personalidad es tan conocida como su arte. Todas sus apariciones públicas eran una constante performance que se condecía con las características de su obra surrealista. Pero su anecdotario más personal resulta igual de interesante: desde sus tendencias voyeristas en la intimidad, su relación con Federico García Lorca, sus ansias por conocer a Freud, el poliamor y su matrimonio con la rusa Gala, su única compañera. Aquí, tres historias que clarifican al hombre detrás del mito surrealista en su cumpleaños número 118.
Vistoso, estrafalario y con tintes narcisistas, Salvador Dalí, artista catalán reconocido por ser uno de los exponentes más populares de la corriente surrealista, supo transformar su imagen en otro elemento más de su extensa obra. Tan importante como sus dibujos a carboncillo, sus cuadros oníricos o las colaboraciones con cineastas de la talla de Alfred Hitchcok y Luis Buñuel.
Su particular personalidad y estética fueron elementos cruciales para convertir su imagen en parte del mito daliniano, algo que Dalí y Gala (su esposa y representante) supieron explotar: desde su particular bigote –que inicialmente fijaba con el jugo de los dátiles– hasta sus extravagantes mascotas, un leopardo llamado Babou y un oso hormiguero bautizado como Don Osito Marquina por el parecido que Dalí le vio con el dramaturgo español Eduardo Marquina.
Todo ello, parte de una gran y rentable marca que construyó sobre su nombre, que le permitió levantar alianzas comerciales con los estudios de Walt Disney y protagonizar publicidades para productos como los chocolates franceses Lanvin.
Cliquea por favor en el siguiente link, para ver el vídeo. Muchas gracias.
“Solo hay dos cosas malas que pueden pasarte en la vida: ser Pablo Picasso o no ser Salvador Dalí”, condensaba en una de sus entrevistas. Y aunque sus apariciones televisivas y los múltiples registros visuales que dejó en 84 años de vida son fascinantes, las historias que revelan algunos de sus aspectos más íntimos no resultan menos llamativos e importantes para comprender su personalidad más allá del bigote engominado. A continuación, tres episodios fundamentales en la vida del hombre detrás del famoso cuadro de La persistencia de la memoria.
Federico García Lorca, un amor erótico y trágico
Corría el año 1923 cuando un joven Salvador Dalí llegaba a la Residencia de Estudiantes, un centro cultural madrileño que por esos años era la Meca de la modernización científica y artística de España. Allí conoció al cineasta Luis Buñuel y al poeta Federico García Lorca, con quienes trazaría una amistad que fue fundamental para el desarrollo artístico del trío que emergió en medio de los locos años veinte.
García Lorca, proveniente de una familia acomodada de Granada, era un muchacho bastante retraído, una característica que se le achacó a la represión de su orientación sexual. Su estadía en Madrid fue fundamental para que el poeta comenzara a deshacerse de los prejuicios conservadores que recaían sobre la homosexualidad, aunque igualmente fue motivo de conversaciones de pasillo que rumoreaban sobre su “defecto”.
Dalí y García Lorca eran como el agua y el aceite, y como bien dice el dicho, los opuestos se atraen. La timidez del segundo se complementaba con la provocadora y excéntrica imagen que proyectaba el primero. Por esos años, los amigos frecuentaban los alrededores del Hotel Palace y las cafeterías del Paseo Prado, donde presenciaban tertulias de todo tipo.
Federico García Lorca y Salvador Dalí.
Al poco tiempo y como resultado de esas instancias de fraternidad, ambos artistas pronto estuvieron completamente congeniados, influyendo y haciéndose partícipes de la obra del otro. García Lorca le escribió la poesía Oda a Salvador Dalí, y el pintor, por su parte, le dedicó el cuadro Sant Sebastià. En 1925 tenían planeado colaborar en un proyecto en conjunto bautizado como Cuaderno de los Putrefactos, un libro que mezclaba dibujos de Dalí con textos escritos por el poeta que nunca terminaron.
Así, en medio de un encanto basado en la admiración mutua que ambos intelectuales sentían por el otro, García Lorca terminó enamorándose del pintor, aunque Dalí nunca correspondió físicamente a las pretensiones amorosas de su amigo. Sin embargo, el intercambio epistolar que ambos mantuvieron entre 1925 y 1936 revela los juegos de seducción establecidos por Dalí.
En una de las cartas recopiladas por el periodista Víctor Fernández en el libro Querido Salvador, querido Lorquito, Dalí le escribe al poeta: “Tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo (…) yo iré a buscarte para hacerte una cura de mar. Será invierno y encenderemos lumbre. Las pobres bestias estarán ateridas. Tú te acordarás que eres inventor de cosas maravillosas y viviremos juntos con una máquina de retratar”.
Salvador Dalí y Federico García Lorca
En 1928, en otra de las misivas, el surrealista le envía un texto bastante erótico donde también se refiere a Romancero gitano, un libro de la autoría de García Lorca: “Federiquito, en el libro tuyo (…) te he visto a ti, la bestiecita que eres, bestiecita erótica, con tu sexo y tus pequeños ojos de tu cuerpo (…) tu dedo gordo en estrecha correspondencia con tu pene (sic)”.
A pesar de la constante provocación que subyace a la correspondencia, Dalí afirmó que nunca llegaron a concretar un encuentro sexual.
“Federico, como todo el mundo sabe, estaba muy enamorado de mí, y probó a darme por el culo dos veces, pero como yo no soy maricón (sic) y me hacía un daño terrible, pues lo cancelé en seguida y se quedó en una cosa puramente platónica y en admiración”, dijo en una entrevista con el escritor y dramaturgo Max Aub.
Aunque no se encontraron menciones explícitas del encuentro en las cartas compiladas por Fernández, se cree que Dalí hizo referencia al resultado fallido de una apuesta entre ambos: el pintor le dijo que si accedía a tener relaciones sexuales con la joven Margarita Manso, él aceptaría un encuentro con su amigo.
“Es un juego de seducción: Lorca da lo mejor de sí mismo, tratando de encandilar con su palabra a un Dalí que quiere estar a la altura intelectual del poeta. Uno intenta atrapar al artista en su tela de araña; el otro deja hacer hasta cierto punto”, comentó el autor del libro epistolar al diario El País.
La carta donde Dalí refiere a Romancero gitano fue el motivo de que se caldearan los ánimos entre ambos. Más adelante, el artista le expresa: “Tu poesía está ligada de pies y manos a la poesía vieja. Tú quizá creerás atrevidas ciertas imágenes, o encontrarás una dosis crecida de irracionalidad en tus cosas, pero yo puedo decirte que tu poesía se mueve dentro de la ilustración de los lugares comunes más estereotipados y más conformistas”.
Dicha crítica de Dalí estuvo influenciada por los comentarios de Buñuel, que por esos días fue bastante severo con el trabajo de García Lorca (se cree que el cineasta estaba celoso de la cercanía intelectual que el poeta estableció con Dalí). Sin embargo, la tensión entre ambos fue una cosa temporal.
Luis Buñuel y Salvador Dalí
En los años posteriores, el poeta y el artista plástico continuaron con su amistad y correspondencia hasta agosto de 1936, cuando García Lorca fue fusilado durante los primeros días de la dictadura franquista. Aunque los detalles de su asesinato nunca fueron aclarados por completo, resulta casi obvio afirmar que su homosexualidad y afinidad a las ideas de izquierda fueron algunas de las motivaciones.
Al enterarse la muerte de su amigo, Dalí se limitó a exclamar un “¡Olé!”, equiparando la vida de García Lorca con las corridas de toro que el poeta tanto admiraba. En 1986, el artista envió una carta al diario El País donde acusaba a Ian Gibson, biógrafo de García Lorca, de reducir la relación entre ambos “como si se hubiera tratado de una azucarada novela rosa”.
En palabras de Dalí, fue “un amor erótico y trágico, por el hecho de no poderlo compartir”. Durante sus últimos días, pesando apenas 34 kilos y negándose a comer, una de las enfermeras a cargo de sus cuidados afirmó que el pintor sólo lograba articular una frase: “mi amigo Lorca”.
Voyerismo, poliamor y Gala, la única compañera
Dalí quedó encantado con ella desde el primer momento en que la vio. Por ese entonces, Elena Ivánovna Diákonova, conocida simplemente como Gala, era la esposa del poeta francés Paul Éluard.
Éluard y Dalí fueron presentados en un salón de baile en París. El matrimonio y Dalí llegaron a vacacionar a Cadaqués junto a un grupo de amigos durante el verano de 1929. Ni las nupcias de ella ni los diez años de diferencia fueron suficientes para frenar las pasiones del joven artista, que inició su plan de conquista invitándola a dar largos paseos por la Bahía de Portlligat. Eran citas en plan romántico, aunque sus temas de conversación iban desde los traumas infantiles al surrealismo, pasando incluso por la coprofilia.
Imagen de portada: Gentileza de Pinterest
FUENTE RESPONSABLE: La Tercera PM. Chile. Cultura. Por Catalina Araya.Mayo 2022
Sociedad y Cultura/Artes y Letras/Voyerismo/Poliamor/Genios Virtuosos